En la era digital, donde cada me gusta, compartir y comentario se convierte en el nuevo evangelio, nos encontramos con una peculiaridad que, si no fuera tan alarmante, sería casi cómica: la creciente tendencia a desechar los datos y la evidencia en educación. Sí, has leído bien. Tal y como está sucediendo en los últimos tiempos parece que hemos entrado en una nueva era de la iluminación, donde la sabiduría popular de redes sociales supera a siglos de investigación educativa. Sé que insisto mucho en el tema en los últimos artículos pero permitidme relacionar esta sabiduría popular con la hora de ligue, viralizada en los últimos días, en Mercadona.
Imagina que eres un docente, madre o padre, buscando mejorar el rendimiento académico de tu alumnado o retoños. Entras en las redes sociales y encuentras un vídeo viral donde un gurú de la educación o algún opinólogo del tema, con una sonrisa de teflón, asegura que los datos no son más que números fríos, y que lo que realmente importa es la intuición y el sentimiento. Suena reconfortante, ¿verdad? Ahora, compara esto con ir a Mercadona de siete a ocho de la tarde, el horario donde se supone, según dicen otros personajes del mismo nivel cultural que los anteriores, que vas a pillar cacho sí o sí. ¿Qué encuentras? Nada. Literalmente, nada. Porque, al igual que esos datos que tanto despreciamos, en ese horario, Mercadona no te ofrece el sustituto de Tinder. No te ofrece nada más que las colas de siempre y su marca blanca. Bueno, en verano, en la zona de playa en la que estoy, tienen un mayor volumen de personal trabajando ahí. Es lo que tiene multiplicar el número de habitantes habituales en una zona de playa bastante despoblada el resto del año.
Si en Mercadona de siete a ocho no pasa nada, ¿por qué esperar que en educación, sin datos, ocurra algo diferente? La lógica es aplastante. Los defensores del olvida los datos, sigue tu corazón están básicamente diciendo: Ignoremos todo lo que hemos aprendido sobre cómo funciona el cerebro humano, cómo aprenden los niños y, en cambio, sigamos las tendencias de TikTok o de unos determinados personajes que inventan siglas como sabores los de la coca-cola. Es como si dijéramos que, en lugar de estudiar medicina, deberíamos curar enfermedades con memes y vídeos de gatos.
Pero, ¿qué hay de malo en esto? Bueno, para empezar, es como intentar cocinar una receta sin medir los ingredientes. Puedes tener la mejor intención del mundo, pero sin las proporciones correctas, tu plato puede ser un desastre. Los datos en educación son como esas medidas: nos dicen qué funciona, qué no, y cómo podemos mejorar. Descartarlos es como ir a Mercadona a ligar, y luego sorprenderse de que eres solo un gilipollas más que has caído en lo que han mediatizado las redes.
Además, esta mentalidad anti-datos no solo es irracional, sino que también es peligrosa. Promueve una cultura donde la anécdota supera a la evidencia, donde el “yo creo que…” tiene más peso que estudios rigurosos. Es como si en Mercadona, en lugar de ir a hacer la compra, decidieras seguir a un influencer que te dice que el momento para ligar es de siete a ocho de la tarde, porque él sabe que esto es así.
En conclusión, si quieres que tu educación sea tan productiva como ir a ligar al Mercadona de siete a ocho, entonces, por favor, ignora los datos. Pero si deseas algo más que otra decepción más y una hora perdida, tal vez, solo tal vez, deberías considerar que la evidencia y los datos tienen algo valioso que decirte. Después de todo, en educación, no queremos acabar con aprendizajes inexistentes. Al menos es algo que a mí no me gustaría.
Finalmente una respuesta a una pregunta que seguro tendréis en la cabeza… ¿has comprobado que lo de Mercadona no funciona? Pues mira por dónde… me ha pillado escribiendo este post. Ya si eso me contáis vuestra experiencia.
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