Son las seis de la mañana y me da igual. Voy a ponerme a escribir aquí en mi blog. Voy a gritar «pedagogista» y lo voy a repetir. Con esa sonrisa puesta. De verdad que no me cuesta (…).
La verdad es que no hay nada mejor para empezar el artículo que empezarlo con algunas de las líneas, ligeramente modificadas, de una canción que lo petó en su momento, que a mí me puede gustar más o menos pero, a bote pronto era la única que empezaba con las seis de la mañana. Y reconozco que, a pesar de las horas en que me he puesto a escribir esto, estoy bastante más descansado que en los últimos días. He podido dormir cinco horas de un tirón. Estoy más que satisfecho. Siento, como dicen algunos, orgullo y satisfacción por ello. Y eso me incentiva a escribir, de nuevo, otro artículo acerca de los pedagogistas. A ver si solo van a ser ellos los que puedan escribir trilogías o ponerse a identificar, como auténticos (…), a quienes no piensan como ellos.
Por tanto, hoy os voy a decir cómo podéis detectar a un pedagogista en estado salvaje. Estáis de suerte. Os traigo una guía infalible para identificar a estos peculiares personajes del ámbito educativo.
En primer lugar los podréis detectar por los inconfundibles ataques ad hominem. Para un pedagogista, el debate argumentativo es un deporte de contacto. En lugar de refutar tus argumentos, se centrará en descalificarte personalmente. Si escuchas frases como «No tienes ni idea» o «Tu aula no es la realidad», ¡enhorabuena! Has encontrado a un auténtico pedagogista.
Un pedagogista es un ferviente defensor de la democracia… siempre y cuando los resultados coincidan con sus opiniones. Si alguna vez escuchas que solo es democrático si sale lo que ellos dicen, estás ante uno de ellos. Porque, claro, la verdadera democracia consiste en estar de acuerdo con su punto de vista. No hace falta ir muy lejos con los ejemplos. Cerca de donde vivo hay uno que, curiosamente, tras que la mayoría de su Claustro vote en contra de una de sus propuestas, se puso a cuestionar en las redes sociales la profesionalidad de los que no habían votado lo que él quería que saliera. Lo sé. Para ellos la democracia es muy elástica. Solo vale cuando la misma ratifica sus postulados educativos. Son así.
Los pedagogistas tienen una habilidad especial para anteponer sus creencias a la realidad. Si te encuentras con alguien que defiende su postura basándose en argumentos ideológicos, ignorando cualquier evidencia científica en contra, ¡ya sabes con quién estás tratando!
¿Citar múltiples estudios y datos? ¡Qué aburrido! Un buen pedagogista tiene la capacidad mágica de encontrar ese único artículo científico que apoya su visión, ignorando otros cientos que digan lo contrario. Porque, al final del día, ¿quién necesita consenso científico cuando tienes un artículo que dice lo que tú quieres? Lo sé. Queréis ejemplos. Pues va. Imaginaos que hay cientos de investigaciones que hablen de los perjuicios de las «pantallas» en el aprendizaje y que solo haya un par de artículos que defiendan los beneficios de su implantación. ¿Sabéis a qué va a agarrarse el pedogista? Touchée.
A los pedagogistas les encanta «evangelizar». Prefieren pasar su tiempo predicando sobre sus teorías educativas antes que en el aula, enseñando. Si conoces a alguien que siempre está dando charlas y conferencias pero rara vez pisa un aula, probablemente es un pedagogista en toda regla. También podéis detectar un pedagogista fácilmente acudiendo a sus publicaciones en las redes sociales y viendo que, curiosamente en su horario laboral es cuando hacen las mismas. Y ya no entro cuando alguien usa espacios de su centro educativo para vender sus libros o, simplemente, es tan (…) para publicar una foto en su hora de guardia creando su próximo producto editorial.
Si un pedagogista encuentra una nueva teoría educativa, inmediatamente se convierte en la única verdad incuestionable. Si ves a alguien cambiando su método de enseñanza cada seis meses por la última moda educativa, ¡es muy probable que sea uno de ellos!
Un pedagogista rara vez acepta críticas constructivas. Si te encuentras con alguien que se ofende fácilmente y no acepta comentarios negativos sobre sus métodos o teorías, probablemente tienes frente a ti a uno de esos personajes.
Así que ahí lo tienes: una guía para identificar a un pedagogista. Recuerda, esto es solo uno de los típicos artículos de Jordi; no todos los pedagogistas son así. Bueno, sí. En este caso lo son todos. Por tanto, si te cruzas con alguien que cumpla todos o gran parte de estos puntos, al menos ya sabrás que seguramente estés delante de uno de ellos.
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