Apología de la tecnocracia educativa

Debo reconocer que me preocupa el discurso banalizador de la tecnocracia. Me parece especialmente nocivo en el ámbito educativo, donde la tecnocracia debería ser la clave para la toma de medidas educativas. No tiene sentido reformular el currículo sin contar con los especialistas del conocimiento. Y, aunque entre en contradicción con la idea de que la educación, al ser un bien social, debe estar gestionada y modificada en función de la mayoría, estoy convencido de que mantener la educación al margen de la ideología sería hacer un favor a esa sociedad en su conjunto.

La educación no puede estar supeditada a decisiones ideológicas. No podemos estar pendientes cada ciertos años, de la formulación de una nueva ley educativa porque todos quieren dejar su visión política de la educación. La educación en su parte más reglada debe ser un proyecto a largo plazo. Y no es posesión ni de azules, rojos, morados, verdes, naranjas o de aquellos que nunca han querido elegir un color. Es posesión de toda la sociedad. Sí, incluso de la sociedad que ha votado a partidos que nos pueden parecer, a nivel personal, más o menos hediondos.

A mí me encanta contar en docencia con los mejores profesionales. Pero no hay suficiente con tener a los mejores profesionales (que, por cierto, ya los tenemos). Es también muy importante que esos profesionales sepan en qué dirección deben ir. No tiene sentido que hoy se les diga vais a evaluar por competencias y, al cabo de medio telediario, se les cambie ese modelo de evaluación por otro. No puede ser que hoy se les diga que deben usar la herramienta A y mañana la herramienta B. No es de recibo que la burocracia acabe convirtiéndose en rellenar papeles o hacer checks sin sentido en algo que nadie jamás va a leerse.

Tener un equipo de tecnócratas “con poder para decidir cuestiones técnicas” por debajo de los políticos es imprescindible. Además, estoy convencido de que debería haber una comisión técnica, con transparencia de sus integrantes y currículum, que fuera la que gestionara la educación. Y que, cambiara o no el gobierno, siguieran allí garantizando que el camino que se sigue para mejorar la educación siguiera. Por poner un símil aunque no me guste demasiado, me encantaría una RAE para educación.

Sé que no es muy políticamente correcto lo que propongo porque, por desgracia, estoy quitando mucho poder a los políticos o a agentes/intereses externos para hacer cambios educativos pero, si lo que pretendemos es revolucionar la educación, lo que debemos de hacer es tomar decisiones técnicas. El humo educativo, por muy bonito que sea, no deja de ser humo y al final acaba disipándose. Y el legislar en el ámbito educativo en función de la ideología ya sabemos a qué nos ha llevado…

Por cierto, antes de finalizar me gustaría matizar un detalle: estoy totalmente en contra de la tecnocratización de la política o de un gobierno tecnocrático. La democracia, con todas sus imperfecciones, es el mejor sistema de organización de los estados. Se puede creer y querer vivir en democracia queriendo que la gestión de ciertas cosas se hagan de la mejor manera posible. De ahí lo que he planteado en este post.

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