Estos días, entre algunas cosas del trabajo a las que dedico un tiempo muy limitado porque estoy de vacaciones y disfrutes personales varios, también estoy teniendo tiempo para leer (o más bien releer) algunos artículos sobre educación cuya lectura tenía pendiente. Y aprovecho, como intento hacer siempre, en caso de verles un cierto interés, para compartirlos con vosotros por aquí.

Hoy os traigo un artículo escrito por los mismos autores que han escrito uno de los libros sobre educación más importantes en los últimos tiempos, en los que desmontan la mayoría de mitos educativos, titulado «Urban Myths about Learning and Education«. Uno de los pocos libros que os recomiendo que adquiráis. Os va a servir, especialmente a aquellos que os dediquéis a la docencia, a analizar determinadas cosas que, vendidas como ciertas o demostradas en muchos cursos de formación. Y que podáis detectar cuando os están vendiendo algo que la ciencia ha refutado (estilos de aprendizaje, cono de Dale, el mito de los diez minutos de atención, etc.). Por cierto, algunos de los mitos que se comentan en el libro, los incorporé a cuatro artículos que escribí hace un par de años sobre el tema (volumen Ivolumen II, volumen III y volumen IV).

¿Y de qué va el artículo que comparto hoy con vosotros? Pues de la relación entre aprendizajes y la posibilidad de extrapolar un determinado aprendizaje a otros. O, simplemente, a que habiendo aprendido A, nos sea más fácil aprender B. Y ya os digo yo que os va a desmontar algunas ideas que tenéis preconcebidas.

El artículo se titula «If You Learn A, Will You Be Better Able to Learn B? Understanding Transfer of Learning«. Un artículo en el que habla de la transferencia de aprendizajes, considerando como tales el uso de conocimientos, habilidades o actitudes que se han aprendido en una situación a una situación diferente. Esta nueva situación puede ser similar (transferencia cercana) o diferente (transferencia lejana). En los últimos años, se han encontrado numerosas formas diferentes que pretenden ser ejemplos de transferencia lejana y, en el artículo, ya os adelanto yo, que dicen que esa transferencia lejana que presuponíamos en algunas cosas, como las que se mencionan a continuación, no se da.

  • Aprender a programar para que resulte más fácil aprender Matemáticas.
  • Aprender latín para aprender mejor otros idiomas.
  • Aprender música para aprender mejor aritmética.
  • Aprender ajedrez para aprender mejor a hacer prácticamente todo.

Parece que está claro que si uno aprende a ir en coche, va a ser capaz, sin demasiado esfuerzo, a ir en cualquier tipo de coche. Es lo que se denomina transferencia cercana. Las situaciones son parecidas y como mucho va a cambiar la posición de las luces, la marcha atrás o que debamos conducir en un sentido o en otro. Pero esto último son normas de circulación y poco tienen que ver con saber conducir o no otro coche diferente del nuestro.

El problema es cuando se intenta establecer cercanía en transferencias lejanas. Y también si las mismas se dan realmente o no. Por eso es importante saber qué dicen las evidencias y las investigaciones que algunos tanto critican. Especialmente cuando esas evidencias e investigaciones van en sentido contrario a lo que ellos creen que han de decir. Pues bien, en este artículo se habla de varios casos concretos que, aunque en la cultura popular, incluso entre muchos docentes, sean consideradas como ciertas algunas transferencias no lo son.

¿Es el ajedrez una solución para la mejora educativa?

En 2011, el ajedrez se convirtió en asignatura obligatoria en las escuelas armenias. Las autoridades armenias estaban convencidas de que el ajedrez es la clave del éxito en la escuela y en la vida. Al hacer obligatorio el ajedrez, esperaban enseñar a los niños a pensar de forma creativa y estratégica. Como resultado, serían más inteligentes y estarían más capacitados para resolver problemas. Es más, no se trata solo de problemas de ajedrez, sino de todos los problemas de todas las demás asignaturas escolares, así como en la vida posterior. Y tendría un impacto crucial en los rasgos generales del carácter, como la estabilidad emocional, el intelecto, la memoria, el estado de alerta y, sobre todo, la creatividad.

