En el día de ayer, en mi red social favorita, publiqué el siguiente tuit y me quedé tan ancho.
Pasadas unas horas, con el interludio de haber podido dormir en mi cama después de una semana en la que, por motivos que no voy a mencionar pero son fácilmente imaginables, me ha tocado dormir en el sofá, tengo que deciros que el tuit anterior es solo una opinión. Para mí Celaá ha sido peor Ministra que Wert porque, en lo que hace referencia a mis parámetros acerca de cómo debería ser la educación, ha legislado de forma opuesta a mis creencias. Sí, he dicho creencias. Dar más o menos horas de una determinada asignatura, potenciar o no la enseñanza concertada o, simplemente, la manera de enfocar el modelo educativo, tiene mucho que ver con lo que uno cree. Y en esas creencias entran experiencias, conocimientos o cualquier otra cosas que matice ese credo subjetivo.
En diciembre del año pasado, el Ministerio de Educación y FP publicó las últimas cifras oficiales (fuente), con estadísticas e indicadores, del sistema educativo español. Se trata de las cifras que incluyen los datos del curso 2019-2020. Son datos y no creencias u opiniones. Otro tema, vuelvo a repetir, es si uno cree u opina que debemos aumentar el número de conciertos, la segregación en las aulas o, simplemente, reducir a toda costa las repeticiones para maquillar los resultados frente a Europa, puede decir que los datos son buenos. En caso de ser alguien que defienda la inclusión real, el aprendizaje significativo y la no segregación, pues los datos son malos. Por eso mi opinión en el tuit. Yo creo, después de haber leído, tanto la LOMCE como la LOMLOE que la segunda, «basándome en mis parámetros», es peor. Repito aunque lo haya entrecomillado: «basándome en mis parámetros» y en lo que creo que debe ser la educación.
Un detalle que yo diga que alguien hace las cosas mal o que una ley educativa es mala, no implica que las personas que ejercían el cargo antes o las leyes educativas precedentes fueran buenas. Otro tema es que solo me dejaran elegir entre una pastilla azul y una roja.
Lo mismo sucede en las aulas cuando nos basamos en prácticas sin evidencias. Que la opinión o el amimefuncionismo se pone a nivel de generalización. Es que incluso revistas educativas, antaño de prestigio, se basan para afirmar algo en las experiencias personales y no extrapolables de algunos docentes. Es como usar a alguien que está en UCI a pesar de haberse vacunado como justificación para decir que las vacunas no funcionan. Creo que entendéis por dónde voy. O quizás es que me explico muy mal.
Lo que escribimos en las redes sociales son opiniones. Más o menos fundamentadas, pero opiniones al fin y al cabo. Para hablar de algo en profundidad deberíamos justificar en todo momento por qué estamos diciendo tal cosa y, en un contexto en el que lo importante es la rapidez y la viralización, frente a la justificación de esa opinión, asumimos determinadas cuestiones como algo veraz y, como mucho dicha veracidad va a depender de las ganas que tengamos de creernos en que lo es.
Pido disculpas a todos por opinar en ocasiones en Twitter. Voy a seguir haciéndolo porque, salvo cuestiones básicas en educación que no pueden discutirse porque hay datos que lo avalan, la mayoría de afirmaciones son demasiado líquidas para poder ser tomadas como generalidades. Casos particulares no son generalizables. Creencias no son realidades. Opiniones son dependientes de muchas cosas y, en ocasiones, al igual que los culos, cada uno tiene su opinión, igual de válida o poco válida que las de los demás. Bueno, algunos dicen que «su opinión es la que vale». Y contra eso, por datos que se les dé que demuestre lo contrario, no se puede luchar.
Un abrazo y disfrutad del finde. Eso sí, antes de disfrutarlo, permitidme haceros publicidad de la newsletter que os hago llegar cada lunes con los artículos de la semana a los que añado una breve reflexión. Os podéis suscribir desde aquí. Suscribirse es gratis. 😉
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Bien dicho