Es imposible no prestar atención a los desvaríos de algunos. Especialmente cuando los mismos atentan, tanto contra el sentido común como contra el alumnado al que, supuestamente, deben formar y capacitar. Es que, aunque uno haya visto pedagogos defendiendo la «no evaluación» o, tal y como he visto hoy, cursos de formación para equipos directivos catalanes en los que se dice textualmente «que hay profesores que son excelentes enseñando, que hacen que su alumnado aprenda y disfruten del aprendizaje pero deben cambiar su rol», no hay nada más grave que la apología de la ignorancia por parte de docentes en activo.
Va, voy a poneros en contexto. Licenciada en filología hispánica diciendo que se negó a leer El Quijote.
Lo lógico, después de tamaña barbaridad y de la apología absoluta de la ignorancia que destila el tuit anterior es suponer que todos los docentes, especialmente los de Lengua y Literatura Castellana o de cualquiera de las Lenguas, a nivel ESO, Bachillerato o Universidad, critiquen tamaño alegato. Más allá de que El Quijote te haya gustado o no. Más allá de que se considere una obra maestra o una obra infumable. Es un razonamiento que va mucho más allá. Se está alardeando de incultura, de ignorancia, de estulticia, de…
Pues no. Hay catedráticos de Lengua y Literatura Castellana que, curiosamente, dicen que al igual que los de la ESO no deben cenar en un restaurante Michelín, tampoco deben leer El Quijote. Salvo, claro está, los que sus padres puedan permitirse llevarles a esos restaurantes o leer ese tipo de libros. En definitiva, defendiendo la ignorancia de los más desfavorecidos porque, si eliminamos la función cultural de la escuela y el hacer que todo el alumnado tenga las posibilidades que no va a tener, en algunos casos, por su situación de partida, los estamos abocando a la indigencia intelectual. Y quién dice a la indigencia intelectual, dice cercenarles todas sus posibilidades futuras.
A mí me daría vergüenza difundir que veo vídeos de Llados o que miro Sálvame. Otro tema es que pueda ver algún vídeo del personaje o que, en ocasiones, tenga la vista puesta en programas de telebasura. Incluso leo algún tuit de Óscar Puente. Tenemos carroña para aburrir que, por contagio o por difusión masiva, consumimos. El problema es hacer apología de la ignorancia. Especialmente cuando esa ignorancia afecta directamente a nuestra capacitación profesional o, simplemente, impide a los que dependen de nosotros ser mejores, a todos los niveles, de lo que somos nosotros.
Hace unos años uno sentía vergüenza de no saber. Hoy en día hay personas que se sienten orgullosos de ello. Y eso, al menos a mí, me preocupa.
Por cierto, para finalizar este post de hoy, y agradeciendo a Sergio la posibilidad de usar una imagen suya para ilustrar este post, tan solo deciros que prefiero que no caiga el meteorito. Me quiero mucho y su caída ha sido una exageración. Tengo muchas ganas de vivir y seguir rodeado de la gente tan maravillosa que tengo a mi lado. Eso sí, a veces hay ganas de que caiga.
** Si a algunos os sale «meteórito» en el título es una errata (corregida ya). Es lo que tiene estar cansado e ir con prisas para ir a ver una película al sofá. 😉
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No es muy difícil escuchar a distintos profesionales ufanarse de haber aprobado algún ramo en su formación copiando o haciendo distintos ardides. El problema es mucho más transversal de los quisiéramos.