Aquí me vais a permitir un inciso que también se menciona en el artículo. La creatividad no es una habilidad y no se puede enseñar ni aprender. La creatividad es una cualidad o característica que posee una persona. En otras palabras, es un rasgo y no un estado. Por eso, cuando oigáis a alguien que va a enseñar al alumnado a ser creativo, MIENTE. Sí, lo he escrito en mayúsculas porque es así. No se pueden enseñar rasgos. Es imposible.

Un detalle. Sin conocimientos y habilidades, es imposible -salvo por pura suerte- crear algo de valor. De hecho, si no se tienen los conocimientos necesarios, ni siquiera se está en condiciones de evaluar el valor de lo que se ha hecho. Si no sabes jugar al ajedrez, ¡ya verás lo lejos que llegas si alguna vez te piden que desarrolles una solución creativa y valiosa para un problema de ajedrez!

Pero bueno, estábamos hablando de si el ajedrez era beneficioso para el aprendizaje de otras cosas. Ya hemos visto que, en cuanto a los rasgos, no. Es que, entrando de nuevo en la recurrencia, no se pueden enseñar rasgos. Algo que desmonta el discurso del tan aclamado Ken Robinson cuyo vídeo, visto en múltiples ocasiones, ha hecho mucho daño.

La investigación en psicología y educación sugiere que las habilidades cognitivas adquiridas en un ámbito no se transfieren fácilmente a otro. ¿Qué dicen los resultados empíricos de la investigación sobre el ajedrez? Pues bien, todas las investigaciones indican que aprender a jugar al ajedrez puede tener «a veces» (y esto es importante remarcarlo) un efecto positivo en el aprendizaje de los alumnos, pero esto se limita a la aritmética/matemáticas en la educación primaria y secundaria. Pero, más allá de eso, no facilita otro tipo de aprendizajes.

¿Aprender a programar un ordenador fomenta el pensamiento orientado a la resolución de problemas?

Esta es otra de las preguntas que, dentro del modelo curricular de nuestro país, con la inclusión de la programación en diferentes etapas educativas, cuya respuesta es muy importante. Especialmente porque se están invirtiendo muchos recursos en ello.

Como curiosidad, conviene recordar que esta relación entre programación y pensamiento orientado a la resolución de problemas, procede de una charla de Steve Jobs. En dicha charla dijo que «Todo el mundo en este país debería aprender a programar un ordenador, debería aprender un lenguaje informático, porque te enseña a pensar». Ya veis que mucho de lo que estamos introduciendo, como novedad o como estrategias para la mejora educativa en el ámbito educativo y estamos dando por válido, proviene de determinados autores. Parece que si alguien de renombre dice algo, eso debe ser cierto. Y vamos y lo implantamos.

Hay algo muy importante que se menciona en el artículo. Y es una investigación en la que el mero hecho de enseñar a los alumnos a programar con Logo tenía poco o ningún efecto. Sin embargo, si los profesores utilizaban Logo para tareas específicas con un propósito concreto, como las matemáticas o el pensamiento para resolver problemas, se podía conseguir un efecto «moderado». Pero la aportación del profesor era crucial para generar este efecto; la programación en sí misma sólo desempeñaba un papel marginal. Por tanto, ya veis que enseñar Scratch es un bluf. Al igual que lo es enseñar cualquier lenguaje de programación si se quiere obtener pensamiento divergente o aprender a resolver problemas futuros.

En más de medio siglo, no ha surgido ningún cuerpo sistemático de pruebas que demuestre la eficacia de ninguna estrategia general de resolución de problemas. Ni con programación, ni con nada. No se puede enseñar a resolver problemas de forma general. Y ello implica algo muy relevante: no se debería introducir ningún aprendizaje cuyo único motivo para introducirlo sea el de que aprendan a resolver problemas futuros.

