No progreso adecuadamente. Quizás esta frase sea lo que más define mi trabajo en este primer trimestre de curso. Me he equivocado en ciertos planteamientos. He dotado de importancia en mi labor profesional a cosas que, quizás sí que afectan positivamente a mi centro educativo pero que, por desgracia, no lo son tanto. Y, como me está sucediendo en los últimos tiempos, estoy todavía, después de un curso ya de haber vuelto a las aulas, sin saber qué rol tomar.
Tengo grandísimos compañeros en mi centro. Al igual que todos los centros complicados y masificados, lo importante son los profesionales que hacen que todo tire para adelante. Tengo compañeros saturados, algunos que quieren ir mucho más allá sin medios, un centro imposible de dirigir por bien que lo intenten hacer desde el equipo directivo,… Es que son tantas cosas que lastran mis sensaciones.
No sé si he nacido para jubilarme en un centro de dos mil quinientos alumnos (llegan a decenas nuevos por semana que pasa). Tampoco tengo claro si mi intención será hacerlo en el nuevo centro, que ya nace masificado, al que nos van a llevar a los docentes de ESO y Bachillerato para convertir mi centro actual en un Centro Integrado de FP. Estoy en una disyuntiva profesional muy compleja. Especialmente porque, a pesar de la calidad humana y profesional que encuentro a mi alrededor, hay cosas que me gustaría cambiar. Y no puedo hacerlo. No me veo con fuerzas aunque vaya siempre con la sonrisa por delante. Físicamente tengo mucho lastre aunque no lo demuestre y, por culpa de esas limitaciones, hay cosas que se me escapan. Además no llevo nada bien el tema de la codocencia en el taller. Es que un taller único de Tecnología hace que cualquier cosa que debiera hacerse, no pueda. O yo no he sabido cómo aclimatarme a maneras de funcionar diferentes. Y el tema dotacional es de risa. ¿Sabéis cuánto tiempo hace que no se dotan los talleres de Tecnología en la Comunidad Valenciana? Sí, seguramente el mismo que en vuestras Comunidades. Eones.
Tengo sentimientos encontrados con mi trabajo. Estoy intentando digitalizar muchas cosas y no llego. No llego ni cogiendo horas que no son para eso. Pero, sabéis qué, no hay nada que me disguste más que no poder llegar a más. Soy muy exigente con mi trabajo. Y reconozco que, al menos en mi caso, tengo todo el apoyo y la ayuda, tanto del equipo directivo como muchos cafés que puedo tomarme con mis compañeros. Estoy feliz por eso. No estoy feliz por mi enfoque. Que es, por cierto, otra cosa.
Creo que estas vacaciones me las voy a tomar como reflexión. También como período de descanso porque, al final, he acabado muy cansado. También deduzco que es por culpa de estar enfermo estos últimos días y llegar arrastrándome al IES aunque, lo que no voy a hacer después de un año sin ir, es no poder ir a contar chistes de catalanes en la comida de hoy. Tengo todo el repertorio preparado. Es lo que tiene ser catalán en Valencia. Tenemos un montón de chistes que nos afectan.
No sé cuál será mi proyecto profesional de futuro. Lo que sí que voy a intentar es, como mínimo cuando vuelva de las vacaciones, intentar cambiar algunas cosas y perspectivas profesionales. Y dedicarme más a un alumnado que, al final, es el que se merece que yo haga las cosas bien.
Finalmente os informo que hay ciertos bolos que me he comprometido aceptar a partir del 2023. Vuelvo a estar fuerte para volver a pisar los “escenarios”. Y estas Navidades aprovecharé para cambiar repertorio e indumentaria. Los gurús visten de Prada. Bueno, yo lo haré con ropa del mercadillo pero que, al final, acaba durando más porque, lo importante nunca ha sido cómo contar las cosas… lo importante es qué contar.
Felices Fiestas. Os las merecéis.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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