Hay cientos, por no decir miles, de herramientas y productos tecnológicos, relacionados con la educación, disponibles para cualquiera. Cada día que pasa aparecen nuevas novedades en tecnología educativa y, por desgracia, siempre se acaban tomando decisiones a la hora de elegir una u otra que acaban primando la novedad o, simplemente el «ser algo que ya se conoce». Y cualquiera de los dos criterios están equivocados.
Es importante que las empresas tecnológicas demuestren que sus productos funcionan. Es imprescindible que, tanto la administración educativa como el usuario final, analicen la tecnología educativa para ver si reúne los requisitos necesarios para poder ser usados en el aula (tanto a nivel micro como macro). ¿Existen análisis de calidad de esos productos tecnológicos que estamos usando en las aulas? Pues, lamentablemente, aunque existan algunos, los mismos vienen muy limitados tanto por la especificidad del territorio como, por desgracia, la falta de criterios claros de evaluación de los mismos. A pesar de ello, alguna cosa se puede encontrar naufragando por internet, como este análisis de las 100 herramientas tecnológicas más usadas en los centros educativos en los centros educativos de EEUU a lo largo de la primera mitad curso 2022-2023 (enlace).
Lo sé. El estudio que os he enlazado no tiene mucho valor porque detrás del mismo hay empresas tecnológicas, pero sí que nos puede servir para hacer uno por parte, o bien de la administración educativa, o bien de los propios centros educativos. Investigar qué funciona y qué no en el aula es clave para cualquier mejora educativa. Y por ello, aparte de la metodología, también deberíamos ponernos a analizar las herramientas, no solo tecnológicas, que se están usando e nuestras aulas.
¿Cuáles son los parámetros clave para analizar productos tecnológicos y determinar su idoneidad en el aula? Pues, siempre con las limitaciones que puedo llegar a tener a la hora de plantear determinadas cosas, a mi entender serían los siguientes (los hago en forma de preguntas porque creo, al final, que se entenderá mejor la idea):
Objetivos educativos claros
Antes de ponernos a instalar determinados productos tecnológicos o usar como posesos determinadas herramientas, deberíamos hacernos algunas preguntas relacionadas con los objetivos de introducción de esa tecnología educativa en el aula.
- ¿Qué aprendizajes, en forma de conocimientos o habilidades, queremos que nuestro alumnado adquiera con su uso?
- ¿Cómo se alinea esta herramienta tecnológica con el currículo actual? ¿Se trata de una herramienta transversal o solo sirve para una determinada materia?
- ¿Contribuirá el uso de la herramienta de forma significativa al aprendizaje del alumnado?
Un ejemplo sería el uso de GeoGebra. ¿Tiene objetivos claros el usar esa herramienta? ¿En qué materia? ¿A qué edades? ¿Para qué? ¿Contribuye su uso en una mejora de las habilidades matemáticas o reafirma los conocimientos de la materia?
Facilidad de uso y accesibilidad
La usabilidad, accesibilidad y diseño son claves para el uso de cualquier herramienta en el aula. Y para ello es necesario abordar su implantación respondiendo a varias cuestiones que hacen referencia, tanto a su vertiente de instalación y configuración, lo intuitivo de su uso (léase lo fácil que es usarla) y a la compatibilidad:
- ¿Es fácil de instalar? ¿Requiere conocimientos técnicos avanzados? ¿Existe solo en versión escritorio? ¿La versión online está disponible?
- ¿Se puede usar la herramienta sin dificultad por parte del alumnado y de los docentes? ¿Tiene una curva de aprendizaje fácil o compleja? ¿Es intuitiva?
- ¿Funciona en diferentes dispositivos y sistemas operativos? ¿Se pueden trasladar los datos fácilmente entre ellos? ¿No existe ningún tipo de limitación o cambios del trabajo realizado si se cambia de dispositivo?
Hay herramientas fantásticas en el mercado que deberíamos, por potentes que sean, descartar por la dificultad en su uso y lo necesario que supone centrarse en «aprender la herramienta». La herramienta debe ser mucho más fácil en su uso que un lápiz y un papel. Y además, como he dicho antes, debe aportar valor añadido.
Evidencia empírica e investigaciones
Antes de ponernos a comprar o usar como posesos determinadas herramientas y productos tecnológicos debemos ver qué nos dice la investigación y las evidencias de que disponemos. Y ya empieza, en algunos casos, a haber suficientes evidencias que indican que ciertos productos tecnológicos y herramientas deben ser limitados en las aulas (léase teléfonos móviles).
- ¿Existen investigaciones que demuestren que el producto mejore el rendimiento académico?
- ¿Se han realizado pruebas piloto de su implantación que demuestren resultados positivos? ¿Esos contextos en los que se ha realizado las pruebas son extrapolables a nuestro centro y/o aula?
