Hoy empiezo oficialmente vacaciones. Ha sido un año, especialmente desde marzo, en el que ha habido en mi vida horarios laborales infinitos. No entro en lo que ha supuesto para otros pero, al menos para mí, el desgaste ha sido impresionante. Más aún porque, lamentablemente, mi vida sociolaboral, salvo por tropocientas videoconferencias y minutos de teléfono ilimitados, amén de correos electrónicos imposibles de gestionar, ha sido nula. No he podido almorzar ningún día con mis compañeros de proyecto. No he podido deprimirme con ellos. No he podido disfrutar con ellos de los pequeños éxitos que conseguíamos. Ha sido algo para lo que no estaba preparado y que, además me ha dejado un lastre importante a nivel de horas de sueño. Quizás también sea que me he hecho mayor.

Cambié de proyecto en junio del año pasado, aunque ya había cambiado de proyecto mucho antes. Estoy más que satisfecho con la inmensa mayoría de mis compañeros de fatigas, sean cuales sean su función y dependan de quien dependan. Hay mucho bueno en la administración educativa. Al igual que hay mucho bueno en el aula. Lo malo, por suerte, he aprendido que, si existe, cada vez me afecte menos. Además, por suerte, estoy donde estoy y me relaciono laboralmente de forma completa solo con determinadas personas. Ninguna de las cuales, por cierto, me ha defraudado. Espero yo no haberlas defraudado. Incluso teniendo diferente perspectiva, creo que todo el mundo está echando el resto. Al igual que lo hacen mis compañeros con los que he compartido centros a lo largo de mi vida. Más de veinte años de aula dan para muchos compañeros. Y, sinceramente, esta pandemia me ha hecho prescindir de muchos recuerdos. Además, últimamente he tenido la suerte de quitarme algún lastre que otro de personas que me han demostrado que pintaban muy poco en mi vida (y ya no digamos en mi profesión).

Cerré una cuenta de Twitter en junio con miles de seguidores. Me hice otra intentando no hablar de educación (¡no lo he conseguido!). Me llegan cosas pero no me llegan tantos inputs como antes. Nunca he vivido de las redes sociales ni de que me llamen por ser conocido (me llamaban pero no aceptaba propuestas) y, por ello, esa limpieza mental me ha ayudado mucho en la situación actual. Una situación que, por ser persona de altísimo riesgo, hace que mi vida se haya reducido en gran parte a estar detrás de un teclado, leyendo un libro o frente a un televisor. Siempre procurando salir, por miedo (generado, imbuido, real o ficticio -algo en lo que no quiero entrar-), entre poco y nada. Mi vida en ese sentido se ha visto truncada. He perdido un año de mi vida aunque sé que algunos han perdido mucho más. Y me jode saber que no voy a recuperarla, pero también no saber cuándo voy a poder volver a hacer vida medio normal. Añoro la vieja normalidad porque la nueva ni nos ha hecho mejores ni peores. Bueno, a nivel psicológico nos ha dado, por mucho que no queramos verlo, un fuerte meneo en negativo. Más aún a los que ya no rendíamos del todo bien de esa parte de nuestra anatomía. No, no es ficción. Jamás he funcionado del todo bien y quien diga que ha sido siempre normal se equivoca porque, al final lo normal no existe. Cada uno tenemos nuestras particularidades, nuestras manías, nuestras neuras y nuestros trastornos.

Estoy contento de mi resumen laboral del año. Estoy feliz de ver a mi hija que cada día está más grande y es mejor (en todos los sentidos). Estoy orgulloso de la familia que tengo (que, suficiente hace con soportarme). Estoy, en definitiva, también satisfecho a nivel personal. Sé que podría haber hecho más si supiera hacer más pero, con lo que sé, no llego a más. Un buen equipo ha sido la clave para que hayan salido algunas cosas que, sinceramente, no tienen más relevancia que otras que muchos están haciendo en educación.

¿Me van a traer algo los Reyes? Pues, sinceramente, espero que traigan algo a todo el mundo y que permitan que, tanto en mi caso como en el de las personas que me rodean (personal y profesionalmente, aunque en ocasiones los profesional ha llevado a lo personal con muchos compañeros de trabajo), además de todos aquellos que no conozco que están haciendo lo posible por sobrevivir y/o superarse cada día, lo que necesiten para poder dejar de estar pendientes y puedan disfrutar de su vida, amén de su profesión, tanto como lo estoy haciendo yo.

Este año he ganado en equipaje y me he desprendido de todo aquel lastre que, por pereza, en ocasiones me negaba a tirar. Ahora a por el 2021 que, espero nos respete a todos más que este que en nada acaba.

Y una amenaza antes de finalizar… tener más tiempo libre implica más tiempo para escribir y tuitear 😉


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