Nada. Por lo visto muchos docentes estamos en contra de la inclusión educativa porque, según dicen, estamos en contra del modelo de inclusión que plantean algunos, nos cuestionamos la necesidad de ser todólogos aficionados con una formación trucha impartida por los de siempre o, simplemente creemos que, con las ratios actuales y la falta de recursos, todo lo que se denomina inclusión es solo un bluf.
Lo reconozco. Estoy mal formado en ciertas cosas, pero no quiero formarme en TDAH, por parte de otros docentes «sin formación pero, según se autodenominan ellos, muy inclusivos», porque tengo mis dudas (seguramente equivocadas, porque es una percepción empírica) acerca de la taxonomización tan alegre de algunos de ese alumnado. Ya no digamos mis recelos ante tanto alumnado empastillado que llega a los centros educativos. No es lógico que la única solución que receten algunos sea dar pastillas. Me da la sensación de que hay mucho sobrediagnóstico del asunto porque, al final, ¿qué se define como alumnado con TDAH? ¿Qué marcadores indican que se da dicho trastorno? Por cierto, ¿os habéis dado cuenta de que la mayoría del alumnado que tenéis diagnosticado con TDAH y medicado es alumnado de familias de nivel sociocultural más bajo? Nada, será casualidad que la gente pudiente tenga otras estrategias más allá de la pastilla.
No soy psicólogo, psiquiatra o con formación en el ámbito de la neurobiología, pero sí que llevo décadas observando a mi alumnado. He tenido alumnado diagnosticado con dislexia, con síndrome de Down, con Tourette, esquizofrénico, bipolar, autista, superdotado, etc. y, sinceramente, he visto que llegaban al centro educativo donde daba clase de forma diferente según las familias. Las familias son clave. También debería serlo la existencia de recursos en los centros educativos. Personal especialista que pudiera trabajar con ellos. Y no, no siempre el alumnado puede ni debe incorporarse al aula con el resto de sus compañeros porque, en muchas ocasiones y especialmente cuando el alumnado se hace mayor, los acaba desplazando. Incluir no es meterlos por decreto en un aula ordinaria. Incluir no es coger al alumnado y, con independencia de sus trastornos o potencialidades, agruparlos según edad fisiológica. No hay nada peor para la inclusión que considerar iguales a todo el alumnado. Algo que es lo que venden los defensores de determinadas estrategias maravillosas de inclusión.
Si hablamos de inclusión estamos hablando de dar a cada alumno lo que necesite y llegar a unos mínimos con todos. La inclusión es atender a todo el alumnado. La inclusión, en ocasiones, no es hacer que todo el mundo esté compartiendo tiempos y espacios en el mismo momento por el simple hecho de socializar. Forzar la socialización es contraproducente. Malo para el alumnado con dificultades. Malo para el alumnado que no tiene tantas dificultades.
La inclusión, por cierto, no solo es para el alumnado con trastornos. Es también para el alumnado con altas capacidades, para el alumnado «normal» y para el que, sin tener ningún trastorno diagnosticado o visible, no consigue seguir el ritmo de la clase. Es que el discurso de la inclusión solo para unos no me gusta nada.
Para poder atender en condiciones la diversidad y poder incluir a todo ese alumnado que tenemos, necesitamos más recursos y menos ratios. No es una queja ni el echar balones fuera. Es una necesidad. Ese alumnado necesita menos DUA, menos colectivos para potenciar la inclusión y mucho menos dinero destinado para que cuatro se lucren dando cursos de cosas que, dentro de un aula son imposibles de hacer. Esas ensoñaciones pedagógicas que, quizás sobre el papel o desde una tarima queden muy bien pero que, cuando estás en el aula distan mucho de poder trasladarse a la realidad.
Estoy en contra de la inclusión que me están vendiendo. Otro tema es que esté a favor de dar al alumnado la atención que necesita, tener equipos de especialistas numerosos, ratios bajas y que nadie, por el hecho de nacer en una familia u otra, reciba un diferente trato en los centros educativos. Porque, al final, el modelo de inclusión que algunos plantean solo sirven para excluir socialmente en el futuro a determinado alumnado. Y por ahí no paso.
Lo fácil es diagnosticar y vender ciertas cosas. Lo difícil es el trabajo del día a día en el aula porque, aunque algunos defiendan lo contrario, incluir es para TODOS los que tienes delante.
Ahora ya podéis empezar a meteros conmigo por lo que acabo de escribir. Os pido, eso sí, que tanto en las redes sociales como en el blog, os pongáis por orden para hacerlo. El turno lo cogéis libremente.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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No puedo estar más de acuerdo, esta «inclusión» es insostenible para todo el mundo.
[…] Xarxatic – Es que estás en contra de la inclusión… ¡y lo sabes! […]
Estoy completamente de acuerdo contigo.
Está inclusión acabará excluyendo….
El problema es que ya lo está haciendo.