Debo reconocer que he caído en múltiples ocasiones en la compra de determinados elementos “pedagógicos” que, supuestamente, iban a revolucionar la educación. Caí con las cuatro patas en el discurso de que las TIC lo iban a revolucionar todo, que los proyectos y su gestión haría que nuestro alumnado llegara a cotas de brillantez extrema o, simplemente, creí que algunos éramos los buenos de la educación porque éramos los docentes 2.0 frente a aquellos que usaban legajos amarillentos en una escuela del siglo XX en la que había alumnos del siglo XXI. Lo reconozco, es muy goloso caer en ciertas cosas. Especialmente cuando no hay ninguna evaluación ni ganas de leer o investigar en profundidad.
Si uno oye determinados cantos de sirena en un congreso educativo, es lógico que, salvo que alguien le pegue un bofetón y le devuelva a la realidad, se deje abducir por ellos. Hay discursos que se venden muy bien. Además todos bajo el mantra de buscar soluciones milagrosas a hechos con los que es muy difícil de lidiar. No hay docente que no quiera mejorar el aprendizaje de su alumnado. No hay nadie que no quiera tener la varita mágica para poder captar la atención del alumnado y que, además lo anterior se haga consiguiendo un aprendizaje significativo. Ya, seguramente me vais a entrar en la anécdota de vuestro compañero de fatigas que solo busca un resquicio para escaquearse pero, al final, ¿no veis que también es alguien a quien también le interesaría mejorar su praxis educativa?
Hay docentes que se tragan lo de las inteligencias múltiples porque son incapaces de leer bibliografía científica. Por cierto, ¿cuántos de los que la venden o la compran se han leído algún libro de Gardner? No me vale una entrevista de prensa ni un vídeo de YouTube de unos minutos. Me estoy refiriendo a la lectura de su bibliografía. ¿Cuántos de los que mencionan a Dewey, Kilpatrick, Rousseau o Piaget han leído algo de ellos más allá de un extracto o para cumplir el expediente de alguna asignatura de Magisterio o para usar una frase que, en ocasiones, ni tan solo es suya, en las redes sociales? ¿Cuántos lo/s han entendido? Leer no siempre es entender. Y es muy complicado entender a ciertos autores. Lo digo por experiencia. He sido incapaz de entender algunas cosas que he leído sobre educación. Especialmente porque me he dado cuenta de que, curiosamente, los autores más reconocidos y reconocibles son los que juegan a poder ser entendidos de formas totalmente opuestas.
La obligación de los docentes de aula es la de formarse en metodología, mejorar en saberes y seguir las indicaciones que, supuestamente, alguien ha dicho, en función de investigaciones bien hechas, que funciona. Una agencia de evaluación del sistema educativo es imprescindible. No vale el bocachanclismo de algunos cuando les contratan para dar una ponencia “magistral y unidireccional” en la que van a criticar todo lo que suponga ser “magistral y unidireccional”. Las ponencias masivas o mediáticas es lo que tienen. Un montón de acólitos con ganas de aplaudir ocurrencias sin evidencia ninguna. Es que voy a ver a tal o a cual. Ése es el nivel de la mayoría de los que se matriculan a alguna de esas cosas. Compartir con “los suyos” unas ideas “que ya tienen”. Cada vez grupos más cerrados difundiendo su verdad educativa para los suyos. Una verdad, por cierto, más relacionada con la ideología que con otra cosa. Además, muchos de esos ponentes mintiendo a sabiendas. O sesgando lo que pueda ser incómodo para su discurso.
Hay cada vez más docentes que creen en la homeopatía educativa porque buscan soluciones fáciles donde no las hay. A veces ni tan solo hay soluciones porque, mal nos pese, en los centros educativos no hay superhéroes ni soluciones a problemas de contexto. No hay fracaso escolar (o el mismo es muy residual). La mayoría es fracaso social por mucho que nos rasguemos las vestiduras y creamos que podemos dar con la tecla para que todo funcione como un reloj.
Ya que el alumnado no son tornillos, ¿por qué nos empecinamos en creen en que lo son y que algo que nos venden puede valer para todos? ¿Por qué compramos un discurso único que adolece de todos los males que pretende criticar? ¿Por qué no leemos antes de comprar ciertas cosas? ¿Por qué nos quedamos en el bonito titular en lugar de ponernos a investigar qué hay tras el mismo? Ya sé que es mucho más fácil no hacerlo pero, ¿os imagináis que en lugar de vacunas os hubieran impuesto las manos o dado un azucarillo? Pues eso.
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