¿Debe el sistema educativo responder a las demandas del mercado?

¿Debemos formar en función del mercado y/o en función de las demandas sociales? ¿Debemos dejar que sean las empresas las que decidan qué debe darse en las aulas, qué títulos universitarios son o no necesarios, qué modelo de FP se necesita o, simplemente qué es útil y qué no para sus necesidades? ¿Debemos realizar una formación que, aunque no esté basada en criterios productivos, sí que permita un cambio de modelo productivo en función de una formación exigente y global? Yo lo tengo claro. No deberíamos formar en función de lo que nos dicen las empresas. Ello no obsta a estar del todo, por ser una postura suicida y poco realista, al margen del mercado.

Tengo claro que no debemos formar a trabajadores sumisos, sin una buena base humanista, científica y técnica. No creo que si tenemos un mercado basado en un porcentaje determinado de empresas de un determinado sector debamos ofertar formación para satisfacer sus demandas. Si nos quejamos del ladrillo y de la hostelería, por sus pésimas condiciones laborales, no podemos abocar nuestros esfuerzos a preparar solo mano de obra para esos sectores. Ni tampoco podemos decirle a la empresa X que decida qué currículo tiene que tener una determinada titulación. Así perpetuamos un modelo económico que, ni es sostenible ni permite mejorar la vida de las personas que viven en nuestra sociedad. El mercado se autorregula en función de la oferta y la demanda. Y, al igual que sucede con las criptomonedas, es complicado saber qué oferta y qué demanda vamos a tener. Por eso la necesidad de la apuesta por una formación global más allá de la empleabilidad futura. Es que esto de conocer el futuro es complicado. Que se lo digan a los que creían que jamás iba a dejar de subir la vivienda o a los que invertían en valores seguros.

No me parece mal que la empresa aporte sus puntos de vista acerca de qué debe enseñarse. No me parece mal que se pidan camareros, electricistas, fontaneros, diseñadores de apps o de videojuegos. Otra cuestión es que esas peticiones decidan qué debe enseñarse o cuántas plazas deben ofertarse de cada tipo de estudios. No debería permitirse que presionen a la administración educativa para que decida que, como los filósofos, filólogos o historiadores tienen pocas salidas profesionales, mejor dejar de impartir esas carreras. Que la Universidad y la FP deba amoldarse al mercado actual. Que, al final, sea mejor tener empleo a corto plazo mal pagado que pretender tener unas condiciones laborales que permitan vivir con dignidad. No es una crítica a las empresas. Es una crítica al modelo productivo, basado en nuestro país en turismo y, ahora retomándose de nuevo, ladrillo. Y a la excesiva injerencia de las mismas en decisiones que deben ser estudiadas por los profesionales del ramo, al margen de presiones y de forma lo más neutra posible. Al igual que una empresa decide qué es mejor para ella, la administración educativa debe decidir qué es lo mejor para el alumnado.

El sistema educativo debe permitir mejorar el sistema productivo. Cambiar lo que no funciona y permitir que, con ciudadanos críticos, cultos, humanistas y profesionales preparados, se pueda dar un vuelco a un modelo económico que dista mucho de ser el óptimo. El sistema educativo está para mejorar la vida de las personas. No está para perpetuar ciertas disfunciones sociales. Y no estoy hablando de mundos de Yupi ni similares. Es algo bastante más serio.

Cuando ves que la mayoría de países están optando por modelos educativos que retoman de nuevo el humanismo, el pensamiento, la digitalización o el cambio de paradigma productivo y ves que, en nuestro país, se está optando por mantener el sistema productivo, que ya se ha demostrado que no funciona, mediante el intervencionismo empresarial en la educación, te das cuenta que quizás alguien va por el camino que no debería. Pero bueno, como dicen algunos, seguramente todos se equivocan menos nosotros.

Las empresas tienen sus objetivos, siendo el principal el de la obtención de beneficios. Objetivos lícitos y lógicos. La educación debe tener los suyos. Y el objetivo del sistema educativo debe ser tener a los ciudadanos más críticos y más formados. Ni se puede vivir de espaldas a la realidad ni creer que la realidad no puede cambiarse. Si ya nos damos por vencidos, apaga y vámonos.

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