Llevo años en la profesión docente, tanto en versión aula como en versión externa a ella. Bueno, llevo «veintibastantes» de aula y muy pocos en versión sin atención directa al alumnado. Y, ¿sabéis qué? Me sigue sorprendiendo la gran cantidad de personas, entre ellos algunos docentes, que mienten descaradamente cuando hablan de temas educativos.

No solo es que mientan. Es que intentan hacer colar datos que no son ciertos, informes que jamás se han realizado o evaluaciones que, como mucho, están sacadas de un formulario cutre realizado por alguien de forma muy sesgada.

¿Por qué sucede lo anterior? ¿Por qué hay cada vez más personas que, especialmente en las redes y en los medios, mienten descaradamente acerca de todo lo que observan o manipulan, sin ningún pudor, los datos que arrojan las investigaciones educativas? Ojo, me estoy refiriendo a investigaciones serias. No a aquellos panfletos, que a peso, publican algunos y a los que taxonomizan como investigación.

Entiendo que no tener argumentos para defender la postura pedagógica de uno genere desasosiego. Entiendo que sea harto complicado el asimilar datos educativos que no le gusten a uno. Entiendo que romper la visión ideológica, tan magnificada en determinados discursos de «unga-unga», sea complejo y muy difícil para todos, pero…

Sí, hay un pero. Sigo sin entender por qué se manipula tan descaradamente por parte de algunos. Es fácil saber que manipulan porque casi todos sus argumentos educativos consisten en decir que, los que no piensan como ellos, lo hacen todo mal. Poner capturas de pantalla descontextualizadas en las redes es manipular. Criticar siempre a los que no piensan como uno es tener muy pocos argumentos. Pensar que el mundo gira alrededor de la ideología de uno, aderezándolo con intereses personales, muy poco alejados de la educación, también es hacerse trampas al solitario.

En el ámbito educativo hay muchos que aportan. Son la inmensa mayoría. No tienen tanta difusión en los medios ni tantos seguidores en las redes como aquellos que están, lamentablemente, más interesados en mentir que en cualquier tipo de mejora educativa. Pero bueno, ahí están. Y están ahí porque hay gente que les hace caso. Están ahí porque tienen un nicho de profesionales que buscan, con ansía, solución a sus problemas de aula. Están ahí porque venden recetas mágicas y soluciones fáciles. El problema es que no son soluciones y que, como ya sabemos los que tenemos el culo pelado de dar clase, aunque puntualmente no estemos en esos espacios haciendo lo anterior, la cosa es mucho más complicada.

Todo mi apoyo a aquellos que no mienten y trabajan para mejorar la educación. Son mayoría, tanto dentro como fuera de las aulas, con muchos roles diferentes. Gracias a ellos, con todas las dificultades que supone algo tan complejo como el hacer que el alumnado aprenda, tenemos un sistema educativo que, con todos sus defectos, sigue funcionando. Porque, a pesar de todo y de todo lo que se critique (con críticas también por mi parte), el engranaje sigue girando. Un engranaje que necesita mantenimiento y arreglo de algún diente. O de varios. Pero podemos mejorar. Debemos mejorar. Somos capaces de hacerlo entre todos.

¿Estás optimista hoy Jordi? Pues no. Lo que estoy es muy cansado, durmiendo demasiado mal y, por desgracia, cada vez más harto de aquellos cuyo único objetivo vital es hacer daño, vender humo o, simplemente, jugar a que son el «lado bueno» de la educación. Y es todo mucho más complicado que eso, tal y como estamos viendo en otros ámbitos.


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