Resulta curioso ver como, ante la incapacidad de algunos, se acude a buscar ayuda en los influencers para que, o bien distribuyan determinados mensajes o bien sean la cara visible de ciertas cosas. Personajes cuyo único mérito -que no es poco- es haber conseguido, partiendo en muchos casos desde la nada, miles de seguidores en sus redes sociales o sus canales de YouTube. Nada que ver con sus conocimientos y aún menos con su capacidad de asesorar a nadie.

Estos días hay un tipo que por Twitter se ha postulado como «influencer educativo» para asesorar a los responsables educativos. Además pone en el pack a uno cuyo único objetivo es hacer negocio y que, curiosamente cada cierto tiempo en el que las estadísticas de su canal bajan, se dedica a insultar a los docentes. Eso sí, como el tipo sabe mucho de mercadotecnia, hace lo posible para una vez incendiadas las redes, decir que se le ha malinterpretado. Y, además, este último personaje gana pasta por tener seguidores y gente que mira su canal de YouTube. ¿Significa que sabe algo de educación? Pues va a ser que no porque, al final, esos números no demuestran nada. Los que conozco, tanto los que tienen poder de decidir como los que asesoran en el ámbito educativo son personas que, en ocasiones tienen muy poca presencia en las redes sociales. Algo que es irrelevante para hacerlo bien o mal. Sé que me repito, pero tener miles de seguidores no hace que uno sepa más de educación.

Además tengo un ejemplo muy concreto: el de mi caso (enlace). El día 20 de julio cerré una cuenta de Twitter con cerca de 18.000 seguidores para crearme otra que, en estos momentos (lo he mirado pero, sinceramente ha sido solo para documentarme) tiene 764. Esto significa que lo que tuiteo o lo que escribo en el blog llega a muchas menos personas que antes pero, ¿hace que lo que escribo tenga una menor validez que lo que escribía antes? ¿Me hace mejor o peor profesional? ¿Me hace saber más o menos de educación? Pues va a ser que no porque, sinceramente, en un mes soy la misma persona, tengo los mismos aprendizajes y, puedo equivocarme más o menos cuando hablo. Algo que debería ser la clave de todo este tinglado mediático que a algunos tanto les interesa. Salir en los medios no te hace mejor profesional -ni más experto- sobre un tema concreto. Tampoco dar más o menos charlas o, simplemente, tener una tropa de adoradores y haters que difundan tu mensaje. Eso sí, seguro que venderás más tu producto. Ser influencer solo sirve para vender o venderte. Tiene muy poca relación con lo bueno o malo que seas en tu trabajo o la capacidad de asesoramiento que puedas tener. Especialmente en ámbitos donde hay grandísimos profesionales a los que les chirrían muchas cosas de lo que dicen estos influencers, porque hay muchos que sí que saben. No son unos chiquillos ávidos de que un tipo con un canal de YouTube les enseñe a aprobar un examen de Matemáticas.

Lo curioso es que haya gente que contrate o se dirija a las personas en función de su relevancia en las redes. Sé que es más complicado medir el trabajo que lleva haciendo uno en su aula o fuera de ella. Eso sí, confundir influencer con persona «que sabe de algo», aparte de ser poco serio, lo único que demuestra es que algunos no se toman en serio su profesión.

Finalmente solo un detalle, ¿se puede tener muchos seguidores en las redes sociales y saber de educación? Pues sí. Hay gente que tiene bastantes seguidores que sabe de educación. Otra cuestión es que este parámetro sea relevante porque, al final, hay muchos más que saben de educación fuera de las redes o con pocos seguidores que en ellas. Profesionales invisibles y fagocitados por una sociedad en la que, para algunos, son más importantes las métricas que lo que hay tras ellas.


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