Ayer, después de otro acto de mercadotecnia «de ese youtuber que todos los docentes conocen», que ya me aburre soberanamente y, sinceramente, no veo ningún tipo de necesidad de hacerle casito, me puse a pensar en el rol de gestor educativo. Más que nada porque, después de dos años fuera del aula, trabajando en las tripas de mi administración (como peón de pico y pala), he podido entender que quizás no sea todo tan sencillo como se propone en Twitter o, simplemente, como algunos creen que deberían hacerse las cosas. La Educación y su gestión es un monstruo de proporciones colosales que, al final, acaba devorando todas las ideas porque, lo urgente come a lo importante o, lastra todas las posibilidades de mejora.
En la administración en la que trabajo, lo que sí puedo decir es que se trabaja -al menos en la parte que conozco- como burros de carga. Horas y horas intentando solucionar los problemas básicos del ciudadano y, al igual que digo que trabajamos «los machacas», también sé que se trabaja por arriba. Otra cuestión es que me guste más o menos lo que se está haciendo o cómo pero, al final, yo solo conozco una parte muy pequeña y, sabiendo ya lo complicado que es cambiar solo una pequeña cosa, me imagino la imposibilidad de hacer ciertos cambios que me gustaría ver en la Educación que se gestiona en el edificio en el que trabajo. No es fácil. No lo digo para disculpar a nadie pero, por desgracia, cualquier cambio requiere un correcto diseño y un presupuesto. Y, a veces no hay tiempo para el diseño y, aún menos recursos económicos para llevarlo a cabo. Eppur si muove. Poco a poco y quizás dando vaivenes, pero se acaba moviendo.
Sé que hay políticos (o cargos políticos en el ámbito educativo) que llevan meses sin dormir, sin vacaciones y durmiendo lo mínimo. Sé que hay técnicos en la administración que, aunque estén de vacaciones oficiales, oficiosamente aún no han parado. Sé que hay docentes que tampoco lo han hecho para preparar el nuevo curso. Sinceramente, aunque sé de la importancia del trabajo de aula, es mucho más fácil gestionar un aula con veintimuchos alumnos que un sistema educativo para un millón de alumnos (y para sus familias), miles de docentes y cosas que deben funcionar sí o sí. Lo mismo que la gestión de los equipos directivos que, más de uno sin vacaciones, intenta cuadrar los espacios para el curso que viene. Eso sí, la urgencia no disculpa la toma de malas decisiones pero, en ocasiones la gestión -y especialmente en momentos críticos- tiene demasiados factores exógenos que hacen imposible que se realice en condiciones.
No me gustaría estar en la piel de los que deben gestionar la Educación para el próximo curso. Eso sí, como siempre digo, agradecería que se contara más con los profesionales de «trinchera» (no con los influencers o gurús), con los alumnos y con las familias. Sé que en ocasiones no se hace por cuestiones de tiempo o «la necesidad de sacar ciertas cosas». A veces no hay tiempos pero, al final, si se intenta hacer una planificación correcta, a medio o largo plazo, los resultados van a ser mejores. El problema de los gestores en educación -y en cualquier otro ámbito- es que solo ven el ahora y, como mucho el mañana.
En la gestión educativa (a todos los niveles) hay de todo. Hay buenos y malos gestores, al igual que hay buenos o malos docentes. Se echa de menos un poco más de escucha activa y transparencia en las decisiones que se toman. Aún así, yo pongo la mano en el fuego, que con la pandemia, en lo que conozco de primera mano, se ha intentado hacer las cosas lo mejor posible por parte de todos los que tienen capacidad de gestión. Y, como siempre sucede con las cosas que se hacen bote pronto… a veces salen bien pero, en la mayoría de ocasiones salen chapuzas más o menos (in)válidas.
No disculpo a nadie por el trabajo que hace y las decisiones que toma. Otra cuestión es que, en ocasiones me apetece tener una visión global del conjunto que, por desgracia, tanto se pierden los docentes cuando hablan de las decisiones que toman sus equipos directivos como de las que toma la administración.
Finalmente no me gustaría acabar este post sin agradecer a TODA la comunidad educativa el trabajo realizado. Claro que hay parte que no lo ha hecho ni se prevé que lo vaya a hacer pero, a pesar de que sean más de los que me pensaba en un inicio «los que no hacen», son muchos más «los que hacen o lo intentan». Otros, simplemente, se dedican a incendiar Twitter cada cierto tiempo para que no pierdan seguidores y puedan mantener su ego o sus negocios.
Se debe criticar lo que no funciona bien de la administración educativa (incluyendo la gestión que se está haciendo, a todos los niveles, de la misma) y, en caso de tener ideas, proponerlas donde toca. Las propuestas son imprescindibles porque, al final, todos queremos una mejor Educación. O, al menos, la inmensa mayoría de la comunidad educativa.
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