¿Ayuda la música a mejorar el rendimiento escolar?

Los autores del artículo reconocen que, por su sesgo de amantes de la música, sería muy fácil buscar estudios que confirmen lo anterior, aunque sea de forma transversal. Pero, los estudios no son concluyentes y, por desgracia, aunque la música pueda mejorar las funciones ejecutivas y los procesos cognitivos superiores necesarios para planificar y dirigir actividades, lo hace de una forma muy leve y, posiblemente, peor que otras disciplinas.

En términos culturales y educativos más amplios, el ajedrez es menos importante que la música. Pero quizá el ajedrez también tenga el potencial de mejorar a los estudiantes en algo más. Y quizá pueda hacerlo con más eficacia que la música. ¿Cuál sería entonces el futuro de la música como asignatura académica? Es que es un melón muy importante a abrir. Salvo, claro está, que el objetivo del aprendizaje de la música no sea el de la mejora de funciones ejecutivas y procesos cognitivos. Y ello nos lleva a un tema importante: a considerar el aprendizaje de algo como cultura y enriquecimiento o simple utilitarismo.

Y, finalmente, el gran melón: el latín.

¿Aprender latín mejora el aprendizaje de otras lenguas?

Mientras que en muchos países la enseñanza de lenguas (extranjeras) ha dado paso a una educación basada en las denominadas asignaturas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), en los Países Bajos y Bélgica el latín sigue siendo una parte importante del plan de estudios. Durante siglos, el latín fue la lengua del conocimiento y la erudición y, en consecuencia, también la lengua de la élite, ya que también era una llave importante de la puerta que conducía a la universidad. Sólo cuando la educación se hizo más accesible a principios del siglo XX, y cuando el latín desapareció gradualmente como lengua de la ciencia y el aprendizaje, empezaron a cambiar los argumentos a favor de su enseñanza.

Entonces, para defender que se siguiera impartiendo latín, surgieron dos postulados: que el latín era una buena manera de enseñar a pensar y, como argumento subsidiario, también se sugería que aprender latín facilitaba el aprendizaje de otras lenguas, como el francés, el español y/o el italiano.

Pues bien, hay un estudio (pequeño, pero muy interesante) en el que alumnado alemán que quería aprender español se le dividió en dos grupos. Un grupo en el que, aparte de español, aprendían latín. Y otro en el que, además de español, daban clases de francés. Curiosamente, los que daban español y francés aprendían más español y cometían menos faltas de ortografía que los que daban clase en español y latín. Por tanto, el argumento de que el latín facilita el aprendizaje de otras lenguas, parece que se desmonta. Eso sí, con todas las limitaciones que tiene este estudio.

Y, en referencia a la traslación de aprender latín como influencia para aprender otras cosas, se ha llegado a la conclusión de que no existía ninguna relación entre las capacidades necesarias para aprender latín y las capacidades necesarias para aprender otras lenguas o matemáticas.

Por tanto, ¿debemos eliminar latín del currículo? Pues depende del uso o cómo estemos vendiendo su uso. Si lo hacemos para aumentar el bagaje cultural, el latín y lo que rodea a la propia lengua, es clave para poder comprender la sociedad actual. Y, al menos a mí, todo el tema de mejora cultural y esos aprendizajes «inútiles» para algunos, creo que son positivos para nuestro alumnado. Otro tema es que queramos usar el concepto de aprender solo lo que nos marque el mercado.

Finalmente, como digo siempre, os recomiendo leer, como digo siempre, el artículo porque hoy, al final lo que os he traído a este blog, es un resumen de lo que se dice en el mismo. Y repito, haceos con el libro que os he dicho al principio del artículo. Vale cada euro que destinéis a su adquisición.

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