No tengo ningún problema en reconocer que, a pesar de mi oposición conocida ante los centros privados con concierto, estoy totalmente a favor de la existencia de centros educativos privados sin concierto. Me parece perfecto que alguien decida llevar a sus hijos a un centro educativo privado. Y me parece, de rebote, una decisión que beneficia a la educación pública, ya que esas familias que llevan a sus hijos a esos centros educativos no detraen ni un euro a la educación pública.
El problema de la educación pública no es la existencia de centros privados puros. El problema de la educación pública es, tanto detraer recursos para destinarlo a los conciertos como, y eso quizás es más importante aunque no venda ideológicamente tanto, no saber gestionar bien los recursos y las inversiones que se realizan en la pública. Y ya no digamos la cantidad de chiringuitos relacionados con la educación que existen en la actualidad. Miles de asesores que no se sabe para qué sirven. Infraestructuras que se encarecen millones respecto al precio inicial de coste. Equipamiento que cuesta más del triple de lo que costaría comprarlo a cualquier persona de la calle. Eso sí que es un problemón.
Nadie evalúa cómo se invierte el dinero público (no solo en educación). Nadie se dedica a analizar dónde y cómo debemos invertir en recursos humanos. Nadie se plantea evaluar qué se está aprendiendo y la calidad del aprendizaje que está recibiendo nuestro alumnado. Solo les interesa maquillar datos cara a Europa. Lo de las tasas de aprobados así lo indican. No es que el alumnado se haya vuelto más listo o más tonto en los últimos años. Simplemente se ha reducido la exigencia a la hora de calificar y evaluar a ese alumnado para promocionarlo o titularlo. A ver, que no digo nada que no sepa cualquiera que trabaje en un centro educativo. Por mucho que algunos quieran vender otra cosa en las redes sociales porque va contra de su mentalidad.
¿A qué viene mi defensa de la oferta de un servicio esencial, como es el educativo, por parte de entidades privadas? A que no afecta en nada a la escuela pública. A que ese dinero extra que podemos destinar a la escuela pública puede servir para mejorarla. A que no creo que lo privado sea mejor, a nivel educativo, que lo público. Estoy convencido de ello. Por eso no me preocupa eso que algunos llaman competencia. No lo es. No es comparable. Bueno, no debería serlo si en la pública hiciéramos los deberes. Es que es mucho más cómodo culpabilizar a terceros de lo que deberíamos hacer nosotros. Y la pública tiene muchísimo margen de mejora.
Hoy se ha publicado en un medio de comunicación un artículo interesado contra, de nuevo (¡ya cansa, y eso que a mí no me guste qué se está haciendo ahí), la Comunidad de Madrid. Un artículo titulado “Madrid, el paraíso de la educación privada: en la capital son minoría los alumnos de la pública“, en el que se usa la siguiente gráfica para demostrarlo.
Pues debo reconocer que me parece fantástico que haya un 15,8% de alumnado madrileño en la privada sin concierto. Eso implica muchísimo más dinero para poder ser destinado a la educación pública. Que diga lo anterior no implica que esté de acuerdo con las becas (dinero público) que se quiere dar a alumnado de la privada. Por ahí sí que no paso. Pero repito, no es malo que haya una bolsa de alumnado en esa privada pura. Es, al fin y al cabo, un beneficio para todos los que creemos en la pública. Siempre y cuando, claro está, que ese dinero que se ahorra, se reinvierta en este tipo de educación de todos y para todos.
Si ordenamos por la cantidad de alumnado que, o bien no cuesta dinero (porque van a la privada sin concierto) o van a la pública, nos encontraremos con una gráfica totalmente diferente. Eso sí, siempre mejor sesgar las gráficas con ideología. Así se venden más. Y en esto son expertos unos y otros.
Finalmente permitidme una reflexión. A mí lo que realmente me importa es que todo el mundo, con independencia de su situación socioeconómica, tenga las mismas oportunidades. Oportunidades que solo van a conseguirse si destinamos el dinero público solo a quien más lo necesita. Algo que, para todo el mundo, debería ser de cajón.
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