El horario del profesorado

Los docentes deberíamos estar a lo largo de TODA nuestra jornada laboral en los centros educativos en los que damos clase. No vale decir que en casa podemos trabajar mejor, corregir mejor o, simplemente, tenemos mejores recursos de los que nos ofrece la administración para preparar ciertas cosas. El docente no debe/puede hacer horas extras. El docente, al igual que el resto de trabajadores, debería ceñirse a la jornada laboral porque, en otro supuesto, aparte de estar incumpliendo la ley, está haciendo un flaco favor a todos aquellos que lucharon por los derechos laborales. Y también a aquellos que, por desgracia, están siendo tratados como mano de obra barata, sin horarios que jamás están teniendo ni el derecho a respirar en horarios laborales de más de doce horas al día.

El docente no debería formarse fuera de su horario laboral. Tampoco es productivo el trabajo insano que algunos están realizando bajo el supuesto de que, si no aumentan así su dedicación a la profesión, las cosas no salen. Lo siento, no es nuestro problema como profesionales. La vocacionalidad o habernos vendido que sin ese extra no van a hacerse las cosas y nuestros alumnos van a ser los perjudicados, lamento deciros que es algo totalmente contraproducente. Entiendo que algunos jamás participen en huelgas pero, por respeto a su profesión, deberíamos plantarnos cuando el reloj haya asumido, semanalmente, esas horas de trabajo.

Estoy convencido de que los docentes deberíamos estar toda nuestra jornada laboral en el centro educativo. Que la formación también debería realizarse ahí y que, en el momento de salir de nuestra profesión, uno debería ser capaz de dedicarse a otras cuestiones (o también puede dedicarse a temas educativos, aunque estos no deberían ser los que vienen con el pack profesional). Creo que se me entiende.

¿Y cómo hacemos lo anterior? Pues de una manera muy sencilla… colocar un mecanismo en todos los centros educativos para que los docentes sellemos (al entrar y al salir), introducir módulos de trabajo individuales (cada uno con su espacio para cada docente y su equipo) y, cómo no, posibilitar la existencia de un día para cada docente que pueda ser compensado en caso de realizar excursiones o actividades al margen de su horario lectivo. No es tan difícil montar un horario a cuatro días. Eso sí, el quinto, en caso de no ser compensado por actividades extras, debe ser de obligada asistencia.

La propuesta consiste en 37,5 horas en el centro educativo. Claro que se puede, al igual que en todas las empresas, gestionar los horarios para que, por ejemplo, un docente que debe llevar a sus hijos al colegio, pueda entrar más tarde y recuperar esas horas por la tarde. Hacer unos buenos horarios lo permitiría. Y todo ello sin perjudicar a terceros porque, al final, lo único que sucede con horarios “con huecos” o bajo criterios “personalizados”, en función de la antigüedad o el caché de determinados docentes en sus centros, es que acaban siendo un lastre para otros docentes. Y ya no digamos el tema de la generación de horarios bajo criterios de beneficios a determinados docentes sin tener en cuenta ningún criterio pedagógico…

Se acabarían así también las quejas con los horarios lectivos de gente que quiere largarse a las once el viernes, los que quieren entrar a las once porque les gusta dormir o, simplemente, se acabaría con esos privilegios de unos que, por desgracia, repercuten en negativo a terceros. Si ya se tiene que estar en el centro, al final se podrían montar horarios pensando en los alumnos y no sometidos a presiones que sabemos bien quién las ejerce. No son muchos pero, para aplacarles, siempre se les da lo que quieren. Creo que toca acabar con eso porque, al final, se trata de una profesión más con un objetivo concreto: el aprendizaje de nuestros alumnos.

Trabajar más de lo que nos toca como profesionales es un error. No me sirve decir que es culpa de la administración porque, sinceramente, tanto en la propuesta planteada, como en la necesidad de ponernos un límite al trabajo de aula (antes he abierto el abanico para que uno pueda ampliarlo en cosas que le interesen o la posibilidad de considerarlo como afición), se destaparía la realidad de la situación actual: que los centros educativos, con las ratios y recursos de que se dispone, no funcionarían si no fuera por «lo malos trabajadores» que son sus docentes.

Y ya si queréis, añadimos a la propuesta matices en centros de jornada partida. Comida mucho más corta y computable -o no- dentro del horario laboral al igual que otras profesiones, cómo aplicamos el exceso de horas, qué hacemos con los centros con horario de tarde, y un largo etcétera de cuestiones.

Fichar es de muy fácil implementación. Hay miles de dispositivos tecnológicos, que además permiten consultar el saldo horario por parte de los profesionales de la educación, que pueden ser instalados y gestionados mediante programas que, diseñados por la administración educativa o adquiridos a terceros, salen muy bien de precio. Por tanto, la cuestión sería más a nivel de infraestructura y dotación de módulos para que los docentes pudieran trabajar para preparar clases, corregir exámenes, etc. con su equipamiento informático y conexión a internet, además de disponer de espacios donde realizarse las reuniones de trabajo y/o evaluación. Si uno no coincide con sus compañeros de trabajo en horario laboral va a ser imposible que se coordine con los demás. De ello una propuesta que, al final, acabaría beneficiando a los docentes que sí hacen bien su trabajo (que son la mayoría) y, en este caso, perjudicando en exclusiva a aquellos que solo hacen lo posible para escaquearse de sus funciones.

Una propuesta de las más sencillas y económicas de llevar a cabo por parte de la administración educativa. Un detalle importante: eliminar las preferencias horarias del profesorado, haría que fuera posible la confección del horario del personal por parte de la administración, liberando al jefe de estudios de una de sus tareas más ingratas y, a las que dedica muchísimo tiempo.