Esos propósitos navideños de los que usted me habla…

Siempre en estas fechas, una vez recibida religiosamente mi “vocación” en la cuenta corriente de mi entidad bancaria, procedo a sentirme uno y trino con la humanidad. Bueno, más bien uno, porque el tema trino, salvo para aquellos a los que les gusten juegos de riesgo a partir de una cierta edad, no quiero que acabe con mis huesos en el traumatólogo.

Y, dentro de ese sentimiento de placidez y relajación, que no va a conseguir expulsar de mí ninguno de esos energúmenos que escriben artículos de opinión sobre educación en El País o, simplemente, disponen de mucho tiempo para culpabilizar a terceros de no ser respetuosos con derechos que, por lo visto, ellos tampoco tienen muy claros en qué consisten, estoy teniendo una visión mística con los propósitos que me voy a plantear para estas fiestas.

Son esos propósitos de los que usted me habla y que, a diferencia de la legislación educativa, son difícilmente extrapolables. Además, en mi caso, son más fácilmente inteligibles que todos esos criterios y situaciones de aprendizaje que, curiosamente solo entienden los que pertenecen a determinadas sectas. Los demás, por lo que veo, no entienden nada. Salvo, claro está, que nos quieran tomar el pelo o que se haya adelantado el día de las inocentadas. Para el Ministerio de Educación cada día, de forma directa o mediante uno de sus medios o cuentas de redes sociales afines, es día de los inocentes o de lanzamiento de globos sonda.

Voy a intentar no contestar a la falta de argumentos en las redes sociales. Salvo, claro está, para hacerlo con el gif de la peineta, del gatito con ojos llorosos o, simplemente, con el que, después de una noche de borrachera, está sacando hasta el último residuo sólido de su organismo. También tengo en la recámara el del hombre que sale volando hacia un contenedor de residuos. Sí, donde vais a tirar la basura. Basura que, por si no lo sabéis, pagáis su reciclado y la juntan al llegar a esa empresa privada que, curiosamente, tiene el monopolio del reciclaje en gran parte de nuestro país.

Tampoco voy a entrar, salvo con ironía y cinismo máximo, a determinados debates con los “buenos”. Bueno, con los que se autodenominan buenos porque, por si no lo sabéis, hay algunos que van de buenos en la red y, después hablas con compañeros de sus centros y resulta que son unos auténticos malparidos. Me gusta la palabra malparido. Lo he oído en algún vídeo en latino de esos que puedes ver antes del estreno. Por cierto, ¿por qué hay más vídeos en latino que en español para hablar de las TIC? Esto es algo que deberíamos analizar. A lo mejor es que aquí somos más de hacer chuminadas campestres que no aportan nada. Quién sabe. Buscad vídeos de “cómo usar una determinada herramienta”. Eso para los que sepáis que, al final, en los cursos que os ofrecen vuestros centros de formación, no vais a recibir ningún tipo de calidad formativa.

Lo del Ministerio, las Consejerías y sus responsables políticos también va a ser un tema tabú para mí. Que la Ministra no haga de Ministra y sea más portavoz. Que los Consejeros, salvo honrosas excepciones, sepan más de pasarse niveles del Candy Crush que de gestionar la educación. Que haya algunos que, curiosamente, jamás hayan trabajado en nada gestionando la educación en este país, debería dejar de sulfurarme. Al menos eso es lo que planteo en estos propósitos que rubrico hoy. Propósitos que, a diferencia de lo que escriban, con muchas faltas de ortografía y de forma inconexa en el BOE o en los Diarios Oficiales, pueden ser papel mojado. Bueno, papel en su versión digital. Que ya nadie escribe en papel. Todo son whatsapps para felicitar la navidad que, en muchas ocasiones, ni tan solo se han atrevido a quitar el botón de reenviado y hacer una reelaboración propia.

No voy a cuestionar que exista una asignatura para ver vídeos en Primaria y Secundaria. Tampoco voy a meterme con el embolado de cuestionar los chiringuitos educativos tipo DUA. Y ya no entro en otras cosas, como las de esos docentes que usan sus cuentas personales para difundir las imágenes de su alumnado con el único fin de aumentar seguidores o tener una subida de ego, de las que voy a hacer borrón y cuenta nueva.

Lo importante es no enfadarse. Lo importante es destinar el tiempo a lo verdaderamente importante. Y lo importante en esta vida, aunque no os lo creáis, es la propia vida. Una vida que, cada minuto que dedicamos a ciertas cosas, es un minuto que perdemos de otras. Y el tiempo pasa inexorablemente. A algunos nos mejora, a otros les empeora. Es lo que tiene.

Dentro de unos días voy a pasar a por lo del “dedito”. Bueno, ahora es una analítica pero eso implica que ya estoy muy mayor. Demasiado mayor para aguantar ciertas cosas. Demasiado mayor para tener que enfadarme por todo. Demasiado mayor para querer cambiar cosas macro que, al final, dependen de otras órbitas a las que nunca voy a llegar.

Espero que seáis felices. Que os duren los propósitos y la “vocación” más de lo que me están durando a mí. Tan solo estoy acabando de redactar esto y ya no me acuerdo de qué he escrito. Así que, borrón y cuenta nueva con los propósitos. Un abrazo.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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