Hace un rato he publicado un tuit en el que ponía en la diana a la Ministra de Educación y FP, Pilar Alegría y a César Coll, responsable desde hace 40 años de todos los nulos avances educativos en nuestro país, como grandes enemigos de la educación en nuestro país. Quiero que quede claro que la responsabilidad es por ejercer mal el cargo o, en el caso del «asesor estrella», no haber renunciado a seguir torpedeando la educación desde la LOGSE. Y no, no me vale que ahora diga que va a hacer algo diferente de lo que hizo en su momento porque, vamos a ser sinceros, si un arquitecto la caga en una construcción, se ha de ser muy estúpido pedirle al mismo nuevos planos para nuevas construcciones. Menos aún habiendo alternativa por estar nuestro país poblado de grandes arquitectos. Sustitúyase en el símil utilizado arquitecto por experto en educación. Ojo, estoy hablando de experto; no de mamporrero educativo que llena líneas en los medios o es alguien muy activo en las redes sociales.

Los problemas de la educación española no son las ratios (similares al resto de países europeos), ni el número de asignaturas (que crea que son muchas, no implica que en otros países con mejores resultados también tengan un porrón), ni la profesionalidad de los docentes, ni el alumnado, ni las familias, ni… ni tantas otras cosas en las que nos basamos para intentar buscar solución a los problemas educativos. Los problemas de nuestra educación son sistémicos. Son de políticos que legislan en función de lo que les interesa «a ellos». Son de intereses muy poco educativos que mangonean para que se apruebe A o B. Son de expertos de chichinabo que son considerados como grandes asesores cuando, si uno rasca un poco, saben igual de horticultura que de educación. Aprovecho para decir que estoy convencido de que su jardín está plagado de plantas pochas y plagadas de enfermedades.

No podemos basar la educación española en lo que digan cuatro que trabajan para el Banco Mundial, tres que trabajan para una Fundación patrocinada por una entidad bancaria, un par que venden libros habiendo huido del aula o alguno de esos que han metido en determinados cargos y que solo se rodean de sus «amiguetes». Si la formación del profesorado no funciona es porque los responsables de formación del profesorado no saben hacer su trabajo. A ver si lo entendemos de una puñetera vez. El problema es de nuestra manera de funcionar como sociedad y de la cantidad de tipos y tipas que acaban gestionando ciertas cosas sin saber. Sin saber personalmente y sin saber asesorarse de profesionales que sepan. Y ojo, no estoy diciendo docentes de aula. Los docentes de aula tenemos una visión muy subjetiva de la situación y, aunque deberíamos participar en la decisión de qué y cómo hacer las cosas, también deberíamos tener investigadores, buenos pedagogos (no de los que han jodido y siguen jodiendo la educación desde sus púlpitos), gestores tecnológicos y emplazar a todos los que hacen negocio con la educación a una mesa donde pueda escuchárseles. Sí, también los que venden cosas deben tener su voz. Estoy hablando de voz. Las decisiones deben tomarse al margen de intereses puramente económicos. Es que es de cajón. Otra cuestión es que nos podamos apoyar, tomando las decisiones desde la administración, en ciertas empresas. No es colaboración público-privada. Es simplemente ver qué nos ofrecen y qué es interesante de toda su oferta.

Estoy convencido de que no veré mejorar la educación en los años que me quedan como docente. Estoy convencido también que, con lo que digo en las redes y en el blog, jamás voy a tener ningún cargo de responsabilidad donde pueda tomar determinadas decisiones. Estoy convencido de que vamos a ir a peor. Y lo más jodido del asunto es que no somos un país mejor ni peor que los que nos rodean. Tengo claro que no deberíamos compararnos ni con Finlandia, ni con Singapur, ni con ese pueblo rural de la meseta que lo ha petado en las pruebas PISA. Eso sí, veo una deriva muy peligrosa con inventos demasiado carajilleros que antaño ya fueron un auténtico fiasco. Pero bueno, algunos ya estamos acostumbrados. Y la educación no va a peor porque, tanto el alumnado, como los docentes y las familias están en su mayoría por intentar que, dentro de sus posibilidades, las cosas funcionen.

Los grandes enemigos de la educación en nuestro país están sentados en determinados sillones tomando decisiones, asesorando en ciertas cosas, llenando muchas líneas de papel cuché en medios donde el espacio de educación se sustituye por el de sociedad o economía o, simplemente, haciendo y deshaciendo en función de intereses que poco tienen que ver con la mejora educativa ni con el aprendizaje del alumnado. Pero bueno, salvo honrosas excepciones, es lo que tenemos. Y así nos va.


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