Tomar decisiones informadas en educación es clave. No solo a nivel de elegir una herramienta tecnológica u otra.
Seguridad y privacidad
Trabajamos con alumnado menor de edad y con datos confidenciales. Es por ello que se hace imprescindible que cualquier herramienta tecnológica sea analizada por alguien que sepa de privacidad y seguridad de datos. No vale solo con leerse la política del uso de datos. Se debe hablar con los responsables de tratamiento de datos personales de cada administración educativa y que sean ellos los que validen qué herramientas pueden o no pueden usarse. Un ejemplo de esa validación previa, es el proyecto Appsedu, que está llevando a cabo la Conselleria de Educación valenciana en el que se dice qué herramientas se pueden usar o no en el aula y con el alumnado. No solo es una gran iniciativa. Es una iniciativa necesaria e imprescindible. No puede ser que los docentes decidamos, por nuestra cuenta y riesgo, qué usar con el alumnado ya que, al final, tomar esa decisión puede tener consecuencias.
Pero bueno, si no tenemos esas directrices, lo que deberíamos preguntarnos antes de usar una herramienta en el aula es lo siguiente:
- ¿Cumple con las regulaciones de privacidad?
- ¿Qué datos recopila y cómo los protege?
- ¿Hay riesgos potenciales para la confidencialidad de los alumnos?
Es MUY importante que los productos tecnológicos no comprometan la seguridad ni la privacidad del alumnado.
Costo-Beneficio
Una de las claves para elegir una herramienta, aparte de la utilidad en el aprendizaje del alumnado, es el coste-beneficio que supone su elección.
- ¿Cuál es el precio de la herramienta? ¿Se trata de un precio único o son licencias anuales? ¿Las actualizaciones son gratuitas? ¿Tiene extensiones que encarecen el producto o viene todo empaquetado?
- ¿Los beneficios superan a los costos?
En el caso educativo es complejo calcular los beneficios económicos y por ello debemos ceñirnos a los beneficios en cuanto al aprendizaje del alumnado. Son difíciles de cuantificar pero, si hacemos bien la selección, mediante acciones informadas, con evidencias y pilotajes puntuales, ese beneficio existirá. Por tanto, no solo debemos evaluar el precio, sino también el valor educativo que aporta el producto.
Soporte técnico y formación en su uso
Hay algo que es muy importante antes de adoptar masivamente el uso de una herramienta tecnológica y es el soporte técnico (tanto en el momento de formación en la herramienta como en el futuro).
- ¿Se ofrece una formación inicial de calidad en el uso de la herramienta y/o producto tecnológico?
- ¿Se actualiza continuamente el producto para solucionar problemas y añadir nuevas funcionalidades?
- ¿Existe un equipo de ayuda disponible para docentes en el uso de determinados productos tecnológicos?
Dejar caer en los centros educativos, tal y como se ha hecho en los últimos años en todo nuestro país, pantallas digitales sin formación a los docentes acerca de su uso es un ejemplo de lo que no debe hacerse. No solo ha pasado en nuestro país. Son proyectos europeos pero, por desgracia no conozco ningún país en el que se haya hecho una formación previa en su uso. Ya no digamos la falta de oferta formativa en el uso de herramientas de gestión administrativa. Eso sí, cursos de inteligencias múltiples, DUA y emociones a cientos.
Una vez ya tenemos una herramienta o dispositivo tecnológico en el aula, que haya pasado por todas las preguntas anteriores y se haya validado, por lo que aporta a nivel de aprendizaje, no hemos acabado. Hay algo que tenemos que tener claro. La evaluación no debe ser un evento único previo a la incorporación. Debemos monitorear constantemente el uso de la herramienta o del producto en el aula y ajustar según los resultados. La retroalimentación de docentes y alumnado es esencial para mejorar continuamente la experiencia educativa.
En resumen, por si os queréis saltar todo el artículo e ir al resumen del mismo, al analizar productos tecnológicos para el aula, debemos considerar objetivos educativos, usabilidad, evidencia empírica, seguridad, costo-beneficio, soporte técnico y evaluación continua. Al hacerlo, nos aseguraremos que nuestras aulas estén equipadas con herramientas efectivas y apropiadas para el aprendizaje de nuestros alumnos.
Lo sé. Mañana seguramente un docente habrá visto la herramienta X, que le han vendido como maravillosa y quiere probarla con su alumnado. La probará. Seguramente dedicará un tiempo a ver cómo funciona, la probará y, posiblemente, al cabo de unos meses aparecerá la herramienta Y, más bonita y con una campaña de marketing detrás brutal. Entonces el docente cambiará X por Y sin haber comprobado que X funcione y ya no digamos Y. Una realidad de nuestras aulas que, por desgracia, deberíamos revertir. Algo que solo puede hacerse mediante estrategias que impliquen que antes del ir al «culo veo, culo quiero», se hagan las preguntas que planteo en este post.
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