Las redes son un invento maravilloso. Permiten compartir ideas, recursos, memes educativos y frustraciones varias. El problema llega cuando confundimos compartir docencia con compartir demasiado. Así que, por si alguien anda despistado, aquí va una lista de cosas que ningún docente debería hacer, aunque la tentación de los likes sea grande.
La primera manera de buscarte una sanción es escribir en horario laboral mientras deberías estar en clase. Nada dice “profesional comprometido” como tuitear un hilo sobre la importancia de la atención plena… mientras tu grupo de 2.º ESO se lanza tizas entre sí. Tu horario laboral es público y cualquiera, con tiempo y ganas, puede decidirse un día a cruzar tu horario lectivo con tus horarios de publicaciones. Y de ahí a la sanción cuando llegue, o bien a tu director (que si no informa estará cometiendo un delito) o a tu inspector, va un pequeño paso.
Y qué decir de lo de publicar fotos del alumnado en tus redes sociales. Con o sin caras, con o sin permiso. No puedes. Ni el “están de espaldas” ni el “me lo pidieron ellos” sirven. La LOPDGDD y el RGPD no entienden de filtros ni de stories.
Otro tema que parece inocuo pero que tampoco puedes hacer es dar el nombre de tu centro o, simplemente, incorporarlo en tu perfil. “Mañana en el IES Las Encinas tenemos reunión infernal.” Perfecto. Acabas de mezclar vida profesional y opinión pública. Y sí, eso puede costarte un expediente si alguien se da por aludido.
También te puede llevar a sanción es criticar abiertamente a tus alumnos o a sus familias. “Los de 2ºC son insoportables.” Te puede parecer catarsis; a nivel legal es una imprudencia. Y no, poner solo las iniciales no te salva.
Lo de compartir material del centro sin permiso, siendo algo habitual, se salta el reglamento de propiedad intelectual. El examen que diseñaste para tu alumnado pertenece al centro, no a tu ego digital. Publicar notas de tu alumnado, incluso que tapes el nombre, no es legal. He dicho sin permiso porque sí que podría llegarse a compartir el examen en blanco para que otros docentes puedan usarlo. Eso sí, por favor, si lo has usado en tu centro, pide permiso a tu responsable directo… el director del mismo.
Relacionado con lo anterior está lo de subir vídeos de tus clases para “mostrar metodologías innovadoras”. Si sale alguien o algo, aunque sea un brazo o una mochila, ya estás en terreno pantanoso. El entusiasmo pedagógico no exime de cumplir la ley.
He visto también que hay personas que publican cosas que se dicen en claustros o reuniones. Grabar o publicar claustros, reuniones o conversaciones internas es sancionable. El claustro no es contenido. Es confidencialidad pura y dura. Si quieres grabar algo, que sea tu podcast sobre cafés educativos, no a tu jefe de estudios.
Criticar públicamente a compañeros o equipo directivo tampoco está dentro de la libertad de expresión. El desahogo en redes es un clásico, pero recuerda que no estás en la sala de profes, estás en público. Y el público incluye a la inspección.
Ahora entro en el cenagal ideológico. Aunque algunos lo defiendan, eres libre de tener ideología pero no de hacer campañas políticas o sindicales usando tu cargo docente. El artículo 53 del EBEP lo deja clarito… neutralidad institucional.
Tampoco puedes publicar fotos tuyas “trabajando” en el aula. La mesa, la pizarra, el horario del grupo detrás… Todos esos pequeños detalles son datos personales del alumnado. Tu foto inspiradora puede ser prueba en una denuncia.
Vigila también con difundir contenidos de chats o correos de trabajo. El grupo de WhatsApp del claustro (mejor abandonar WhatsApp y no usarlo jamás con datos de alumnado) no es material para tuit estrella. Tampoco los correos con el equipo directivo. Divertido, sí. Legal, no.
¿Y mostrar resultados de alumnos, aunque sea “como ejemplo”? Ni nombres, ni iniciales, ni calificaciones pixeladas. Si se puede reconocer a alguien, es dato personal. Y si es dato personal, olvídate de publicarlo.
La cuenta institucional del centro en el que trabajas no es para tu blog personal ni para tu último curso en línea. El reglamento interno y la dirección deben autorizar cada publicación. No uses las redes del centro como si fueran tuyas.
Es nefasto, tanto a nivel legal como ético, convertirte en “influencer educativo” durante el horario lectivo. Ese directo a las 10:30 am con el cartel “en el aula con mis chicos” es autorretrato en falso. Estás trabajando, no vendiéndote. Y tu inspector también tiene redes. O seguro que tiene un compañero que las tiene y se lo dice.
Finalmente, mezclar lo personal con lo profesional hasta que nadie sepa dónde acaba el profe y empieza el personaje. Opiniones sobre política, religión, moral… todo vale, pero fuera del uniforme invisible del docente. El derecho a la libertad de expresión existe, pero no es escudo contra las normas de conducta pública.
Nadie te pide ser invisible, solo coherente. Las redes no son enemigas, pero tampoco tu despacho. Y, usarlas con cabeza es muy importante.
Si tienes dudas, hazte tres preguntas antes de publicar…
- ¿Lo dirías en una reunión con familias?
- ¿Lo podrías publicar en tu centro, de forma visible para todo el mundo que entrara en tu lugar de trabajo?
- ¿Te gustaría verlo citado en un expediente disciplinario?
Al final, las sanciones duelen menos que la vergüenza de darte cuenta de que el me gusta o la publicación de hoy te costó una amonestación mañana.
Podéis descargaros mi último libro en formato digital, TORREZNO 3PO: un alien en educación, desde aquí.
Me podéis encontrar en X (enlace) o en Facebook (enlace). También me podéis encontrar por Telegram (enlace) o por el canal de WhatsApp (enlace). ¿Por qué os cuento dónde me podéis encontrar? Para hacerme un influencer de esos que invitan a todos los restaurantes, claro está. O, a lo mejor, es simplemente, para que tengáis más a mano por dónde meteros conmigo y no tengáis que buscar mucho.
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