Me gusta mi trabajo. Me gusta dar clase aunque, como he dicho siempre, hay grupos y grupos, y horas y horas. No siempre me salen bien las clases y, en ocasiones, si dispusiera de cuchillo jamonero disponible, saldría en todos los telediarios. Bueno, eso es falso porque estoy en el taller de Tecnología y dispongo de bastantes armas de «destrucción masiva» a mi disposición. Me gusta tanto que, incluso hablo sobre ese trabajo fuera de mi jornada laboral, tanto en este blog como en las redes sociales. Incluso, a veces, aunque cada vez menos, acudo a determinados lugares a hablar con personas con las que comparto profesión. Esto es así. No me escondo, ni voy a esconderlo nunca. No vale la pena. Sería bastante hipócrita si os dijera lo contrario.

Trabajo por dinero. Podría hacer otra cosa pero, a estas alturas de la película, ya solo sirvo para trabajar de lo que trabajo. Me gustan más las vacaciones que dar clase al mejor grupo de los que tengo. Mucho más la nómina que las palmaditas en la espalda por el buen trabajo que hago. Las felicitaciones, que vengan en papel de curso legal. Mi ego no necesita más que poderlo satisfacer invitando a la gente que quiero a comer, a disfrutar de una sesión de cine o, simplemente, a comerme la paella de los domingos. Eso es vida. Vida es no tener despertador aunque madrugues. Vida es tiempo. Tiempo para poder gestionar de la manera que uno quiera. Y eso no sucede durante el trabajo. El trabajo marca unos tiempos y rutinas profesionales que uno debe cumplir. No hay otra. Especialmente para los que hemos nacido pobres.

Desde hace unos años trabajo lo justo para lo que me pagan. Intento no pasarme ni un minuto de mi horario laboral. Bueno, esto es falso. Estos años antes de reincorporarme de nuevo al centro, trabajando de desertor de la tiza, he hecho demasiadas horas para lo que me pagaban. Bueno, para el contrato que tenía. Sí, me han estafado laboralmente. A pesar de las buenas palabras, el aliento de los jefes o la cooperación con mis compañeros. Y eso me preocupa porque es tiempo que he detraído de mi familia. Quizás por eso me siento a gusto ahora en mi centro. Hago mi horario de la mejor manera que sé. Cumplo mi horario «no lectivo». Dispongo de tiempo, para disfrutarlo. Y, en caso de optar por prescindir de ese tiempo libre, a diferencia de antaño, lo hago por dinero. Sí, ya estoy harto del voluntarismo y del altruismo en un contexto capitalista que, por desgracia, está a la orden del día.

La explotación laboral está a la orden del día en muchas profesiones. Algunos creen que su trabajo les va a llevar, quizás a ser los más apreciados o ricos del cementerio. Seguramente hay algunos que suplan su falta de vida personal y aficiones con un incremento de su vida profesional. Ojo, repito. No es malo. Cada uno decide cómo quiere vivir. Bueno, a veces no se puede elegir y debemos vivir de la mejor manera que nos deje las circunstancias en las que nos hemos encontrado.

Un día como hoy es un buen día para recordar que trabajamos para vivir. Y que, como decía una pintada en mi pueblo, si el trabajo fuera bueno se lo guardarían los ricos para ellos. Nadie se hace rico trabajando honradamente. Las excepciones que existen, demuestran que son solo excepciones. Espero haberme explicado bien.

Mi vida empieza al acabar mi trabajo. Y solo tengo una, así que debo aprovecharla al máximo posible. Hoy, paella dominical.

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