Podría hablar de los resultados académicos. Podría traer datos. Podría mostrar cómo se ha desplomado la comprensión lectora o cómo hay alumnos que terminan la ESO sin saber redactar más allá del “ola ke ase”. Pero sería inútil. Porque siempre aparece alguien de la secta del justificacionismo pedagógico dispuesto a explicarte que todo eso es, en realidad, un éxito disfrazado de problema.

Son legión. Están en todas partes. En las redes, en las Facultades de Pedagogía o en sus casas, trabajando de algo que nada tiene que ver con la educación. Y (casi) todos tienen algo en común… nunca han visto un aula real en los últimos diez años o, si la han pisado, ha sido solo para entrar a hacerse la foto de rigor con un cartel de “Aprendiendo a ser felices”.

¿Que un alumno no distingue una idea principal de una secundaria? Tranquilo, está desarrollando su pensamiento divergente. ¿Que no sabe escribir dos frases seguidas sin errores? Lo importante es que se expresa “a su manera”. ¿Que no tiene ni idea de matemáticas básicas? Qué más da, si puede usar la calculadora y, total, las mates son “contenido obsoleto en la era digital”.

Siempre tienen una excusa. Siempre hay una narrativa. Siempre hay un culpable externo. El problema nunca es del sistema ni de las decisiones tomadas. El problema eres tú, docente rancio, que todavía piensas que enseñar implica esfuerzo, contenido y, horror, exigencia.

Son los mismos que han vaciado los currículos hasta dejar en ellos poco más que etiquetas. Los que convierten cualquier desastre pedagógico en una “oportunidad de aprendizaje transversal”. Los que confunden motivación con entretenimiento, y evaluación con un festival de rúbricas que no sirven ni para envolver bocadillos.

Y cuidado con llevarles la contraria. Si lo haces, te etiquetan rápido. Nostálgico, conservador, inmovilista. Porque cuestionar la fiesta del simulacro es pecado. Si dices que no todo el alumnado aprende igual pero que eso no implica que todo valga, te acusan de no creer en la diversidad. Si afirmas que sin contenidos no hay competencias que valgan, te acusan de estar anclado en el siglo XX. Y si, ya puestos, mencionas que la escuela no puede ser solo un espacio emocional donde se reparten abrazos y sonrisas mientras nadie sabe quién fue Napoleón o qué coño es un sujeto elíptico, entonces prepárate para el linchamiento.

Lo curioso es que muchos de estos justificadores ni siquiera creen en lo que dicen. Pero el sistema les ha dado poder, visibilidad y subvenciones por repetir el dogma. Y claro, ¿quién va a cuestionar el discurso que le da de comer? Mejor seguir vendiendo humo, que a estas alturas ya se factura como innovación.

¿Que los alumnos no aprenden lo que deberían? Es culpa del docente, que no ha sabido adaptar el contenido a los “intereses del grupo”. ¿Que los padres se quejan de que sus hijos no saben hacer la o con un canuto? Padres tóxicos. ¿Que los chavales se aburren en clase porque no entienden nada? La culpa es del libro de texto. O del profe. O del sistema capitalista. O de Marte. Lo que sea, menos asumir que se ha desmontado el sistema y sustituido por un simulacro sostenido con carteles bonitos y lenguaje vaciado.

Esta gente no quiere cambiar la educación. Quiere que dejemos de decir que está mal. Quieren que callemos. Que miremos a otro lado mientras el aula se convierte en un teatro de cartulina. Porque claro, reconocer que esto no funciona implicaría tener que reconstruirlo. Y eso requiere esfuerzo, pensamiento crítico, análisis incómodos… justo todo lo que han eliminado.

Así que nada. Sigamos. Haciendo talleres sobre las emociones. Pintando mandalas. Fingiendo que el aprendizaje fluye. Aprobando por inercia. Celebrando jornadas sobre innovación donde nadie sabe nada, pero todos sonríen mucho. Y, sobre todo, sigamos justificándolo todo, no vaya a ser que alguien diga la verdad y se nos venga abajo el decorado.


