Se acaba de vender hace bien poco tiempo el «famoso» plátano pegado con cinta adhesiva por valor de casi seis millones de euros (enlace). En tienda, sale actualmente el plátano (que no banana) por unos dos euros el kilo y, a precio de ferretería de barrio, un rollo de cinta adhesiva gris de bastante calidad, aproximadamente por unos doce. Así pues, por unos quince euros tengo hasta doce plátanos pegados con cinta adhesiva. Eso sí, el autor, en lugar de ser Maurizio Cattelan, sería Jordi Martí. Más caché aunque no sea tan conocido por los «expertos» en arte ni haya expuesto, por desgracia, ni tan solo en el IVAM.

Por tanto, dejadme aprovechar que el plátano pasa por Pisuerga, para relacionaros lo anterior con lo que podría suceder en educación. Especialmente si alguno empieza a analizar, desde una óptica global, todo lo que nos podrían vender, quiénes lo harían y el coste que supondría el hacer ciertas cosas o incorporar ciertos elementos en las aulas. Sí, seguro que lo estáis visualizando. Pero, por si acaso, os voy a dar unos ejemplos.

Imaginaos una metodología que no dice nada y que, simplemente, se basa en siglas o en un anglicismo molón. Halifax Thinking, Mortadela Learning o Restyling on the Class me surgen a bote pronto. Y ya, como siglas, la metodología RENFEMOOC o la DIDUACCPP. Dejo, como ya sabéis, la interpretación de las siglas a vuestras capacidades, habilidades y experticia guruseril.

O, ¿por qué no imaginaros a alguien que ponga elementos tecnológicos para que el alumnado haga sumas y restas encima de una pantalla digital? Ya puestos, ¿os imagináis a alguien que tiene un libro de texto en pdf para que, en lugar de poder disfrutar del olor a químicos que tiene el papel de baja calidad que usan actualmente, pierdas la vista regulando la iluminación del aparato? Lo sé. Estoy hablando de casos que no se dan. Tengo una imaginación desbordante. Debe ser mezcla de edad y cansancio en los momentos en los que estoy escribiendo.

Por suerte en el ámbito educativo, a pesar de la mente calenturienta del que se halla tras el teclado, no hay ninguna posibilidad de que nadie nos venda un plátano pegado con cinta adhesiva. No creo que ningún docente cayera en la trampa de comprarlo. Especialmente si conocen el precio del plátano, saben que madura demasiado rápido o, simplemente, no les queda claro el efecto que supondría en la pared de casa, por descascarillado de la misma, el despegar un producto perecedero e inútil como decoración en la pared. Estoy convencido de ello.

Voy a buscar ese medio plátano que me queda en la cocina para merendar. Si no me doy prisa, seguro que en nada alguien se adueña de esa «obra de arte» que, por cierto, no tiene nada que ver con ese producto denominado banana que, por mucho que tenga una mejor apariencia externa, no tiene gusto a nada. A ver si hay suerte…


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