Hay una plaga en los centros educativos que crece año tras año y que, en los últimos cursos, se ha convertido en deporte oficial… el de los proyectos de cartón piedra. Ese despliegue de cartulinas, ideas desquiciantes, fotos para redes y presentaciones de PowerPoint que se venden como innovación. Cosas que, al final, no dejan de ser puro humo.
La dinámica es siempre la misma. Se monta un supuesto “proyecto” con nombre rimbombante —si lleva la palabra emocional, sostenible o gamificado, mejor—, se dedica más tiempo a diseñar el logo y el eslogan que a pensar en qué demonios va a aprender el alumnado, y al final todo queda reducido a unas cuantas fotos con caras sonrientes para subir al Instagram del centro o para presumir en la memoria anual.
Mientras tanto, la realidad. Alumnos que no saben hacer una división, chavales incapaces de escribir un párrafo coherente, adolescentes que se pierden en una lectura de dos páginas. Pero, eso sí, tienen fotos estupendas pintando murales sobre la paz o haciendo una coreografía contra el cambio climático. Lo de aprender puede esperar. Primero hay que conseguir la foto bonita para la web.
Lo peor es que estos proyectos no son una anécdota, son el pan de cada día. Se venden como “aprendizaje competencial”, como “trabajo colaborativo”, como “pedagogía activa”, pero detrás hay un vacío pedagógico que asusta. Muchos no son más que actividades de animación disfrazadas de educación. Y claro, mientras se pinta, se canta o se baila, queda muy bien en redes sociales y puede venderse muy bien ante algunos padres. Pero cuando toca enfrentarse a un examen, a un problema real, a un texto complejo, la evidencia es aplastante. El supuesto aprendizaje se esfuma como el humo que son.
Y aquí está el engaño. Los proyectos de cartón piedra no buscan mejorar el aprendizaje, buscan mejorar la imagen. Sirven para que el equipo directivo enseñe “lo innovador que es el centro”, para que los profes postureen en redes sociales con el hashtag del proyecto, para que las familias vean que sus hijos están “motivados”. Todo fachada. Todo escaparate. Todo humo.
El problema no es hacer un mural o una actividad distinta. El problema es creer que eso sustituye a aprender en serio. Que pintar carteles sobre astronomía equivale a entender las leyes de Kepler. Que disfrazarse de personajes históricos equivale a comprender los procesos de la Revolución Francesa. Que grabar un vídeo sobre reciclaje equivale a saber algo de química. O que, tal y como dicen algunos, se puede evitar el bullying con cancioncitas en contra de él. No, no equivale. Y el alumnado lo sabe mejor que nadie, ya que cuando acaba el show, quedan las lagunas.
Pero claro, nadie quiere ser el aguafiestas que lo diga. Criticar estos proyectos está mal visto. Porque cuestionar el humo es “ser negativo”, “ser inmovilista”, “no creer en la innovación”. Así hemos llegado a la paradoja de que lo revolucionario hoy en día es exigir lo básico… que en las aulas se enseñe de verdad.
El cartel pintado se borra, el vídeo se olvida, la foto se pierde en el timeline. Lo único que queda es lo que los alumnos hayan aprendido. Y, cada vez más, detrás de tanto colorín y tanta pose, queda muy poco. La educación no necesita más proyectos de cartón piedra. Necesita contenidos sólidos, docentes que enseñen en serio y alumnado que aprenda algo más que a posar para la cámara.
Así que, la próxima vez que alguien te hable de un “proyecto innovador”, pregúntale una sola cosa: ¿qué han aprendido realmente los alumnos? Si balbucean en la respuesta, ya sabes la verdad… ¡era humo!
Me gustaría hacer un corolario al artículo de hoy. Más que un corolario una petición a los docentes que, día tras día, dan lo mejor de ellos en unas aulas cada vez más complejas. Y la petición es dejarse de «proyectos» y empezar a preguntar al alumnado qué entienden de un texto, si saben hacer operaciones básicas y qué piensan realmente de todos esos proyectos que, seguramente, han hecho en cursos anteriores. Vale la pena pararlo todo para un aprendizaje significativo. Un aprendizaje que, quizás no podrá venderse, pero que impactará en el futuro de ese alumnado que está muchas horas de su vida en un centro educativo. Y que, como he dicho en más de una ocasión, se merece estar preparado para que creen el mejor futuro posible.
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3 comments
Soy docente recién jubilada y opino lo mismo que tú, que las aulas, ya desde educación infantil , están más enfocadas para la foto que para la enseñanza real, Instagram ha hecho muchísimo daño a la educación y cada vez más en aras de la creatividad, la libertad,los espacios amables,las metodologías activas,participativas… Palabras huecas carentes de contenido , valores y objetivos reales ajustados a las necesidades de cada alumno porque detrás no hay nada profundo que lo sustente.Enseñar a Leer y a escribir no interesa ,es un trabajo concienzudo y no luce tanto en la foto. los profesionales de Educación infantil ya no tienen interés en comenzar a enseñar a leer y a escribir, retrasando esa tarea para ed. primaria, eso no sería importante si los profesores del primer ciclo de primaria se dedicarán a esa labor de forma concienzuda, pero ellos tienen el concepto de que no es así y como una gran cantidad de alumnos por su interés han aprendido de forma autodidacta (con sus lagunas), o en su familia, siempre quedará el grupo de los más desfavorecidos a los que nunca se les dedicará un tiempo de calidad para ese proceso y pasarán los cursos con tremendas lagunas en el proceso lecto-escritor que luego repercutirá en el resto de las asignaturas por carecer de una lectura competente.Como tú dices la educación estará comprometida algunos años, puesto que los docentes que veíamos esa realidad de vacío en las aulas nos vamos jubilando y no sé hasta cuándo aguantará esta nueva corriente.
Otro tema jugoso son los proyectos con fondos europeos, para viajar por toda Europa y a veces por el mundo entero con gastos pagados …
No sé si en tu comunidad pasa, pero en la mía, en FP, existe la posibilidad de generar proyectos/estudios de «investigación/innovación» para el centro o en conjunto con otros. De esta manera, también se consiguen horas para la generación del proyecto, lo que libera a algún docente de ciertas horas de docencia.
Lo que he visto hasta ahora, aunque tampoco llevo tanto tiempo en este mundo, es que estos proyectos no sirven para nada y que realmente vienen bien para que el docente que consigue esas horas ayude en el departamento en otras tareas (llamar a las empresas para las prácticas…).
Estoy deseando leer tu opinión al respecto.