El modelo de centros educativos

No es descabellado pensar que, quizás, uno de los grandes problemas que presenta nuestro sistema educativo es la estructura que presentan nuestros centros educativos. Centros donde se mezclan heterogeneidades de edades y cómo no, expectativas educativas de unos y otros. Centros educativos diseñados bajo un determinado modelo que, por desgracia, junta edades e intereses demasiado dispares para poder funcionar tal y como debiera. Sí, me estoy refiriendo a la distribución por edades en los centros educativos y a su agrupación en CEIPs (Centros de Educación Infantil y Primaria) o IES (Institutos de Educación Secundaria), manteniendo, en algunos centros muy localizados, los CIFP (Centros Integrados de FP). Tampoco conviene perder de vista la existencia de centros específicos de Formación de Personas Adultas, Conservatorios y EOI (Escuelas Oficiales de Idiomas). Centros muy ligados a aprendizajes y que, quizás, debería ser completamente reformulados.

Queda claro, si uno tiene un poco de sentido común, que mezclar alumnos de Bachillerato y FP con alumnos de 12 años es un auténtico despropósito porque, por mucho que se intente adecuar la normativa del centro a esas especificidades, al final, lo único que se consigue es gestionar mal la libertad de la que deberían disfrutar los primeros e, impedir que, por desgracia, pueda llegarse también a gestionar correctamente las necesidades de nuestros alumnos de los primeros cursos de la ESO. En este caso la LOGSE se equivocó en su momento ya que, metodologías y estructuras de funcionamiento, son incompatibles en ese rango de edades. No, no lo digo yo. Lo dicen la mayoría de mis compañeros de Secundaria, muchos de Primaria y, cómo no, gran parte de alumnos de las etapas postobligatorias. Bueno, y no digamos ya si preguntamos la opinión de los padres. Un detalle, la LOMCE, más o menos descafeinada que tenemos en la actualidad tampoco ha abordado el tema de plantearse un nuevo modelo de centros educativos.

La propuesta es, ¿por qué no reformular radicalmente el modelo de centros actual y romper, de una vez, una lanza en función de los alumos que, por desgracia, se ven abocados a una convivencia poco productiva? ¿Por qué no, dentro de las limitaciones a nivel de infraestructuras que poseemos, jugamos con ellas para favorecer un modelo más acorde con las necesidades que poseen nuestros alumnos?

Hace tiempo que tengo claro que la Formación Profesional debería tener sus propios centros educativos.  Ahora con la FP Básica, me queda mucho más claro que deberían existir centros educativos específicos de FP, bien dotados a nivel de recursos (humanos y materiales) con un sistema de autonomía suficiente que les permitiera diseñar un correcto aprendizaje de sus alumnos. Y, además tengo claro que esos centros de FP, en lugar de plantearse estar sólo en contacto con la empresa, se plantearan establecer relaciones con la Universidad para poder, dentro del propio aprendizaje de los alumnos, establecer una movilidad temporal entre los mismos y los docentes, entre centros donde se prepara a los alumnos para el mundo laboral y la innovación más puntera del ámbito (que, por cierto, se halla en la Universidad).

También creo que sería bueno devolver al alumnado de la ESO a los centros de Primaria (ya habéis visto que no de Infantil). ¿Hay espacios suficientes con las infraestructuras actuales? Sí, siempre y cuando destinemos todos los CEIP e IES a albergar a dichos alumnos. ¿Nueva denominación? ¿CPESO (Centros de Primaria y ESO)? Un trabajo conjunto entre docentes de Primaria y Secundaria puede dar muy buenos frutos y, agrupar alumnos de 6 a 15 años es mucho más productivo a nivel educativo que obligar a alumnos de 12 a desplazarse de centro educativo. Los maestros y profesores deberíamos trabajar en conjunto para dotar a dicha etapa de entidad propia e integrar en la misma proyectos metodológicos que mejoren el aprendizaje.

¿Centros de Infantil? Creo que debería haber una oferta educativa de 0 a 6 años específica. Con profesionales capacitados que tengan estrategias para tratar a esos alumnos en centros con dinámicas y funcionamiento -a todos los niveles, incluso el horario- totalmente diferentes de la etapa educativa obligatoria. Dichos centros deberían ir de la mano con una mejora en las condiciones laborales que permitieran que, los padres y madres con hijos en ese rango de edades, pudieran conciliar la vida familiar y laboral.

Y aquí seguro que viene la pregunta del millón… ¿qué hacemos con el alumnado de Bachillerato? Hemos hablado de FP, Primaria, ESO e Infantil pero, nos hemos dejado en el tintero -intencionadamente- al alumnado que quiere seguir estudiando una vía más teórica una vez finalizada la ESO. ¿Qué hacemos con ellos? Ya no nos quedan espacios porque les hemos dado sus centros a los alumnos de este nuevo CPESO. . ¿Entonces, cómo gestionamos a esos alumnos? Yo lo tengo claro. Creación de espacios en las Universidades para dar esos dos cursos de Bachillerato o uso de los espacios de las Escuelas de Adultos, Escuelas Oficiales de Idiomas o Conservatorios en horario de mañana. Y, ¿por qué no plantearse en un futuro la creación de centros específicos donde impartir todas estas enseñanzas y, además, toda la formación subvencionada por los ayuntamientos, CCAA, Estado u otros organismos públicos? Formación que podría darse tanto en estos nuevos centros como, en caso de ser más profesionalizadora, en esos centros de FP que se habrían creado.

Como resumen de lo propuesto anteriormente y, siempre teniendo en la recámara la necesidad de integrar a las Universidades en la reformulación de todo el modelo de centros educativos, estaríamos hablando de lo siguiente:

  • Escuela de Infantil, con la denominación adecuada, que escolarizaría al alumnado de 0 a 6 años.
  • CPESO (Centros de Primaria y ESO), donde se escolarizarían los alumnos desde los 6 a los 16 años (desde el primero de Primaria actual hasta cuarto de ESO).
  • Centros de Bachillerato, integrados en centros de adultos, EOI, Universidades, etc. donde escolarizarían alumnos de primero y segundo de bachillerato
  • Centros Específicos de Formación Profesional, donde se hallarían alumnos de FP básica y ciclos formativos de grado medio y superior (pudiendo estos últimos realizarse de forma transversal entre estos centros y la Universidad). Si queremos abocarnos en un modelo único, sin tener que estar distinguiendo entre básica, grado medio y superior, nos podríamos plantear un primer año a la recepción de una formación incorporativa (tipo programa inicial y de adaptación a los estudios) y dos años más para sacarse un ciclo formativo de grado medio o cuatro para uno de grado superior (el paso de grado medio a superior -de la misma rama profesional- se habría de realizar de forma automática, sin curso puente ni pruebas de acceso).

Reformular los centros educativos y su modelo se hace necesario. Más aún después de años viendo que, al menos en cuanto a agrupamiento de edades y centros en los que se ubica el alumnado, la situación no está funcionando.