Después del artículo que publiqué ayer (enlace), en el que hablaba de forma muy negativa, del modelo de aprendizaje por competencias, ha habido algunas interacciones que me han criticado por «no saber de qué estaba hablando» y de lo «beneficioso que era lo anterior para el alumnado». O, simplemente, con críticas dirigidas a llamarme «bobo» u otro tipo de insultos personales. Eso sí, en ningún caso argumentando o refrendando sus ideas. Bueno, lo de ser un poco «bobo» por querer responder, de forma moderada y constructiva, a los que me insultan, creo que me lo merezco. Pero ya soy mayor y no puedo evitarlo. Además, es que soy muy laxo en la moderación de comentarios.

Hay mucha bibliografía en la red criticando el modelo del aprendizaje basado en competencias. Bueno, en algunos casos se habla de educación basada en competencias, pero a la postre estaríamos hablando de lo mismo.

Hablando de esa bibliografía que existe en la red, me gustaría compartir con vosotros el fantástico artículo (enlace), muy bien referenciado e hilvanado escrito por Nélida Ramírez en su blog hace 11 años en el que se hacía eco, de forma mucho más exhaustiva, del modelo. Además, apostaba por la necesidad, antes de imponer cualquier modificación de este calado, analizar bien qué y cómo estamos haciendo las cosas porque, como bien podréis comprender y, especialmente los más directamente relacionados con la educación, hay cosas que no funcionan que deberían cambiarse y otras que, por desgracia se han despreciado por proceder de «modelos antiguos», recuperarse.

Un artículo que os traduzco (revisad la traducción, por favor) a continuación y en el que he incorporado la bibliografía que en el artículo inicial no aparecía.

Así pues, hablemos con propiedad. Y si alguien tiene que criticar lo que digo le pido dos cosas: que se informe y que, por favor, deje los insultos personales de lado. Más que nada porque, al final, el que insulta queda retratado como lo que es.

Sin más, vamos a ello…

Escollos conceptuales

El concepto de competencia y de EBC ha creado a menudo controversia y confusión. Jansen (1998) indica que el lenguaje y la terminología asociados a la CBE son demasiado complejos, confusos y, en ocasiones, contradictorios. La verdadera cuestión no es la terminología (un problema técnico relacionado con el uso impreciso del lenguaje o la asignación de más de un significado a un término), sino el reconocimiento y la comprensión de las diferentes ideas y puntos de vista que subyacen a la terminología (es decir, consideraciones conceptuales sobre la naturaleza de la educación).

Ashworth y Saxton (1990) sostienen que el concepto de competencia revela graves ambigüedades e incoherencias porque «las competencias [tienen] un estatus lógico poco claro y el significado de competencia aún no se ha definido con claridad… no está claro si una competencia es un atributo personal, un acto o un resultado del comportamiento»(pp. 3-4). Brown (1994) describe las competencias como tradicionalmente centradas y fuertemente arraigadas en el paradigma racional-positivista, así como impuestas, jerárquicas y disuasorias de la emancipación o el pensamiento independiente y libre. En el mismo sentido, Hyland (1993) afirma que la concepción de la competencia «se fundamenta directamente en los principios conductistas del aprendizaje y adolece de todas las debilidades tradicionalmente identificadas con tales programas» (p. 59). Desde el punto de vista de Hyland, la competencia tiene que ver con lo que la gente puede hacer, más que con lo que sabe, y afirma que los defensores de la competencia tienen que explicar qué tipo de conocimiento se pretende que sustente su enfoque, y cómo debe conceptualizarse la conexión entre conocimiento y competencia.

Implicaciones ideológicas y políticas

Los trabajos teóricos sobre la competencia indican que las competencias «representan la fusión de los objetivos conductuales y la rendición de cuentas que sustentan una nueva ideología para aquellos que buscan la rendición de cuentas y la eficiencia input-output en el nuevo realismo económico de los años ochenta» (Fagan, 1984, p. 5). Según Hyland (1993), en la década de 1990 se produjo un marcado alejamiento de las estrechas concepciones conductistas de la competencia hacia una versión genérica «que identifica el papel desempeñado por el conocimiento y la comprensión en la generación y el desarrollo de la competencia» (p. 59). La confusión y el debate sobre la naturaleza precisa de la competencia han creado una situación epistemológicamente equívoca y teóricamente sospechosa (Hyland, 1993). En otras palabras, la EBC muestra incoherencia tanto en su base lógica como epistemológica. Así, el modelo de competencia se basa en una forma burda de conductismo que concede mucha importancia al rendimiento por encima del conocimiento y la comprensión, y separa artificialmente los componentes mentales y físicos del rendimiento (Hyland, 1993).

