Ni unas horas desde las campanadas anunciando el nuevo año y, los mismos personajes de siempre en las redes sociales, no han dejado pasar ni un solo día sin su dosis diaria de insultos, amenazas, señalamientos y amedrentamientos. Parece que su mayor placer en la vida es esparcir odio y negatividad hacia cualquiera que ose tener una opinión diferente. No importa si se trata de temas educativos, políticos o de la receta de croquetas de la abuela, estos individuos están ahí, listos para atacar.

La verdad es que no puedo menos que preguntarme, ¿qué clase de vida llevan estas personas? Porque, seamos honestos, alguien que dedica sus días a insultar y amenazar a otros claramente tiene un vacío existencial enorme. Su incapacidad de ser felices es palpable. No hay alegría en sus publicaciones, solo amargura y resentimiento. Es como si su única fuente de satisfacción fuera ver a otros sufrir cuando les hacen casito. Y eso es terriblemente triste. Me dan mucha pena. Muchísima.

Es irónico cómo estas personas necesitan el odio para sentirse alguien. Sin sus insultos y amenazas, son invisibles. Sin eso no son nadie. No tienen logros propios, no tienen pasiones, no tienen vida personal. Solo tienen su odio. Y eso, en el fondo, refleja una profunda inseguridad y falta de autoestima.

Es fascinante cómo las redes sociales, que deberían ser herramientas para conectar, aprender y compartir, se han convertido en el campo de juego de estos personajes tóxicos. Y lo peor es que no se dan cuenta de que, al final del día, ellos son los que más pierden. Mientras están ocupados esparciendo veneno, el resto del mundo sigue adelante.

No es solo su incapacidad de ser felices, sino también la imposibilidad de ser alguien sin ese odio constante. Es como si su identidad estuviera completamente ligada a su capacidad de hacer daño. Sin sus insultos y amenazas, ¿quiénes son? Nadie. No tienen nada más que ofrecer. Nunca han ofrecido nada más que bilis desde sus cuentas que, en muchos casos, han convertido en anónimas porque una de sus características, en ocasiones, es escudarse tras el supuesto anonimato que ofrece internet.

Seguimos, en un nuevo año, viendo cómo estos individuos siguen en la misma espiral de negatividad. Pero, ¿sabéis qué? No dejemos que nos afecten. Sigamos adelante, disfrutando de la vida, aprendiendo, creciendo. Porque la mejor manera de vencer al odio que destilan es pasando de ellos. Incluso que nos den la matraca mencionándonos, publicando esos artículos en los medios que les facilitan espacios para que intoxiquen o desde aquellos púlpitos donde tendrían que estar expertos, en lugar de personajes que comulguen con una determinada ideología.

Así que, a esos personajes que siguen insultando y amenazando en el 2025, les digo esto: ¿No estáis cansados? ¿No os gustaría, por una vez, intentar ser felices? Porque la vida es demasiado corta para desperdiciarla en odio. Mientras seguís atrapados en vuestra espiral de negatividad, el resto del mundo seguimos adelante, sin vosotros.

No dejemos que estos personajes nos afecten. Porque al final del día, la verdadera felicidad no se mide en likes ni en seguidores, sino en la calidad de nuestras relaciones y en nuestra capacidad de disfrutar del momento presente.

Que este año nos traiga muchas risas, aprendizajes y momentos inolvidables. Y a los que siguen odiando, buena suerte. La vais a necesitar.


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