No me arrepiento de nada de lo que he publicado en este blog o en otros lugares. Cuando en verano hice limpieza de los artículos, lo hice para refundarme o reinventarme (enlace). Va a ser que es misión imposible. Aunque vaya evolucionando, no quiero dejar de saber quién fui en un determinado momento concreto. No me arrepiento de haber publicado ciertas cosas (que ahora no publicaría). Tampoco me arrepiento de mi pasado usando determinadas herramientas que, cuando vuelva al aula, jamás volveré a usar porque ahora tengo claro que hay cosas que subyacen tras su uso. Por eso en su momento recuperé la cuenta de Twitter y ahora voy a recuperar toda la hemeroteca del blog.

El otro día, un docente al que aprecio, me comentó que hace años publiqué un post titulado «Desertores de la Tiza 2.0», en el que tildaba de escaqueados y vagos a todos los que se fugaban de primera línea (o sea, del aula). Ahora yo soy un desertor de la tiza y ha cambiado mi visión de esos «desertores», porque he podido ver que la mayoría, al igual que sucede en las aulas, son excelentes profesionales. Es muy cómodo juzgar desde la barrera la toma de determinadas decisiones. Cuando esa barrera deja de existir, tus planteamientos iniciales se plagan de matices o cambios radicales. Se llama evolución. Sí, he evolucionado en muchos aspectos de mi vida. No solo a nivel de lo que leéis después de pasar por el teclado. En muchos más personales, también.

Debo reconocer que los que me acusan de esconder mi pasado, habiendo borrado cientos de artículos previos a julio del año pasado, seguramente no lo vean así. Fue por otros motivos pero, como rectificar es algo que hago habitualmente (y no se me caen los anillos por hacerlo), voy a intentar recuperar todos los artículos del blog desde sus inicios. Iré incorporándolos poco a poco porque, por desgracia, la última copia de seguridad que tengo haría que me cargara todo lo que llevo escrito desde julio. Y no es cuestión de desvestir a un santo para vestir a otro.

No escribo para conseguir nada. No escribo bajo los dictados de nadie. No me pongo frente al teclado pensando en qué voy a ganar o perder si digo esto o lo otro. Simplemente, como he repetido en múltiples ocasiones, me encanta escribir y doy mi opinión acerca de cuestiones relacionadas con la educación. Además la cago en múltiples ocasiones. Opinar tiene esos problemas. Y más cuando se hace tan habitualmente como lo hago yo.

Puedo ir con la cara bien alta, orgulloso de mi trabajo y conciliar el sueño, salvo por el insomnio recurrente, agudizado con la pandemia, sin pensar en que no he sido coherente con mi manera de ser. Algo que espero seguir haciendo.

Feliz semana. Queda un último sprint…


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