Otro riesgo aparente es la consideración de concepciones alternativas o más amplias de la EBC, como las versiones genérica y cognitiva identificadas por Norris (1991). Para Hyland (1997), las estrategias de competencia no pueden tener el peso de los modelos alternativos que incorporan la comprensión, los valores y un amplio componente de conocimientos porque la EBC se ocupa principalmente de la evaluación del rendimiento, no del aprendizaje y el desarrollo. Además, las estrategias CBE están más estrechamente asociadas con técnicas y supuestos de gestión y, en consecuencia, no pueden dar cabida a los fundamentos éticos y epistemológicos de la práctica profesional. Elliot (1993) observa que «las estrategias de EBC, aunque ahora están algo desacreditadas en el ámbito académico, siguen perdurando en el ámbito político como un dispositivo ideológico para eliminar las cuestiones de valor de los ámbitos de la práctica profesional y subordinarlas así a formas políticas de control» (p. 496).

La introducción de enfoques de EBC ha conducido a una desprofesionalización generalizada al marginar los valores fundacionales de la actividad profesional. Para Hodkinson e Issit (1995), esta marginación o desconexión de los valores y principios éticos de una profesión hace que esta sea mucho más vulnerable a las políticas de gestión de las influencias orientadas al mercado.

La perspectiva crítica considera que el movimiento de educación y formación basado en las competencias está integrado en un conjunto particular de relaciones de poder económico, social y político que son antiemancipadoras y explotadoras. Desde esta perspectiva, las descripciones del trabajo basadas en las competencias no pueden disociarse de las formas en que se utilizan para mantener la naturaleza explotadora del trabajo tal y como se organiza en las denominadas economías de libre mercado (Chappell et al., 2000). Desde esta perspectiva, la EBC está vinculada a un modelo neoliberal de educación que adopta y utiliza enfoques estrechos y funcionales de la educación.

Implicaciones educativas

Jacobus (2007) analiza las críticas a la EBC basadas en el proceso de diseño e implementación del modelo EBC en la educación de la siguiente manera:

  1.  Los primeros programas de EBC se centraron en las competencias en detrimento del papel del conocimiento. La educación profesional compleja no podía conceptualizarse ni definirse completamente mediante una lista de competencias clave.
  2. La CBE ignora el proceso educativo y se centra únicamente en determinados resultados medibles y prácticos.
  3. Las críticas contra el enfoque conductista de la CBE incluyen la opinión de que una CBE conductista es estrechamente utilitarista y utiliza un enfoque instrumental que implica una fragmentación de las asignaturas. Se critica la EBC conductista por ignorar las conexiones entre tareas, los atributos que subyacen al rendimiento, el significado, la intención o disposición a actuar, el contexto del rendimiento, y el efecto de los aspectos interpersonales y éticos.
  4. La CBE reduce la educación a una forma de ingeniería humana porque considera la educación como un instrumento para alcanzar fines específicos y predefinidos.

Así pues, el diseño sistemático de programas de medios y fines atrae etiquetas como técnico y tecnocrático porque se centra de forma desequilibrada en las competencias y descuida los valores y la precisión técnica de los resultados (lista atomizada de funciones). Presenta la educación como un producto y no como un proceso.

Roberts (1986) sostiene que el propio método por el que se aplica un plan de estudios de EBC conlleva supuestos ocultos sobre la realidad y el orden social que sirven para apoyar el modelo socioeconómico existente, es decir, el statu quo.

Según Kerka (1998) para los críticos, el modelo CBE es excesivamente reduccionista, estrecho, rígido, atomizado y teórica, empírica y pedagógicamente poco sólido… el conductista descompone la competencia en la realización de tareas discretas, identificadas mediante el análisis funcional de los roles laborales. Este análisis es la base de las declaraciones de competencia o estándares sobre los que se evalúa la competencia y hacia cuyo logro se dirige la EBC (Kerka, 1998, p. 2).

