Estos días toca hacer reflexiones en voz alta. No es mi final de año porque, al igual que todos los docentes, el mío empieza en septiembre. Pero sí que me apetece hablar de ciertas cosas. Además, como ya sabéis los que os pasáis por aquí (¡que, por cierto, cada vez sois más!), esto dista mucho de ser algo más que la bitácora personal del que escribe: un docente de Tecnología, catalán y residente en Puerto de Sagunto. Y, lo que es más importante, con una familia maravillosa.
Hay vida más allá de los encarnizados debates en Twitter o en otras redes sociales. Hay planteamientos personales que van muchísimo más allá de la LOMLOE, el DUA, la OCDE o la pedagogía mal entendida. Hay cuestiones que, por mucho que algunos se empeñen en trasladarlas a un barrizal, siguen siendo más limpias de lo que nos pensamos. Además, siempre tras el teclado hay más gente buena que mala. Mucha más. Lo que pasa es que los segundos siempre hacen más ruido y, por desgracia, parecen que sean mayoría.
La realidad virtual no es realidad. Es una simulación de una realidad paralela en la que, por lo visto, parece que haya temas candentes que, cuando bajas al aula, jamás se discuten. Ahora hay muchos más docentes interesados en saber el proceso de consolidación de plazas por méritos que en si hay colectivos inclusivos o segregadores. A mí, por ejemplo hoy, me importa más que pueda hacer de pinche válido para los buñuelos de bacalao que si hay defensores o detractores de la LOMLOE en Twitter. Y eso que puedo entrar para decir alguna tontería. O dos si se tercia. Además, esta tarde una vez realizada la segunda comilona pantagruélica, posiblemente me ponga a decir cosas desde el sofá en posición horizontal. Sabed que se puede tuitear en vertical o en horizontal. Incluso desde el trono de felicidad máxima.
Estoy muy feliz de lo que tengo. Sería mucho más feliz con más cosas y, como siempre digo, nadie debe conformarse con lo que tiene. Querer más, no solo a nivel económico, es tener ganas de evolucionar. Pasar de zona de confort a zona de confort con sillón masajeador. Creo que se entiende a qué me refiero. Nada de sufrimientos innecesarios. La vida ya nos hace sufrir en demasiadas ocasiones.
Hoy me he levantado pronto, he subido a la terraza, he mirado a lo lejos (a ese Alto Horno que veo desde la terraza) y, me he dado cuenta de que, a pesar de poder quedar una foto maravillosa para Twitter, Facebook o Instagram, lo importante era ese momento. Y mis recuerdos futuros del mismo.
Más allá de las redes sociales docentes está LA VIDA en mayúsculas. Una vida que, aunque venga salpicada por determinadas necesidades de hijoputez que tenemos todos, es muy diferente a lo que se nos vende desde determinados lugares.
Yo siempre digo que en las redes sociales no se conoce a nadie. Las personas tras un teclado fingen. Pueden fingir incluso años, aunque al final seguramente enseñen la patita. Fuera del teclado todo es otra cosa. Y, aunque en ocasiones la realidad no guste, es lo que debemos y podemos cambiar.
¡Feliz Navidad!
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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