Hoy, día en el que muchos se arrepentirán de haberse gastado veinte euros en un décimo de lotería, una de las pocas formas de ludopatía consentida y bien vista en nuestro país, me apetece hablar de temas que no tienen nada que ver con eso. Bueno, sí. Jugar a la lotería es apostar por algo que, con probabilidades mínimas y debido al azar, puede ser. Y eso es algo que está sucediendo en el ámbito educativo con todas las decisiones, tanto a nivel de normativa, como en la toma individual de las mismas por parte de los docentes, está sucediendo. Sí, nadie se libra de trabajar por intuiciones o pensar que “haciendo esto puede salir bien”.
Es por ello que se hace necesario, aunque sea imposible controlar al milímetro lo que sucede en las aulas, por tratarse de un ámbito social en el que se trabaja con personas, tomar unos mínimos criterios técnicos a la hora de plantearse determinadas medidas educativas. Hay investigaciones, evidencias y datos que nos indican qué camino podemos intentar seguir. Y repito, a pesar de ello, en muchas ocasiones, nos podemos equivocar.
Es normal que haya diferentes opiniones y debates sobre cómo mejorar la educación. Sin embargo, muchas veces las decisiones que se toman sobre la educación no se basan en evidencias científicas, sino en intereses políticos, ideológicos o económicos. Esto puede tener (bueno, más bien tiene) consecuencias negativas para la calidad y la equidad de la educación, así como para el desarrollo de las personas y del país. Empeorar la educación implica empeorar la sociedad. Y empeorar la sociedad implica hacer cada vez más difícil mejorar la educación.
Los criterios técnicos son aquellos que se apoyan en el conocimiento experto, en la investigación y en la evaluación de los resultados. Estos criterios nos permiten tener una visión más objetiva y rigurosa de la realidad educativa, y nos ayudan a identificar los problemas, las necesidades y las soluciones más adecuadas. Seguir esos criterios técnicos en el ámbito educativo tiene varias ventajas, como por ejemplo:
- Mejora la eficacia y la eficiencia de las políticas y las prácticas educativas, alineándolas con los objetivos y las metas que se quieren alcanzar.
- Fomenta la innovación y la mejora continua de la educación, incorporando los avances científicos y tecnológicos que se producen en el campo educativo y en otros campos relacionados. Por tanto ya veis que este concepto de innovación es muy diferente del que se dice desde algunos púlpitos porque, en este caso estaríamos hablando de cambios educativos o mantenimiento de ciertas prácticas basándonos en lo que dice la evidencia. Esa evidencia que tan poco gusta a algunos porque, en caso de aceptar una educación basada en evidencias, se les acabaría la posibilidad de dar cursos de formación, vender libros o contar milongas en auditorios llenos hasta la bandera.
- Garantiza la transparencia y la rendición de cuentas de los actores educativos, facilitando el seguimiento, el control y la evaluación de las acciones que se realizan y de los recursos que se emplean. No hay nada peor que no saber qué está pasando en nuestras aulas ni el resultado que tienen las medidas educativas que se están implementando. Y no hay nada más ruin que, interesadamente, vender que la culpa de que algo no funciona es de los docentes, de su falta de cambio de mirada o que no saben aplicar la normativa. La transparencia, el control y la rendición de cuentas a todos los niveles, redundaría para que esto no sucediera.
- Promueve la participación y el consenso de la comunidad educativa, respetando la diversidad y la pluralidad de opiniones, pero basándose en argumentos racionales y contrastados.
Por tanto, ¿quién podría oponerse a seguir criterios técnicos? La razón frente a las creencias. La razón frente a la ideología. La razón frente a las opiniones, siempre sesgadas, de todos los que hablan sin apoyarse en datos, investigaciones o evidencias. Algo que, perdonadme por insistir en ello, no gusta nada a los que viven o incrementan su ego personal, haciendo ilusionismo educativo.
Va, para aquellos que hayáis llegado hasta aquí y, por motivos ignotos, cuestionéis que no hago nunca propuestas. Sabéis que no es cierto porque son cientos los artículos publicados por aquí en los que propongo cosas. Pero bueno… algunos jamás lo van a reconocer porque, en demasiadas ocasiones, lo que escribo les sienta muy mal porque les rompe sus esquemas o les puede hacer un agujero en los bolsillos que les impedirá seguir ganando dinero con lo que venden. Sin más, os voy a explicar cómo podríamos seguir criterios técnicos en el ámbito educativo.
