Soy docente de Secundaria. He estado dando clase de Tecnología y de todo lo que endosan «al nuevo» veintimuchos años y, por desgracia, siempre hay algo que me ha faltado en todos los centros educativos en los que he estado: la participación de las familias en el centro. Y no estoy hablando solo de la ínfima cantidad de familias que acuden a votar en las elecciones a sus representantes en el Consejo Escolar. Me estoy refiriendo a la desidia, más allá de lo anterior y la queja en la que parece que algunos, con más o menos razón (no voy a entrar en ello porque no es el leitmotiv del post), están anclados en todas sus interacciones con tutores o equipos directivos.

Una baja participación de las familias en los centros educativos de Secundaria, insisto, impacta negativamente en el proceso educativo. Y, como siempre, aunque algunos no se lo crean, me gusta intentar dar algunas estrategias para mejorar esa participación, voy a ello… con las limitaciones que supone, como he dicho siempre, tener un punto de vista sesgado y siempre subjetivo.

Lo primero que creo que podría hacerse es crear un buen ambiente de bienvenida y colaboración. No solo bienvenida o jornada de puertas abiertas en la que parece todo maravilloso. Me estoy refiriendo a promover una cultura de colaboración y apoyo mutuo, asegurándose de que todas las voces sean escuchadas y respetadas. Escuchadas y respetadas por TODAS las partes. Incluyendo en esas partes las propias familias ya que, al igual que hay docentes poco abiertos a ese diálogo con las familias, también hay familias que solo buscan confrontación.

La comunicación debe ser clara, transparente y permanente. La comunicación es clave para involucrar a las familias. Utilizar canales de comunicación efectivos y accesibles, como boletines de informaciones varias, correos electrónicos y reuniones informativas, es crucial. Además, es importante que la información sea clara, relevante y esté disponible en varios idiomas si es necesario. No cuesta nada pasar los correos por un traductor y decir que «lo hemos intentado» aunque reconocemos las limitaciones que puede tener el uso de un determinado idioma. Y no. No estoy hablando de traducir todos los documentos. Estoy hablando de intentar acceder al lenguaje de las familias. Ellas no están en el aula y, en ocasiones les cuesta tiempo, especialmente al acabar de aterrizar a nuestro país, aprender la lengua o lenguas cooficiales.

Debemos flexibilizar los horarios de las reuniones. Lo sé. Esto para algunos va en contra de sus derechos laborales (de los que ya sabéis que soy un gran defensor) pero, ofrecer opciones de horarios flexibles para las reuniones y las actividades extraescolares en las que se invite a las familias, es clave. Además hoy en día tenemos alternativas virtuales para aquellos que no puedan asistir en persona. Relacionado con esto sería interesante ofrecer, desde los centros educativos u otras entidades de la administración, formación en habilidades digitales a todas las familias para las cosas que impliquen la formación o comunicación con los docentes de sus hijos.

Todo lo anterior no tiene sentido sin la parte de incentivar la participación. No tengo una varita mágica pero, a bote pronto se me ocurre otorgar reconocimientos públicos, certificaciones de participación o, incluso, poder montar determinadas actividades en las que participen esas familias en los centros educativos. Lo sé. Se ha intentado en muchos centros educativos y, en ocasiones, hay contextos en los que cuesta mucho. Que cueste, por cierto, no implica que no debamos buscar soluciones imaginativas que, a lo mejor siendo muy sencillas, pueden servir para ello.

Otra cosa que a mí me parecería interesante es realizar encuestas para conocer las opiniones y necesidades de las familias. La retroalimentación obtenida debería ser utilizada para mejorar las prácticas y políticas escolares (sí, hacer una recopilación de estas encuestas por parte de la administración permitiría obtener datos muy interesantes), demostrando a las familias que sus voces son importantes y tienen un impacto real.

Y, finalmente, insisto en que es imprescindible promover la participación activa de las familias en la toma de decisiones (no técnicas) y en la planificación de actividades escolares desde los Consejos Escolares, asegurando que tengan un papel relevante en el proceso educativo.

Una comunidad escolar comprometida y colaborativa contribuye al desarrollo académico, social y emocional de los estudiantes. Y, por desgracia, esto no es lo que está sucediendo en Secundaria.

Dedico este artículo a alguien que ha tenido la desgracia de ver lo peor de mí. Alguien que espero poder seguir teniendo a mi lado por muchísimo tiempo porque, al final, el tiempo es algo que se comparte mejor en buena compañía. Un tiempo que, aunque queramos frenarlo, pasa de forma inexorable.


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