Hoy me he desayunado con un artículo titulado «La bajada de ratios en las aulas de Madrid provoca que el 90% de alumnos de 1º y 2º de la ESO apruebe todo«, y no puedo menos que sorprenderme ante la falta de conocimientos sobre investigación educativa que tienen los redactores de esta noticia-panfleto. No solo ellos. Me sorprende la cantidad de docentes que se creen esos datos y asocian directamente esa bajada de ratios al aprobado. O, yendo más lejos, me asusta ver la relación que hacen algunos entre el aprobado casi general en esos cursos con una mejora del aprendizaje del alumnado.
No hay ningún estudio serio que relacione una única medida educativa con la mejora del aprendizaje del alumnado. A ver, confundir aprendizaje y aprobado, como ya he dicho en el párrafo anterior, es algo totalmente erróneo. Podemos aprobar a todo el mundo y saber que dicho aprobado está relacionado solo con el presentismo o, simplemente, con instrucciones recibidas desde el Ministerio de Educación o las administraciones educativas autonómicas. La pandemia o las leyes educativas obligan a ir con mucho cuidado a la hora de suspender a algún alumno porque, los que hemos dado clase sabemos que, al final, los docentes aprueban en ocasiones «para evitar problemas», «porque no van a ir a Bachillerato» o «por la presión de ser la única asignatura que suspenden». Os puedo dar un listado de conversaciones infinitas con compañeros, que se excusan para aprobar a alumnado que jamás debería haber aprobado, mediante argumentaciones muy surrealistas. Pero, como nadie controla externamente esa evaluación, tenemos lo que tenemos. Incluso en algunos centros educativos se regala el Bachillerato. Aclaro… actualmente no solo en centros privados.
Estoy en contra de la repetición de curso pero, por desgracia, lo anterior entra en contradicción con la necesidad de exigir que el alumnado reúna unos mínimos para pasar de curso, si no se articulan unas medidas diferentes a las que hay. Muchísimo alumnado de postobligatoria no sabe escribir sin faltas de ortografía. Va, iré más lejos. En la Universidad hay alumnado que no sabe entender una simple pregunta. Ya no digamos redactar coherentemente un texto. Sigo con el órdago. Hay docentes que no saben escribir sin faltas de ortografía, entender un texto legislativo que les afecta o, simplemente, articular un discurso coherente. Ya no digamos lo de leer un libro. Algo que nunca han hecho desde hace mucho un porcentaje más alto del que nos gustaría reconocer. Vale cualquier libro. Incluso el de Belén Esteban.
Ya me he ido por las ramas. Nada, este post era simplemente para deciros que, aunque la reducción de ratios es imprescindible para la mejora educativa (solo evitar la disrupción que se da en grupos más masificados ya ayuda), si la misma no va asociada con otras, no sirve de mucho. Y eso de vender aprobados como aprendizaje es un auténtico bluf. Que uno tenga un aprobado en Matemáticas, Lengua o Tecnología, no indica que haya aprendido mucho o poco. Indica que, por determinados motivos, el profesional ha decidido aprobarle. No todos los aprobados van relacionados con el aprendizaje. Ojalá fuera así.
Por cierto, llevo mucho tiempo abogando por una evaluación de los datos educativos. Una evaluación externa, por equipos de profesionales altamente cualificados, que permita, gracias a la misma, el saber el efecto real que tienen determinadas medidas en educación y que, a su vez, permitan inferir dónde tenemos que intervenir para mejorar el sistema. Los amimefuncionismos, sesgos ideológicos o los datos vacíos poco representativos de nada son algo que, si queremos tener una educación de calidad, habríamos de ir desterrando si queremos tomar medidas que impacten realmente en la educación.
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