Me sorprende ver la proliferación de ferias de muestras de proyectos educativos, organizadas por las administraciones educativas o por entidades privadas, en las que participan cada vez más centros educativos. Veo una gran profusión mediática de cortes de cinta de instalaciones que distan mucho de estar en marcha. Grandísimos proyectos de innovación que, al final, solo sirven para que unos centros se presenten a unos determinados premios. Miles de proyectos que se difunden alegremente cuyo impacto en el aprendizaje del alumnado es entre cero y ninguno.
Sobran macrocongresos, formaciones ridículas en temas ridículos, proyectos transversales que tienen más que ver con cuestiones sociales (muy sesgados políticamente en función del color del partido político que manda en determinados andurriales) que con cuestiones educativas, fotos, ferias y feriantes. Sobra tanta paloma de la paz pintada, tanta reivindicación chusquera que obliga a desmontarlo todo para dedicarse a ello, tantos días de, meses de o años de palomitas. Sobran muchas cosas en educación. Y sobra todo el dinero que se está dilapidando, tanto en personal como en parafernalia para lo anterior. Más aún cuando después se alega que falta el dinero en otras cosas.
Se gasta más en la estética que en la eficiencia. Se gasta más en vender que en hacer. Se gasta más en fuegos de artificio que en poner bien las cargas para que la mina pueda producir más mineral. Es que lo anterior es mucho más sencillo. Eso sí, mucho menos barato. Es más barato invertir bien en educación que hacer ciertas cosas. Y no creo que sea necesario que os dé ningún ejemplo de lo anterior. Menos en algunas cosas es más en otras. Es de cajón. De puro sentido común.
Tenemos más de un millón de alumnado en etapas obligatorias. Cientos de miles de docentes. Y un montón de gente que no sabes qué pinta ni qué hace. Sí, hay veces en las que no entiendes tanto liberado para hacer cosas que tienen nula afección en los centros educativos. Tampoco no se entiende que haya centros educativos más preocupados por salir en los medios que por hacer las cosas bien. Si salir en los medios estuviera relacionado con recibir más recursos lo entendería, pero hacerlo por una simple cuestión de ego (normalmente del que sale), no lo entiendo. Ni yo ni nadie con dos dedos de frente. El yoísmo educativo tendría que ser algo a desaparecer. En educación no tiene sentido hablar de forma individual. Es algo colectivo. De muchos que hacen. De muchos que, por suerte, hacen y no dicen que hacen.
Si nos cargáramos todos los proyectos y chorradas varias que hacen determinadas administraciones educativas, nos encontraríamos con unas cuentas mucho más saneadas para poder destinarlas a lo que toca. Y la única inversión que vale en educación es aquella que tiene afección en el aula y en el aprendizaje del alumnado. Todo lo demás es totalmente prescindible.
Ya sabéis qué pienso de determinados chiringuitos. Más aún cuando algunos se preocupan más por el chiringuito que por los derechos laborales de los trabajadores de los mismos o la calidad del servicio que se ofrece en los mismos.
Hay dinero. Hay mucho dinero para educación. El problema es que si de cien se invierte noventa en efectismo y diez en efectividad tenemos un problema. Vale para educación y para otros ámbitos pero, en el primer caso, es algo que me afecta como docente y como padre.
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