El énfasis en los comportamientos y el rendimiento, más que en el dominio de las habilidades cognitivas, es coherente con la visión que percibe la competencia en términos de atributos básicos. Este punto de vista no sólo tiende a producir habilidades técnicas estrechas, sino que también ignora las experiencias significativas de los estudiantes y trabajadores en el campo práctico (Dall’Alba y Sandberg, 1996).

El modelo de competencias se considera una herramienta que, si se define y evalúa de forma demasiado restrictiva, puede llegar a obstaculizar la educación y la formación. En algunos casos, si el modelo se utiliza como documento curricular para enseñar tareas discretas, o se emplea para evaluar estándares de competencia superficiales, el currículo resultante puede resultar estrecho de contenido (Kerka, 1998).

Los críticos del modelo de competencias sugieren que contiene una representación inadecuada y reductora del aprendizaje. Según Jacobus (2007), el modelo de competencias es inadecuado desde el punto de vista pedagógico y filosófico, y no hay base para elegir una definición específica y teórica de competencia del inventario casi interminable de competencias.

Según Chappell et al., (2000), los modelos de competencias sólo persiguen, desarrollan y ejercen una lista reduccionista de comportamientos y el enfoque de competencias ignora de hecho las capacidades humanas de pensar y reflexionar. Todas las competencias se consideran respuestas mecánicas que se construyen sobre una base conductista.

Gonzi (1997) indica que en los últimos años ha aumentado el interés internacional por la relación entre la educación y el lugar de trabajo. Países de casi todo el mundo, como Escocia, Inglaterra y Gales, Canadá, Estados Unidos, México, muchos países sudamericanos, Australia, Nueva Zelanda, Suecia, Francia, España, Kuwait, Indonesia, Corea y Tailandia, han emprendido, o están a punto de emprender, reformas sustanciales de sus sistemas educativos postsecundarios (Gonzi, 1997). Para llevar a cabo esta reforma sistémica, muchos de los países mencionados se han comprometido a seleccionar un enfoque curricular concreto, y la adopción del modelo CBE es una opción. La adopción de un modelo de EBC, sin embargo, constituye un riesgo si la decisión no conlleva un debate enérgico y una discusión completa tanto de las cuestiones conceptuales que sustentan la EBC como de los problemas prácticos que implica la aplicación de un modelo de EBC (Gonzi, 1997).

Según Gonzi, (1997), una forma de abordar la compleja gama de factores de riesgo asociados a la EBC y la aplicación práctica del uso del modelo, es plantearse preguntas importantes como:

  1.  ¿Quiénes son los principales actores del proceso de aprendizaje?
  2. ¿Cuáles son los valores y principios que sustentan el programa educativo?
  3. ¿Responden los modelos pedagógicos y de enseñanza de forma coherente al enfoque curricular?
  4. ¿Cómo garantiza la calidad el programa educativo?

Estas preguntas, y muchas otras, son indispensables en la discusión de una justificación para la selección de la EBC como alternativa para guiar el cambio curricular.

Los currículos de EBC han sido adoptados tanto por responsables políticos conservadores radicales como por reformadores educativos progresistas (Gonzi, 1997). Para entender esta aparente contradicción, Gonzi (1997) indica que es necesario considerar los siguientes factores:

  1. La conjunción de una agenda que simultáneamente incluye el control de la autoridad sobre el proceso de aprendizaje y cumple con los requisitos de los estándares de la industria.
  2. El dominio de los currículos educativos por límites disciplinarios y profesionales.
  3. La reducción de la brecha entre práctica y teoría.
  4. La ruptura del dominio del aprendizaje institucional y la consiguiente democratización de la educación.

Estas consideraciones ilustran la complejidad del debate sobre la EBC. Mientras que sus detractores afirman que la EBC no es más que una manifestación de una agenda política conservadora, sus partidarios ven en la EBC una herramienta potencial para cambiar dichas agendas. No cabe duda de que analizar y reflexionar sobre las consecuencias y beneficios de la EBC es una tarea necesaria antes de seleccionar o rechazar el enfoque. Identificar los puntos débiles y los escollos del modelo de EBC al principio del diseño o la renovación de los planes de estudios brinda a quienes dirigen el cambio curricular la oportunidad de evitar errores. Analizar y reflexionar sobre las cuestiones relacionadas con la selección y la aplicación de un plan de estudios de EBC es una parte indispensable de una toma de decisiones responsable y meditada.

