- El pedagogista no pisa aulas. Las ve en fotos que usa en sus powerpoints de 200 diapositivas o sus canvas molones.
- Vive de repetir que “los contenidos no importan”, mientras firma libros de 300 páginas llenos de… contenidos.
- Cobra por conferencias donde predica que “el esfuerzo mata la creatividad”. Claro. Para qué esforzarse si siempre hay un cheque al final de la charla.
- Calificar es fascismo… salvo cuando se trata de sus oposiciones, sus másteres y sus tesis doctorales con rúbricas de hierro.
- El docente debe ser guía, no transmisor. Ellos guían al catering de los congresos como nadie.
- Innovación, innovación, innovación. Y para demostrarlo, te plantan un Excel proyectado como si fuera inteligencia artificial.
- La cooperación es su fetiche. Pero curiosamente sus papers siempre llevan un único autor bien grande… ellos mismos.
- Dicen que la memoria no sirve, pero se saben de memoria cada tarifa de sus cursos online, hasta con el IVA incluido.
- El silencio es opresor. Excepto cuando toca callar sobre plagios, chanchullos y casualidades laborales de esas que desafían la estadística.
- Para ellos el aula es un laboratorio. Si el experimento fracasa, no pasa nada. La culpa siempre será del docente, del alumnado o de la alineación de Saturno, nunca de la receta mágica del gurú.
- El error es siempre positivo… excepto cuando el error es suyo. Ahí se convierte en “aprendizaje en construcción”.
- La escuela debe ser divertida. Por eso convierten las clases en parques temáticos, aunque luego los chavales no entiendan ni el folleto de la atracción.
- La tiza es franquista, la libreta es franquista, la nota es franquista. Menos franquista parece ser su nómina a fin de mes.
- Te dicen que “no hay que dar clases magistrales”. Y acto seguido sueltan durante hora y media la conferencia más plomiza que hayas escuchado jamás.
- El alumno es el protagonista de su aprendizaje. El pedagogista es el protagonista de todas las fotos del evento.
- La evaluación debe ser solo cualitativa, pero el cheque de la charla, bien cuantitativo.
- La creatividad lo es todo. Por eso repiten siempre las mismas frases, los mismos mantras y los mismos refritos.
- Rechazan la jerarquía, pero adoran los títulos: doctor, catedrático, coordinador, presidente de comité, embajador del café pedagógico.
- Los docentes son “resistencias al cambio”. Los pedagogistas, en cambio, resistentes a entrar en un aula más de media hora.
- Su mayor innovación es inventar maneras nuevas de llamar a lo de siempre.
Mientras estaba escribiendo el pseudoartículo de hoy no he podido dejar de pensar en algunas insignes figuras del pedagogismo. Entre ellas, quizás, la más molona de todas… ese catedrático mediático que solo existía, a las horas de dar clase en la Universidad en la que supuestamente trabajaba, en un mapa de su alumnado. Un mapa en el que marcaban, cada día en el que no aparecía en su aula, en qué lugar estaba dando una charla. Un mapa que acabó, al acabar el curso, lleno de chinchetas de colores.
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