Las ratios

Uno de los principales temas, y de los más recurrentes a la hora de hablar de necesidades educativas, es el de hablar de ratios. Ratios que, más allá de la manipulación del concepto que realizan unos y otros, consisten grosso modo, a nivel de lo que afecta realmente al aprendizaje de los alumnos y a la forma de dar las clases, en el número de alumnos por clase (o más bien, el número de alumnos por asignatura o materia. Nada que ver el concepto con el interesado número de alumnos por docente, obtenido por determinados informes educativos y vendido por determinados políticos, en el que relacionan ese ratio con la división en bruto entre el número de alumnos de un centro educativo y los docentes que trabajan en él. No es una relación cierta porque, como ejemplo básico, la manipulación llevaría a considerar que un centro con 300 alumnos y 30 docentes tiene un ratio de 10 alumnos por docente. Algo que es totalmente falso ya que, ni los docentes tienen todo su horario laboral como lectivo -o sea, impartiendo clase-, y existen diferentes casuísticas en los docentes que, formando parte de equipos directivos o diferentes cargos (por ejemplo tutorías), liberan parte de su horario lectivo para hacer determinadas tareas. Y ello conlleva que, a veces desde la OCDE o desde la propia administración educativa propia se venda un determinado número cuando, al final la realidad es que hay aulas muy masificadas.

¿Cuál es la ratio perfecta? ¿Cuál es ese número clave que permite personalizar el aprendizaje a los alumnos y que puede ser asumible con los recursos actuales?

Pues bien, en mi opinión y como propuesta a realizar sobre el tema, las aulas podrían mantener ratios de 12 a 16 alumnos. Menos implica un despilfarro de recursos y más, ya sabemos muchos lo que comporta. Por tanto, ¿cómo es que con las plantillas actuales, pudiendo mantener esos bajos ratios, nos encontramos con asignaturas con 25, 30 e incluso 40 alumnos? ¿Qué estamos haciendo mal para que se den los datos anteriores de concentración de alumnos? ¿Quién es el responsable de lo anterior?

Toca entrar en terreno pantanoso. En mantenimiento de privilegios de algunas asignaturas, en la profusión de optativas con pocos alumnos, en la existencia de un entramado que eleva la optatividad hasta el infinito y que obliga a gastar recursos humanos en lo anterior. ¿Alguien me puede explicar qué sentido tienen asignaturas con cinco alumnos? ¿Alguien me puede explicar, más allá de lo imprescindible que es su materia y lo bien que les irá a los alumnos si escogen su asignatura, qué hacen esas asignaturas en el currículum de ese centro? ¿Alguien me puede explicar qué pinta tanta optatividad en etapas obligatorias? ¿Alguien me explica por qué, en lugar de jugar con los recursos que tenemos para reducir las ratios de forma global, cargamos unas determinadas asignaturas mientras otras tienen menos alumnos de lo que sería coherente?

Conozco el discurso. Que se debe favorecer la personalización del aprendizaje aumentando la optatividad. Que dicha optatividad permite una mejor atención a la diversidad del alumnado. Que grupos de cinco, seis o siete alumnos permiten que esos alumnos que van mal en Matemáticas o Lenguas puedan aprender de forma más fácil. Si un docente no es capaz de personalizar un aprendizaje para 12 (tirando largo hasta 16 alumnos) es que hay algo que falla. Y lo que falla no sería el ratio. Que lo que no tiene sentido es que para beneficiar a algunos se estén cargando las clases hasta ratios insostenibles. Que dar Informática con 24 mientras hay 3 que dan Religión o 4 Meteorología no tiene ningún sentido. Quizás es que lo que falla es la autonomía de centro. Quizás es que hay más intereses en defender chiringuitos que en disminuir las ratios de forma global. Quizás es que conviene cargarse la Meteorología de 3 horas semanales y hacer de los dos grupos de 25 alumnos en Ciencias Sociales tres de 16 alumnos. Quizás es que no estamos tan mal de profesorado pero sí de saber gestionarlo bien. Reiterando y recordando, claro está, la premisa de que la división número de docentes por número de alumnos nada tiene que ver con las ratio.

Al final lo de las ratios no deja de ser un problema de gestión porque, siendo realistas y pisando un poco los centros, ¿alguien se plantea que con el profesorado actual -al menos en Secundaria- no podríamos reducir las ratios a los números que considero ideales? ¿Alguien se plantea que si no hubiera el típico profesor que quiere su optativa de Bachillerato de ratio mínima con alumnos filtrados no mejoraría la posibilidad de destinar horas de profesorado para reducir ratios? Que una cosa es defender los derechos de los alumnos y los nuestros pero, otra muy diferente, es querer vivir bien a costa de que los alumnos se vean perjudicados por lo anterior. Porque, vamos a ser serios de una vez, la optatividad y el chiringuitismo educativo es lo que hace no poder destinar recursos a los alumnos que lo necesitan.

De lo anterior se deduce que, la propuesta para reducir las ratios debe venir de dos actuaciones diferentes: una para racionalizar el número de asignaturas que se imparten y, una segunda destinada a valorar, por parte de la administración según la complejidad del centro educativo, la posibilidad de incorporar más docentes para la atención de determinada tipología de alumnado.

Unas buenas ratios incidirán positivamente en lo que aprenden nuestros alumnos, en mejorar la calidad del sistema educativo y en evitar la segregación porque, al final, todo lo que implique una mejor atención individualizada de los alumnos y más posibilidades de detección de los problemas, a nivel de aprendizaje que puedan tener, mejoraría los resultados de todo el proceso educativo.

No lo olvidemos nunca, el fracaso escolar se fragua en Primaria y, por eso, es la etapa en la que debería haber un mayor interés en esa reducción de ratios que se propugna en la propuesta. Una propuesta a coste cero que, en primer lugar, debería acoplarse a otra acerca de qué es necesario aprender y sí debemos seguir manteniendo el modelo de asignaturas como cajas aisladas en las primeras etapas del sistema educativo.