Bibliografía

Ashworth, P., & Saxton, J. (1990). On competence. Journal of Further and Higher Education, 14(2), 3-25.

Brown, R. (1994).Reframing the competency debate: Management knowledge and meta-competence in graduate education”. Management Learning, 25(2), 289-299.

Chappell, C., Gonczi, A., & Hager, P. (2000). Competency-based education. In  G. Foley (Ed.), Understanding adult education and training. (pp.191-205). St. Leonards, N.S.W.: Allen & Unwin.

Dall’Alba, G., & Sanderberg, J. (1996). Educating for competence in professional practice. Instructional Science, 24(6), 411-437.

Elliott, J. (1993). Reconstructing teacher education. London: Falmer.

Fagan, E. (1984). Competence in educational practice: A rhetorical perspective. In E. Short, (Ed.), Competence: Inquiries into is meaning and acquisition in educational setting. (pp. 656-670). New York: University of America Press.

Gonczi, A. (1997). Future directions for vocational education in Australian secondary schools.  Australian and New Zealand Journal of Vocational Education Research, 5(1) 77-108.

Hyland, T. (1993). Competence, knowledge and education. [Electronic version]. Journal of Philosophy of Education, 27(1), 57-68. Retrieved October 1, 2007, from http://www.blackwell-synergy.com.libproxy.uregina.ca:2048/doi/pdf/10.1111/j.1467-9752.1993.tb00297.x

Hodkinson, P., & Issitt, M. (1995). The challenge of competence. London: Cassell.

Jacobus, F. (2007). A framework for the design and implementation of competency-based teacher education programmes at the University of Namibia. Unpublished Doctoral dissertation, Stellenbosh University, Namibia. Retrieved April 27, 2008, from http://ir.sun.ac.za/dspace/bitstream/10019/624/1/Engelbrecht,+F.D.J.pdf

Jansen, J. (1998). Curriculum reform in South Africa: A critical analysis of outcomes-based education. Cambridge Journal of Education, 28(3), 321-330.

Kerka, S. (1998). Competency-based education and training: Myths and realities. Retrieved November 2, 2007, from http://www.cete.org/acve/docgen.asp?tbl=mr&ID=65

Norris, N. (1991). The trouble with competence. [Electronic version].Cambridge Journal of Education, 21(3), 331-342. Retrieved October 1, 2007, from http://web.ebscohost.com.libproxy.uregina.ca:2048/ehost/detail?vid=3&hid=5&sid=23cda1bb-021a-47e0-8fc2-240a76356024%40SRCSM2

Roberts, A. (1986). Competency-based ESL: One step forward or two steps back? TESOL Quarterly, 20(3), 411-429.

Por tanto, como podéis comprender el debate es mucho más complejo de lo que parece. Lo que sí que está claro, después de leer este texto y naufragar por la diferente bibliografía que se menciona, es que el modelo actual de competencias tiene mucho que ver con lo peor del mismo, reduciendo y perjudicando los aprendizajes de nuestro alumnado, haciendo imposible para el alumnado más vulnerable romper su techo de cristal.

Finalmente, me atrevo a recomendaros que le deis un vistazo a «Is Competency-Based Education Just A Recycled Failed Policy?» porque, al final, esto de las competencias no surge de la nada. Tiene una historia detrás de fiascos e intereses muy poco educaivos. Y eso, para cualquiera, debería hacer saltar todas las alarmas porque, como dicen en este último artículo que os recomiendo habla de la tecnología como tabla de salvación del modelo de educación basada en competencias. Algo que, como bien podéis deducir, es algo que no tiene ningún sentido porque si algo no funciona, va a seguir sin funcionar por mucha tecnología que incorporemos al aula.

Espero os resulte de interés y os pido, por favor, a los que queráis, de forma lícita, decir que algo de lo que escribo no es correcto, que me lo argumentéis y no vayáis al ataque personal. Más que nada porque sin argumentaciones o solo con descalificaciones no vais a conseguir que me convierta en creyente de ciertas cosas. Y vais a quedar, salvo para los cuatro que me tienen cruzado y que critican lo que les puede dañar su chiringuito, bastante mal.

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