Esta mañana me apetece irme un poco de la temática habitual de este blog. Bueno, quizás tampoco me vaya mucho de la misma ya que, reflexionando un poco acerca del título del post, me encuentro con una reflexión que puede aplicarse también al «mundillo» educativo. Qué demonios. Claro que puede aplicarse a la educación. Y, aunque mi intención inicial no sea hablar de educación al ponerme a aporrear las letras del teclado, la cabra tira al monte. O más bien, quizás la profesión marque, especialmente en las más absorbentes, para uno, parte de su manera de entender las cosas.

Hasta hace unos años me creía poseedor de verdades absolutas. Bueno, más bien relativas, pero verdades al fin y al cabo. Pensaba que un grupo de francotiradores educativos podían, desde sus trincheras, mejorar la educación. Que su impacto era importante. Que el tomar decisiones, de forma individual, teniendo en cuenta solo las ideas de uno, era lo más productivo para el alumnado. Que, al final, esto de la educación había pasado de ser un juego de equipo a un juego individual. Que eran las decisions individuales las que marcaban las diferencias para alguien. Lo sé. Esto no funciona así. No funciona así ni en un matrimonio. Así que, imaginaos en algo tan complejo y mastodóntico como es un simple centro educativo.

Hay muchísimos docentes que trabajan muy bien. Que individualmente son unos cracks de lo suyo. Que consiguen, con mucho esfuerzo y tesón, dotar al proceso de enseñanza-aprendizaje de unas reglas y situaciones que benefician a ese alumnado que tienen delante. Pero, ¿cuánto cambio es capaz de hacer alguien dentro de un sistema tan complejo como el educativo? Es que incluso para trasladar la paella de los domingos del paellero a la mesa somos necesarias dos personas. Así que imaginaos la cantidad de personas que se necesitan para ir hacia un sistema educativo que funcione. Imaginaos, además, que en el caso del traslado del paellero a la mesa, tuviéramos a algunos que nos están intentando, o bien poner la zancadilla o, simplemente, incorporar unas rodajas de cebolla a la paella…

En el ámbito educativo entre muchos podemos (intentar) hacer muchas cosas. Sin dinámicas de centro la cosa no funciona. Sin espacios y lugares comunes, para compartir ente visiones heterogéneas, poniendo sobre la mesa investigaciones, evidencias y experiencias, se pueden hacer cosas pero, al final, no vamos a llegar nunca a hacer esas cosas que realmente se necesitan para mejorar el futuro de ese alumnado que, al final, es el objetivo de todo.

Reconozco que, en demasiadas ocasiones, a más de uno nos pierde el individualismo. Bueno, creo que, en ocasiones, todos caemos en esa trampa. En el yo, mi, me, conmigo. Una trampa muy cómoda porque no tenemos que depender de nadie. Una trampa muy bien diseñada que, por desgracia, acaba fagocitando muchas buenas ideas. Una trampa que permite la existencia de gurús y biblias pedagógicas. Una trampa que, al final, por mucho que sepamos que lo es, acaba teniendo su atractivo para caer en ella.

Que uno haga cosas es importantísimo. Que muchos hagan muchas cosas, mucho más.

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