Parece mentira que ya estemos a 28 de diciembre. Un día en el que, quien más y quien menos, intenta hacer su gracia particular en las redes sociales. Es que las redes sociales son el soma del ciudadano medio y así, de forma nada sibilina, se obliga a mirar al teclado antes de levantar la vista de él. Todo muy bien orquestado por quienes saben cómo tienen que orquestar las cosas. Y no estoy hablando de esos hombres y mujeres de paja que, haciéndose susodichas en su anatomía, se enteran de todo igual de mal que el resto de los ciudadanos a los que desgobiernan. Sí, he dicho desgobernar. No ha sido ninguna errata.

Este año que ha pasado en un pispás ha sido un año de educentadas, habilmente pergeñadas e intentadas colar como algo real. Lo de la ex Ministra nombrada embajadora ante el Vaticano. Lo de la nueva Ministra cuya máxima es liquidar la Filosofía y mantener la Religión como asignatura de oferta obligatoria. Lo de una Ley de FP que solo beneficia a los mismos de siempre. Lo de tener monos y monigotes haciendo apología del nuevo currículo y mucha prensa, de unos y de otros, vendiendo interesadamente lo que interesa a los que ponen la pasta en el medio. Incluso algunos jugando a la doble baraja. Y mientras, unos incendiando Twitter. Uy, qué miedo. Se incendia Twitter.

Hemos tuiteado por encima de nuestras posibilidades acerca de boutades como la desaparición de la regla de tres o los deberes. Hemos clamado al cielo frente a la necesidad de una educación musical, aumento de horas de Educación Física, profesores de cualquier asignatura defendiendo horas para frenar la despoblación y mantener la cantidad de cantamañanas que viven del tinglado. Alumnado que ha perdido año y medio de aprendizajes para los cuales la única solución es el aprobado general. Y la casa sin barrer. El covid educativo en su máxima esplendor. Si incluso hay docentes que no saben cómo alargar las vacaciones navideñas y solo publican en Twitter o Facebook acerca de la necesidad de alargar las vacaciones de Navidad por un virus que ha servido para justificarlo todo. Por cierto, mucho vociferar acerca de las ratios pero lo de hacer huelga no lo hace ni el afiliado a UGT desde que nació. Es que no hay por dónde cogerlo. Bueno, o sí.

Lo importante para algunos es conseguir seguidores. Para otros conseguir que ese proyecto que hacen con su clase se mediatice en todo el globo. E, incluso otros quieren probar si un tuit que envían se retuitea masivamente y así llega a Groenlandia. Y el aula sin barrer. Bueno, se barre. Pero gracias al personal de limpieza de los centros educativos. Ese que cobra una mierda, que sí que está sometido a empresas cuyo único objetivo es sacar dinero (estamos en el capitalismo colegas) y al que, incluso mucho profesorado mira por encima del hombro. ¿Conocéis el nombre del personal de limpieza de vuestro centro? Yo sí. Y también hablo con ellas. Digo ellas porque también es un trabajo feminizado. Pero bueno…

Tenemos aulas masificadas, segregación escolar, alumnado que ya está perdido con 12 años para la sociedad e, incluso, tenemos cientos de miles de horas de charlas de inclusión en las que lo único que dicen es cómo excluir al alumnado. Déficit de orientadores. Déficit de profesorado. Exigencia de burocracia inútil que se multiplica acorde con la irrupción de las nuevas tecnologías y la digitalización del asunto.

Lo de la Educación en mayúsculas, reconvertida en educación minúscula, es un puto despropósito. No sé por qué nos preocupamos de currículos, normativas de evaluación, criterios varios o decretos que nos vamos a pasar por el ojete porque dar clase, por suerte, no depende de lo que diga lo anterior y sí del alumnado que tenemos delante nuestro. Bueno, salvo preparar para la Selectividad. Una Selectividad que, desde el momento en que si tienes pasta y puedes estudiar Medicina (por poner un ejemplo) con un cinco, ya deja de servir. Pero bueno, sigamos mirando al teclado.

Mirar al teclado es sano. Mientras, nos van colando educentadas. Ámbitos, inteligencias múltiples, freinetismos, montessorismos (incluso venden camas Montessori -va en serio-) o cualquier otra frikieducada de esas que hacen salivar a más de uno, reír a otros y criticar, con ojos enrojecidos de ira, a un tercer grupo. Va, seamos serios. Al final lo único que nos importa a la mayoría de docentes es cobrar a final de mes. Y a otros poder trincar un poquillo más apuntándose a determinadas sectas o creando determinados perfiles en las redes sociales. Destapar la realidad no hace que la misma no haya sido obvia durante mucho tiempo.

Por cierto, he visto esa película de Netflix de la que todo el mundo habla. Dos horas y media de diversión pero, sinceramente, buscar profundidad en algo así es como intentar mejorar la educación desde las redes sociales. Oh, wait. 😉


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