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10 comments
  1. Lo que ocurre lo ve cualquiera que tenga ojos en la cara y no cobre por cerrar los ojos y lo describes acertadamente, Jordi. Ahora habría que pensar por qué ocurre lo que ocurre. Quizás hace 100 años la sociedad tenía claro que necesitaba ciudadanos capaces de leer y escribir, entender instrucciones y aplicarlas con corrección para poder desarrollar una sociedad industrial. Unas necesidades concretas que además se podían estratificar: el 100% necesitaba tener esas destrezas como mínimo a un nivel básico, el 10% a un nivel avanzado (por decir algo), etc. Quizás ahora no tenemos claro lo que la sociedad necesita y entonces vale cualquier objetivo y los objetivos que suenan mejor y a los que nadie se puede oponer no se pueden estratificar. Si el objetivo es ser feliz, ¿cómo vamos a decir que el 100% tiene que ser como mínimo un poco feliz y solo el 10% muy feliz? Decimos que el 100% sea 100% feliz. Y no hay manera, claro.

  2. También conozco algunos docentes, normalmente con poca carga lectiva o necesidad de elogio inmediato, que infunden el espíritu «Mr Wonderful – yes you can» en sus alumnos, incluso cuando la confianza no está respaldada por conocimientos básicos. Van superando niveles y se les aprueba para evitarles cualquier malestar emocional. Cuando estos chavales se acaban chocando con la cruda realidad y no saben gestionar la frustración, la culpa es, cómo no, de los docentes rancios.

  3. Yo pensé que el artículo lo había escrito un @desafortunado” docente mexicano; oh! Terrible sorpresa: viene de España. O sea, estamos igual? Acaso el ocaso de la educación es mundial? Estoy por jubilarme y tengo el regusto del amargo de lo que está en el aula. A mí me admiten que exija, revise, no admita excusas,…total ya se va esa maestra cruel.

  4. El problema es mundial; pareciera que se trata de un ardido orquestado desde ciertos escenarios y protagonistas de dominación. Las grandes transformaciones sociales y económicas, se lograron gracias a la educación: el «milagro» Alemán, el japonés, Coreano, etc; hasta el vietnamita, chino y otros. Se requiere transformar el sistema; pues nos quedamos estancado mientras las potencias aumentan su ventaja y nosotros la dependencia de sus tecnologías; qué haremos? Qué estamos haciendo para lograr esos ajustes al proceso? Trabajo en un gran proyecto que, ojalá tenga algún eco y se logren avances.

    1. China sigue exigiendo mucho en la educación de sus ciudadanos. Para ellos es un objetivo estratégico. Cuando sean definitivamente la primera potencia mundial, y ya están cerca de ello, nos daremos cuenta del inmenso error que estamos cometiendo en educación. Pero será demasiado tarde y todos los gurús pedagogistas buscarán otros culpables, nunca ellos. Nos echarán la culpa a nosotros, que no «hemos sabido aplicar sus propuestas «.

  5. Se podrá decir más alto,pero nunca tan claro.Hemos convertido la enseñanza,en que lo único que importa es aprobar,y tener buenos resultados en los informes Pisa y demás zarandajas.Que el alumno aprenda,que estudie,que memorice,que se esfuerce…está pasado de moda.Y cierto es que quien implanta los distintos sistemas educativas,no han pisado en su vida un aula,a no ser de visita.Mientras maestros y profesores no están nunca implicados en esos currículos educativos.Traerá sus consecuencias en un futuro no muy lejano

  6. Enseñar emociones, geografía de españa, electrónica e informática, pueden se denostadas sencillamente porque no se encuadran en ninguna perspectiva, ni objetivo asumido, por propio y consensuado. Perdemos la perspectiva del arbol sacudiendo las ramas para dar frutos.

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