Me llamo, para aquellos que no lo sepáis, Jordi Martí. Soy profesor de Tecnología de la pública, con dos décadas y media de experiencia, y plaza definitiva en un IES de mi localidad de residencia. Un sitio plagado de gente fantástica. Un centro plagado de profesionales fantásticos. Claro que hay excepciones. Eso sí, convertir excepciones en estandarizaciones es algo que solo pueden hacer, de forma muy barriobajera, los que estén interesados en ello.
El otro día leí un artículo que hablaba de los rojipardos en educación. He leído otros referidos a los profesaurios, los carcas, los defensores de que se siga explicando la Lista de los Reyes Godos o, simplemente, los amantes de la tarima. Joder, encajo con muchos de esos calificativos. Bueno, mentira, no encajo en ninguno porque, a lo mejor hoy me levanto con ganas de hacer algo en la clase de cuarto de ESO y acabo haciendo otra cosa. Me levanto creyendo que voy a imprimir algo en la impresora 3D y acabo el día sin acordarme de qué tenía que imprimir. Incluso me olvido, en ocasiones, de ser profesaurio. O rojipardo. O carca. Es que no puedo ser de una manera homogénea, aunque a algunos les interese homogeneizar. Al igual que mi alumnado, yo no soy un tornillo ni puedo ser medido en métricas normalizadas. Bueno, salvo cuando comparamos estadísticas de cierta parte de mi anatomía. Pero va, no sigo con el tema para no perder el hilo.
Lo que sí que tengo claro es que hay cosas de las que no soy culpable…
No soy culpable de las ratios. Lo siento, no soy culpable de que existan clases masificadas. Ni tampoco que las instalaciones de los centros educativos necesiten una buena capa de chapa y pintura. Y ya no digamos la imposibilidad de, con mi presencia o ausencia, que funcione o no internet en mi centro educativo. Ni en el mío ni en los otros.
No tengo nada que ver con la LOMLOE. Ni con la LOMCE. Ni con la LOE. Ni con la LOGSE. Ni con la LGE. Sí, no tengo nada que ver con la EGB en la que estudié. En el caso de la LGE, que instauró la EGB, debo reconocer que cuando se publicó no estaba ni en proyecto de ser persona.
Es que ya puestos, no tengo nada que ver con los cursos de formación del profesorado que ofrecen las administraciones, ni con la proliferación de teorías magufas como la de las inteligencias múltiples. Es que, por no tener nada que ver, no tengo nada que ver con el currículo de mi asignatura. Ni con lo que debo dar. Lo sé. Sé que os defrauda a algunos pero, por desgracia, tengo lo mismo que ver con lo anterior que con la muerte de Manolete o con la desaparición de los dinoaurios.
No pinto nada en la implantación del Plan Bolonia. Tampoco tengo nada que ver con la OCDE, la Fundación Bofill o alguno de esos grupos que aparecen, en los últimos tiempos, con soluciones educativas. Lo siento, tampoco tengo nada que ver con el modelo capitalista actual. No he creado el capitalismo. No tengo empresa ni trabajadores contratados. Tampoco tengo nada que ver con el comunismo, el fascismo, el nazismo o cualquier otro ismo. Soy un simple docente de aula de ideología muy permeable a los hechos.
Tampoco tengo nada que ver con la situación sociofamiliar de mi alumnado. Ni con los trastornos de conducta de ellos. Ni con sus ganas de aprender. No puedo hacer que aprendan más. Puedo intentar que aprendan. Puedo probar métodos uno tras otro. Puedo, incluso, reinventarme a lo largo de una misma sesión de clases. Otro tema es tener la varita mágica para que aprendan. Y esa, lamentablemente, no la tengo. Pero es que ni yo, ni nadie. Bueno, algunos dicen que la tienen.
Puedo ser culpable de muchas cosas pero, por favor, mis artículos en el blog o mis creencias acerca de cómo debería ser la educación, no tienen más valor de las que tienen. Sea rojipardo, verdinegro, cromado o blanco hielo.
Hay muchas cosas en educación que no tienen que ver con Jordi Martí. Muchas de las que no soy culpable. Muchas de las que algunos me acusan por creer, por evidencias, por aplicar el sentido común o, simplemente, por pensar un poco. Y, lo siento por ellos, no soy el culpable de nada de lo anterior.
Eso sí, si algunos buscan culpabilizar a alguien, ningún problema a un módico precio de que usen mi persona como saco de boxeo. Si se relajan, se sienten mejores o más importantes o, simplemente, quieren fabricar el hombre de paja perfecto, yo no tengo ningún problema. Y si vais justos de dinero y sobrados de animosidad, os dejo gratuitamente un período de prueba ilimitado.
Me llamo Jordi Martí. Soy responsable de algunas cosas. De otras, especialmente de las que algunos me acusáis en las redes o los medios de forma muy sectaria, lamento deciros, que no tengo nada que ver.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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