Digas lo que digas en la red del pajarito, al final te van a llover hostias. No hace falta que seas un machote prepotente, misógino y homófobo, con canal o sin él de YouTube, para que te acaben fusilando en una red, sustitutiva de esos paredones que, al acabar el «acto», quedaban bastante difíciles de limpiar. Además como hay personas que no piensan más allá de la «defensa de su lider supremo o su ideología», hay ocasiones en que los debates se convierten en algo imposible. No olvidemos tampoco que, al final, es muy fácil ponerse tras el teclado para expresar las frustraciones de uno. Más aún si ese uno tiene problemas familiares, socioeconómicos o, simplemente le falta cariño (o, como se dijo mucho ayer, necesita que le hagan «casito»).
No sé si existe un uso decente de Twitter. Lo que sí que tengo claro es que, por suerte, cada uno usa Twitter como le apetece, diciendo lo que le guste y haciendo, de su forma de tuitear, una visión de lo que le gustaría que algunos vieran de él. O, simplemente, como sucede al llevar miles de tuits, se acaba asomando la patita y salen todos sus odios y frustraciones -o lo mejor de esa persona- en formato de ceros y unos. Y eso no tiene nada que ver en cómo se plantea su uso porque, tal y como he dicho anteriormente, la patita se acaba mostrando porque es imposible ponerse una careta todo el día. Cuesta mucho. Incluso que pretendas usar tu cuenta como estrategia de negocio, al final siempre sale algo de las frustraciones o necesidades de ego de uno.
Es por eso que en Twitter uno debe de entrar sabiendo lo anterior. Sabiendo que, diga lo que diga, va a ser criticado. Sabiendo que, a pesar de toda la buena intención o tuitear algo sin demasiada trascendencia, especialmente si hay gente que le sigue, va a tener detractores. Incluso tuitear algo tan simple como «estoy desayunando una tostada con tomate y jamón» puede generar rechazo por parte de quienes, por determinados motivos, ven en la tostada un exceso de energía para obtenerla, y ya no digamos la visualización del pobre cerdo para amputarle esa pata jamonera. Algunos le sacan punta a todo. Ya no digamos el hobby que supone para los hacedores de memes. O para los que intentan, de forma más o menos graciosa, retorcer todos los tuits a su conveniencia después de haber afilado el hacha, cortar veinte cabezas y relamerse con la hoja sanguinolenta para, posteriormente a ello, enfundarse un traje de marinerito o un vestido blanco impoluto.
Ya sé que como hago siempre no doy respuestas, la inmensa mayoría de ocasiones, a las preguntas que planteo en los posts. Quizás es que no haya respuestas o, simplemente, me apetezca dejar abierta la cuestión para que vosotros la podáis responder. Eso sí, lo que me queda claro después de más de una década en la red del pajarito, es que Twitter algunos lo usan para hacer daño, decir auténticas barbaridades o, simplemente, para jugar al señalamiento de aquellos que, por motivos ignotos, odian profundamente. Para otros, simplemente, se trata de un divertimento más (que puede ser usado para informarte -poniendo en barbecho lo que te dicen- o aprender). Del tipo Candy Crush, mezclado con la lectura de Lo País y de un libro de texto, pero un poco más tecnológico, heterogéneo y colaborativo. 😉
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