Ahora que está de moda el tema de los bulos, me gustaría preguntarme en voz alta a qué consideramos un bulo en educación. Me apetece saber si estamos apropiándonos, a diferencia del ámbito político donde, por lo visto, la política tiene para algunos más de bulo que otra cosa, de elementos que perjudican el aprendizaje del alumnado mediante la crítica a todo aquello que no nos encaja taxonomizándolo como bulo.

He oído en los últimos días que los datos de escolarización son un bulo. Que la consideración de la instrucción directa como una mala estrategia para dar clase se ha instalado en el imaginario popular como algo cierto cuando no lo es. Que, por desgracia, determinados bulos, basados en ideología y en chiringuitos que uno defiende, como es el caso del DUA, las inteligencias múltiples, los estilos de aprendizaje o el “que el alumnado aprenda por sí mismo” se intentan vender como realidad cuando no son más que algo que, alguien ha encapsulado de forma bonita, y está vendiendo en determinados medios o mediante determinados colectivos.

El bulo en educación tiene mucho de estrategia política. Es mucho más cómodo comprar y vender bulos que analizar qué está sucediendo. Además, como sucede en ese ámbito del que se copian demasiadas cosas, el comodín de “que todos están fabricando bulos contra mí” está demasiado extendido. Y, al igual que sucede ahí, lo que querrían algunos es implantar su ideología única para acabar con todos aquellos que cuestionen unas determinadas formas de hacer y algunas propuestas que, como siempre sucede, acaban perjudicando a ese alumnado más vulnerable.

A mí me gustan las evidencias. Me gustan las investigaciones. Me gusta que, más allá del matonismo de algunos en redes sociales, se hagan propuestas interesantes, serias y de utilidad para el alumnado y aplicables en los centros educativos. Es que fabricar un bulo (o inventarse la respuesta a un bulo que no existe), crear enemigos inexistentes y taxonomizar a aquellos que no comulgan con nuestras ideas, mediante determinados adjetivos, es muy poco serio. Y ya no entro en el sesgo que supone hablar o defender ciertas cosas en educación según quién las proponga. Los sesgos interesados también son bulos. Posicionarse en educación porque algo lo hayan dicho “los tuyos” o “los otros” también es participar en un gran bulo.

Nunca me he casado con nadie a nivel político en el ámbito educativo. Leo y analizo qué se propone, qué se hace y cómo se está llevando a cabo. Lo que, por haberme hecho mayor, cada vez soporto menos es ver cómo determinados discursos, basados en la nada, se acaban implantando en la cultura popular. Y eso es algo que no entiendo cuando, supuestamente, formo parte de un colectivo formado e informado. Digo supuestamente porque, al final, al igual que hay docentes que caen en la homeopatía de creer que algo es más efectivo cuanto más diluido esté, también lo hacen en el ámbito educativo. Algo que, como llevo repitiendo desde hace mucho, me preocupa.

Hoy cierro por unos días. No es por necesitar reflexionar. No lo necesito. Eso sí, hasta el domingo (o el lunes) no vais a volverme a ver por aquí. Puede ser un bulo o no. Pero, en caso de que mañana o pasado recibáis un artículo mío por algún medio, pensad que es un bulo. Aquí si uno puede convertir realidades en bulos, podemos hacerlo todos. Y en cualquier ámbito. A ver si no.

Hoy me quedan unas horas de trabajo por delante. Eso sí, solo unas horas. No nos vengamos arriba.

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