Cuando uno piensa que lo ha visto todo me encuentro con otra situación surrealista. A últimas horas del día de ayer -leído hoy- me llega un mail de un docente, al que conozco desde hace años por las redes, que dice que va a dejarme de seguir porque va a llevar a cabo un proyecto para una determinada empresa y no le interesa que sepan que me sigue y que, si quiero seguir en contacto con él, lo haga por correo electrónico. Coño, ¿de verdad? ¿De verdad tengo tanto poder para que a alguien le den un trabajo o no? ¿Realmente todas las opiniones, equivocadas o no, que vierto por aquí tienen la menor importancia para un tercero? ¿De verdad alguien revisa a quién sigue o no alguien (o con quién se relaciona) para saber si le deja participar en un proyecto, le contrata para un determinado centro educativo o le permite dar formación?

Hace ya un tiempo un docente reconvertido a escritor me dejó de seguir. Los motivos… desconocidos. Además, teniendo su número de teléfono, y preocupándome por una mala situación personal que estaba pasando, le pregunte qué tal le iba en varias ocasiones y ni tan solo se dignó a contestar. No pasa nada. Viento. Por cierto, esta gente con estas prioridades no me interesa y, por ello me deshago de ellas al instante. No es el primer caso. Hace unos pocos meses uno, que ahora ha revitalizado su blog, me pidió un artículo que había publicado hace tiempo. Tengo abiertos los mensajes directos en Twitter y por ello no es obligatorio seguirme para preguntarme nada. Se lo mandé y ya no supe nada más de él. Ahora va vendiendo su blog y haciendo amigos para conseguir sacar tajada dentro del grupo de la neuroficción educativa.

El problema es que lo anterior lo intuyes. Más que nada porque no te has caído del guindo. El problema es cuando te lo dicen a la cara. Te dicen que dejan de seguirte porque «eres una mala influencia y no permites progresar a alguien en el menudeo educativo». Hay qué joderse. Bueno, al menos te permite tirar lastre y saber que, por suerte, determinadas personas no son tan buenas ni maravillosas como se venden en las redes sociales. Aún así, sigue sorprendiéndome a día de hoy que haya gente que tenga que jugar al interés para promocionarse. Nada, allá cada cual con sus decisiones. Decisiones, por cierto, totalmente libres. Uno es libre de priorizar ciertas cosas. No hay nada malo en ello. Y, a pesar de que con esta persona que me haya enviado el correo, al igual que con esos dos ejemplos que comento, no quiero tener nada que ver, me alegraré si les va bien. Soy así de gilipollas.

O lo escribo o reviento. Y yo que pensaba que a la gente se la pagaba por la profesionalidad, al margen de vivir en un determinado lugar, tener una determinada ideología o rodearse de determinado grupo de amigos… Iluso.

Como reflexión final tan solo deciros a aquellos que os movéis por interés en las redes sociales, ¿realmente os sale a cuenta vivir de esta manera? Por cierto, seguramente haréis lo mismo en las redes que fuera de ellas. A mí, personalmente, me daría mucha pena tener que ir -o no ir- con determinadas personas en función de lo que pueda sacar. Eso no es vida. Es otra cosa.


Descubre más desde XarxaTIC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.