Lo he dicho en múltiples ocasiones. Soy rara avis, especialmente cuando leo «sesudos» debates en las redes sociales, o en determinadas columnas de opinión, sobre educación en las que, por desgracia, casi nadie habla de la escuela del presente. Todo el mundo habla de qué debemos hacer para preparar a nuestro alumnado para algo que no existe (ni nadie sabe si va a existir) o de manipulaciones, en uno y otro sentido, acerca de la escuela que vivimos o la escuela que tuvieron nuestro padres.
Pues va a ser que a mí solo me importa la escuela del presente. Me preocupa ver cómo se están regalando títulos a todos los niveles y cómo hay alumnado que consigue ir promocionando sin haber adquirido determinados conocimientos. Me da igual que pasara antes. Me da igual que haya conocimientos que, para un futuro que nadie conoce y que algunos intuyen con su bola de cristal, quizás no sean relevantes. A mí me preocupa el hoy. Y ahí es donde debemos intervenir. En el hoy y en el ahora. No en los recuerdos. No en las predicciones. No en las intuiciones de un futuro que, salvo que alguien venga con un DeLorean nos ponga encima de la mesa. Bueno, si alguien viene del futuro, lo lógico y razonable es que venga con los resultados de las diferentes apuestas deportivas y no con recetas pedagógicas.
No me preocupa de dónde vienen Kevin, Juan, Fátima o Marta. No me preocupa qué hubiera pasado con ellos si hubieran nacido hace cincuenta años con su educación. Me preocupa qué está pasando con ellos en la escuela. Me preocupa que haya cada vez más disrupción y mal comportamiento en las aulas. Me preocupa que algunos se empecinen en introducir pseudociencias en el aula. Me preocupa que se estén abriendo debates estériles que, al final, solo interesan a los cuatro que participan en ellos. Me preocupa que nadie se plantee analizar qué está pasando, acudiendo en exclusiva a hablar sesgadamente del pasado o pontificar acerca de un determinado futuro. Lo siento, pero ya me he cansado. Y lo veo totalmente irrelevante.
Lo relevante es hablar del aquí y del ahora. Tomando medidas urgentes para paliar determinadas disfunciones que tiene nuestro sistema educativo, siguiendo criterios técnicos (sé que os molesta a algunos porque, por desgracia, os interesa más vuestra ideología que solucionar el problema de Kevin, Juan, Fátima o Marta) y haciendo una evaluación, sensata y bien diseñada de lo que está pasando en nuestra escuela. Porque, lo que no podemos negar, es que tenemos un problema educativo serio. Lo sé. No lo tenemos solo nosotros pero, por proximidad, creo que toca meter mano a lo más cercano.
Sin arreglar el presente no vamos a mejorar el futuro. El pasado sirve para tener un vademécum de cosas que no han funcionado y otras que quizás lo hicieron. Nos facilita saber qué funcionaba y qué no para poder evitar cometer de nuevo determinados errores. Pero, más allá de eso, el presente puede tener variables que no existían en el pasado, que obligan a replantearse algunas cosas. No todo funciona en todo contexto. Por tanto, es lógico que no todo funcione igual en el presente que en el pasado. Eso sí, no por eso debemos renunciar a lo bueno que tuvo. Y ya lo del futuro, ¿qué tal si nos quedamos con intentar mejorar la escuela del presente para que nuestro alumnado pueda tener el mejor futuro posible? Creo que es lo más razonable y lo más justo para ellos.
No me hagáis mucho caso. A veces reflexiono por encima de mis posibilidades. Y quizás esta sea una de ellas. O quizás no y lo que planteo tenga todo el sentido del mundo. Quién sabe. Un abrazo a los que os pasáis por aquí, especialmente a aquellos que ya tenéis las pilas en versión reserva. La mayoría estáis haciendo mucho desde cualquiera que sea vuestro rol relacionado con la educación. Lo importante es, aparte de seguir haciéndolo bien, plantearse qué ha funcionado y qué no para poder tomar decisiones que afecten a esa escuela del presente que tanto necesitamos que mejore.
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