En este blog intento ceñirme, salvo cuando hablo específicamente de opiniones, de datos, evidencias o hechos supuestamente incuestionables. Ayer, sin ir más lejos, con datos en la mano, dije (enlace) que en Andalucía el curso que viene habrá un 14% más de profesionales en la pública para atender al alumnado con NEE (necesidades educativas especiales). Lo sé. Cómo se me ocurre a mí decir que en una Comunidad Autónoma, gobernada por los enemigos de los tuiteros progres, se van a aumentar las plantillas docentes públicas.
O cómo se me puede ocurrir decir, tal y como voy a decir ahora, que ojalá le vaya muy bien a la nueva consellera de Educación Y FP catalana, Esther Niubó, en las decisiones que tome. Es que eso de querer que las cosas vayan bien y alegrarme de ciertas cosas, con independencia de quién las haga, no tiene, por lo visto, cabida en la sociedad tan polarizada del siglo XXI.
En el fascinante mundo de la opinión pública, existe un arte sutil y refinado: la manipulación ideológica de los hechos objetivos. Este arte permite a ciertos individuos criticar los buenos datos cuando no provienen de su bando y aplaudir los malos datos cuando sí lo hacen. ¿Cómo logran esta hazaña?
Es impresionante cómo algunos pueden mirar un hecho objetivo y, con un simple giro de palabras, transformarlo en algo completamente diferente. Si los datos y hechos en el ámbito educativo son positivos pero provienen del enemigo, se convierten en trucos, resultados temporales o se les acusa de ser resultados sesgados. Pero si esos mismos datos fueran de los nuestros, ¡oh, qué maravilla de gestión! Es como si tuvieran un filtro mágico que convierte el oro en plomo y viceversa, dependiendo de quién lo toque.
Pongamos un ejemplo concreto: imaginemos que los resultados de competencia en lectoescritura de nuestro alumnado son mejores bajo el gobierno de un partido contrario. Los maestros de la manipulación dirán que es debido a cosas que nada tienen que ver con ese gobierno y que es una cuestión coyuntural. Ahora bien, si el mismo dato se presenta bajo un gobierno formado por los suyos, se convierte en una muestra clara de buena gestión. ¡Qué habilidad para ver lo que quieren ver!
No hay nada más entretenido que ver a alguien criticar a una persona que aún no ha hecho nada, simplemente porque no es de su grupo. Seguro que lo hará mal, dicen con una confianza que roza lo profético. Y cuando, por casualidad, esa persona lo hace bien, siempre hay una excusa preparada: fue pura suerte o los astros se alinearon. Tan solo hace falta que os paséis por algunas cuentas de insignes tuiteros cuando hablan de educación. Es ver por ejemplo a ciertos personajes el cabreo que tienen cuando los que no son los suyos ni los propietarios de los panfletos en los que escriben hacen las cosas bien. No lo soportan. Les da igual que el alumnado mejore en su aprendizaje. Lo importante es poner peros o, simplemente, buscar algo que haga que un éxito objetivo pueda manipularse hasta convertirse en un fracaso.
Este arte de la predicción negativa es especialmente visible en el ataque o defensa de determinadas metodologías o de los que no piensan como ellos. Antes de que alguien siquiera tenga la oportunidad de demostrar su valía, ya está siendo bombardeado con críticas y descalificaciones. No tiene experiencia, no sabe lo que hace, Va a hundir la educación. Y si, por alguna razón, esa persona logra hacer algo positivo, la respuesta es inmediata: fue un golpe de suerte o cualquiera podría haberlo hecho en su lugar.
En la celebración de los fracasos propios es donde la ironía alcanza su punto álgido. Cuando los datos son malos pero provienen de los nuestros, se convierten en desafíos que nos harán más fuertes u oportunidades de aprendizaje. ¡Qué habilidad para encontrar el lado positivo en el desastre!
Imaginemos que un gobierno amigo ha tenido un año educativo desastroso. Que publican una ley educativa nefasta, ininteligible y que perjudica tanto a los docentes en su aplicación como, lo que es más importante, al alumnado. Los maestros de la manipulación no dirán que está siendo un fracaso; en su lugar, hablarán de oportunidades para mejorar o es que los docentes no saben aplicar la ley. Incluso pueden llegar a decir que es mejor haber pasado por esto ahora para estar más preparados en el futuro. Es como si tuvieran un don para ver el vaso medio lleno, incluso cuando está prácticamente vacío.
Para esos personajes reconocer el mérito ajeno sería un pecado imperdonable. A ver si no van a poder alardear de sus fracasos continuos y se les desmonta el chiringuito. Y siempre que algo sale bien cuando no lo hacen los suyos, siempre tendrán la muletilla de seguro que hay algo turbio detrás. La cuestión es nunca, bajo ninguna circunstancia, reconocer que alguien del otro bando ha hecho algo bien.
Otro aspecto fascinante de la manipulación ideológica es la capacidad de reinterpretar la historia para que se ajuste a la narrativa deseada. Los hechos históricos se retuercen y moldean hasta que encajan perfectamente en el discurso del momento. Si algo favorece al enemigo, se minimiza o se reinterpreta. Si favorece a los nuestros, se magnifica y se celebra.
Tomemos como ejemplo una investigación educativa. Si dicha investigación avala a los del otro bando, los maestros de la manipulación dirán que no es relevante o que, a pesar que haya cientos de investigaciones que digan lo mismo, existe esa investigación única que defiende lo que defiendo yo.
Para mantener la narrativa de la manipulación, es esencial tener un enemigo claro y definido. Este enemigo puede ser real o imaginario, lo importante es que sirva para desviar la atención de los problemas propios y mantener a los acólitos en un estado constante de alerta y desconfianza.
Si el máster del profesorado de Secundaria va mal, no es culpa de la mala gestión ni implementación del mismo, sino del profesorado de Secundaria que conspira contra los pedagogos. Si hay problemas internos, se culpa a los infiltrados pedagogos que no comulgan con determinadas directrices, que buscan desestabilizar el concepto de pedagogía. La cuestión es siempre tener a alguien a quien culpar. Alguien que no sea de los nuestros.
Concluyendo y para no hacerme pesado ya que, como muchos, es más importante el disfrutar de estos días que reflexionar acerca de ciertas cosas incómodas, recordaros que la manipulación ideológica de los hechos objetivos es un espectáculo digno de admirar. Nos muestra cómo la percepción puede ser moldeada y retorcida hasta el punto de que lo bueno se convierte en malo y lo malo en bueno, dependiendo de quién lo diga. Así que, la próxima vez que escuches a alguien criticar o aplaudir datos, pregúntate: ¿están viendo la realidad o simplemente están practicando el arte de la manipulación?
En un mundo donde la verdad parece ser cada vez más relativa, es esencial mantener un espíritu crítico y no dejarse llevar por las narrativas manipuladas. Porque, al final del día, la realidad es la que es, independientemente de cómo se intente presentarla. Y aunque la manipulación pueda ser un arte fascinante, no deja de ser una distorsión de la verdad.
Los datos indican que me acabo de tomar un café, al que le he puesto leche y una cucharada de café. Algunos dirán, desde sus cuentas en las redes sociales que no me he tomado ese café y que estoy mintiendo. Este es el nivel.
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