¿Qué pasaría si impusiéramos o recomendáramos determinadas metodologías?

¿Os imagináis un centro educativo en el que se obligara a dar clases magistrales? ¿Os imagináis un centro educativo en el que se pasara un modelo para que, dentro del proyecto de dirección del equipo directivo, hicieran que los docentes que ponen deberes firmaran porque el mandar deberes está dentro de ese proyecto de dirección? ¿Os imagináis un centro educativo en el que se dijera a todo el profesorado cómo dar clase y qué metodología pueden usar? ¿Os imagináis que se vetaran las TIC, se impusiera por decreto que los especialistas solo pudieran dar aquellas asignaturas para las que se han especializado y que se va a aplicar tolerancia cero con las disrupciones del alumnado en el aula? ¿Os imagináis lo anterior?

Pues no, no os lo imaginéis. Si a alguien se le ocurriera proponer (ya no digamos hacer) lo anterior se le tildaría de reaccionario, retrógrado o, simplemente se usaría el comodín típico de fascista. La inquisición está controlada por un determinado punto de vista, políticamente correcto, acerca de la educación. Y lo que llena los medios y recibe miles de aplausos por algunos que, curiosamente ven en una determinada imposición pedagógica una luz divina, en caso de que dicha imposición fuera en contra de lo que dicen los medios o se vende en las redes sociales, saltarían como una jauría a degüello de quien lo propusiera. O quizás no. Hay algunos a los que les dan igual las imposiciones mientras no se les obligue a pensar mucho. Si les das un ABP masticadito, unos recursos ya montados y disponibles para ser usados solo de una manera o, simplemente, les solucionas la papeleta con un libro de texto que ni tan solo sigue el currículo, pero que van a usar como libro de hechizos sin saltarse ni una coma, ya les vale. Va, aclaro antes de que alguien entienda a estas alturas del post lo que no estoy diciendo: no es malo disponer de recursos, lo malo es usarlos en bruto y de forma única.

Nunca he entendido que alguien pueda considerar, salvo para lo que no quede más remedio o se sepa que es algo positivo, las imposiciones como algo bueno. No, no hay imposiciones buenas. Hay imposiciones necesarias pero, en el ámbito educativo, todo lo que se refiere a la gestión que hace el docente de su aula jamás debería estar sometido a imposición. Que no esté sometido a imposición, tampoco exime de estar sometido a evaluación. No todo vale. No vale uno que esté dando una determinada asignatura y se pase el día hablando de su orientación sexual, de lo que hacía en su juventud o, simplemente, esté poniendo a parir al partido político de turno. En cambio sí que me vale que uno, mientras siga el currículo y consiga que su alumnado aprenda, da igual que use la metodología A, B, C, AB, ABC,… o mande o no deberes (bueno, eufemísticamente tareas curriculares de repaso, mejora o ampliación). Incluso da igual si usa o no las TIC, agrupa su clase para hacer debates y trabajos en grupo. Iré más lejos, en determinados grupos y etapas, aunque lo critiquemos en las redes, puede intentar hacer que su alumnado aprenda mediante juegos o vaya disfrazado de Pantera Rosa a dar clase. No es un problema. El problema es cuando ese modelo se nos vende como maravilloso o único. Los modelos metodológicos y lo que hace uno en el aula va a depender, como he dicho siempre, del alumnado que tenemos delante.

No es bueno imponer ni recomendar metodologías o praxis pedagógicas. Lo bueno es dar información y evidencias acerca de cuáles funcionan mejor. Y con ese conocimiento, los docentes, grandes profesionales de lo suyo, van a hacer lo que sepan que, con el alumnado que tiene, les va a ir mejor. Y se equivocarán. Y nos equivocaremos. Y habrá clases que nos saldrán peor y otras mejor pero, al final, la docencia, al igual que el arte para hacer cualquier cosa o ejercer cualquier profesión, está más relacionado con lo que uno sabe, con lo que uno prueba, con lo que uno lee, con lo que alguno ve que puede funcionar y lo intenta, que con imposiciones o recomendaciones inquisitoriales por parte de algunos.

Hay docentes a los que les gusta mucho ir de inquisidores. A mí me preocupa más que el alumnado aprenda. No creo que ningún docente entre en un aula con ganas de que su alumnado no aprenda. Es por eso que no entiendo a aquellos que intentan imponer, desde su posición de poder o altavoz mediático, ciertas cosas a sus compañeros. Menos aún ver como, por desgracia, esos que intentan imponer ciertas cosas, sin ninguna evidencia, más allá de las creencias de esos inquisidores, curiosamente, están en contra de que les impongan a ellos lo contrario de lo que ellos quieren imponer.

No pretendo con este post meterme con nadie. Tan solo pretendo que, los que tenéis la verdad metodológica y de cosas que pueden o no pueden hacerse en el aula, recapacitéis y veáis que, por desgracia (¡ojalá no fuera así!) cada aula y cada alumno son un mundo. Y todo lo que hace referencia a imposiciones o recomendaciones metodológicas siempre puede acabarse volviendo contra vosotros porque, ¿os imagináis que a alguien en vuestro centro se le diera el poder de imponer lo anterior y os dijera que debéis de dejar de hacer ABP, dejar de usar ABN o las TIC, o debéis mandar deberes? ¿A qué no os gustaría lo anterior? Pues vivid y dejad vivir. Los docentes lo que necesitamos son otras cosas que, por ahora tienen muy poco que ver con hacer las cosas o no de una determinada manera. No necesitamos ni inquisidores pedagógicos ni aquellos que, desde su (falsa) superioridad pedagógica, nos indiquen qué es bueno para nuestro alumnado indicándonos que lo adecuado y conveniente es seguir sus dictámenes sin fisuras.

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