Para seguir criterios técnicos en el ámbito educativo, en primer lugar se requiere un compromiso y una colaboración de todos los agentes implicados: los responsables políticos, los profesionales de la educación, los investigadores, los estudiantes, las familias y la sociedad en general. Algunos de los pasos que se podrían seguir son:
- Definir claramente los fines y los valores de la educación, teniendo en cuenta las necesidades y las expectativas de la ciudadanía y del contexto social, económico y cultural. Si no sabemos qué pretendemos con la educación, no podemos mejorarla. Lamentablemente en la actualidad hay tantas visiones acerca de los fines de la educación que ya cuesta saber cuál es el válido, aunque creo que el fin último debería ser que el alumnado aprendiera. Si el fin cambia, entonces cambian todas las reglas del juego y estaríamos hablando de otra cosa.
- Establecer objetivos y metas educativas claras, realistas y medibles, que orienten las decisiones y las acciones que se tomen en el ámbito educativo. Importante marcar bien los objetivos y hacer que sean realistas. A veces es importante tener menos objetivos pero tenerlos muy claros.
- Diseñar e implementar políticas y programas educativos basados en evidencias, que se fundamenten en el conocimiento científico y en las buenas prácticas que se han demostrado efectivas en otros contextos similares. Algo que incluye, en caso de haberse aplicado políticas y programas educativos que no han funcionado o que, en otros lugares han fracasado estrepitosamente, dejar de aplicarlos. No podemos insistir, como se está intentando hacer después del descalabro en todos los informes internacionales, en prácticas educativas que sabemos que no funcionan. No funcionan ni donde llevan años aplicándose y no están funcionando aquí. Esto de creer que algo va a funcionar aquí porque somos más guapos y más listos que en otros países no cuela. Sé que es difícil reconocer errores políticos y de diseño pero nos jugamos mucho.
- Dotar de recursos humanos, materiales y financieros suficientes y adecuados para el desarrollo de las políticas y los programas educativos, asegurando una distribución equitativa y una gestión eficiente de los mismos. No se trata solo de invertir lo necesario. Se trata de invertirlo bien porque, en ocasiones, estamos dilapidando mucho dinero en cosas que no benefician el aprendizaje del alumnado.
- Realizar un seguimiento y una evaluación sistemática y periódica de las políticas y los programas educativos, utilizando indicadores e instrumentos válidos y fiables, que permitan medir el grado de cumplimiento de los objetivos y las metas, así como los efectos e impactos que se producen en los diferentes niveles y ámbitos del sistema educativo.
- Difundir y comunicar los resultados y las conclusiones de las evaluaciones, tanto a la comunidad educativa como a la sociedad en general, de forma clara, accesible y comprensible, y utilizando los medios y los canales más adecuados para cada público. Y obligar a que los profesionales de aula accedieran a esas evaluaciones para poder saber en qué se está trabajando y cuáles están siendo los resultados de lo que se está haciendo (tanto a nivel micro -el aula y el centro- como macro).
- Reflexionar y aprender de los resultados y las conclusiones de las evaluaciones, identificando los logros y las fortalezas, así como las dificultades y las áreas de mejora, y proponiendo acciones correctivas y preventivas para mejorar la calidad y la equidad de la educación.
Cada vez soy más de criterios técnicos y menos de chamanismo educativo. No es habitual el planteamiento técnico que propongo, vistas las declaraciones de algunos políticos, determinados docentes en los medios (curiosamente, la inmensa mayoría de los entrevistados en ellos defienden que la culpa de que no funcione la educación no es de las medidas; es de no saber aplicarlas bien por parte de sus compañeros) y de organizaciones privadas cuya máxima es vender “sus productos” o “colocar a sus integrantes” en la administración educativa.
Lo sé. Hoy debería haber hablado de la lotería pero, como bien sabéis, a mí este año no me va a tocar nada porque, por desgracia tampoco he ido bien de salud estos últimos tiempos. Algunos ya estáis de vacaciones y otros vais a empezar a partir de hoy. Disfrutadlas y disfrutad con la gente que más os quiere.
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Me gustaría que hicieras una entrada de esas evidencias científicas que avalan las prácticas de la antigua ley.
Un par de apuntes apresurados: dices que el fin de la educación debería ser que los alumnos aprendieran. Bien, pero aprender qué. ¿Todos lo mismo? Y segundo, claro que algunos saben lo que pretenden con la educación. ¿Hacen falta ejemplos? ¡Feliz Navidad! ¡Felices saturnalias! O lo que os dé la gana .