Supongamos, por un momento, que un alienígena —pongamos que se llama TORREZNO 3PO, primo lejano del robot que parió Elon Musk— aterriza accidentalmente en la Tierra. El GPS intergaláctico se le va un poco (nada nuevo, todos sabemos que el sistema solar es un barrio sin cobertura) y, en lugar de llegar a una reunión de vecinos de una finca parcialmente okupada, donde al menos el circo está claro, acaba metiéndose en una Facultad de Pedagogía. ¿Qué sentiría? ¿Qué pensaría? ¿Sobreviviría?
Vamos a hacer la prueba. Vamos a tirar un poco de imaginación para ver con qué se encontraría…
Nada más entrar, TORREZNO 3PO percibe un aroma denso a café de máquina y fotocopias mal grapadas. Su primer pensamiento es que ha aterrizado en una zona de conflicto cognitivo. En una de las aulas, un grupo de humanos debate acaloradamente si la pedagogía tradicional es una imposición heteropatriarcal que reprime la creatividad del niño cuántico. Otro grupo defiende que la educación debe ser líquida, gaseosa o directamente en plasma.
Al ver la pizarra, donde un profesor (o «facilitador de experiencias de aprendizaje») ha escrito con tiza “Evaluar es opresor”, nuestro amigo (cuando invento extraterrestres, ya les cojo cariño) empieza a hiperventilar por su segunda antena. No por falta de oxígeno, sino por exceso de relativismo.
TORREZNO 3PO intenta entender. Se conecta mentalmente a las frecuencias neuronales del aula y, tras unos segundos, se le reinicia el sistema. La causa: «Error 404: contenido no encontrado». Un alumno, con convicción, expone que las calificaciones son un constructo colonial. Su compañero le responde que lo importante es el proceso, no el resultado, y que si el niño no aprende es culpa del sistema solar y el modelo de sociedad productivista.
Se presenta un PowerPoint en Comic Sans donde se explica la metodología del aprendizaje por osmosis simbiótica emocional intergeneracional. La base científica… una cita apócrifa atribuida a Paulo Freire que, probablemente, dijo su cuñado en una comida familiar.
Durante una sesión práctica, el grupo se sienta en círculo a compartir cómo se siente el currículo. No cómo se sienten ellos, sino cómo se siente el currículo. Uno afirma que el currículo está triste porque no ha sido descolonizado. Otra asegura que el currículo tiene ansiedad porque lo han encorsetado en competencias. El currículo, pobre, está a un tris de pedir la baja por depresión.
TORREZNO 3PO intenta aportar y sugiere, en dialecto alienígena (con traducción inmediata por Google), que quizás sería útil enseñar a los niños a leer, escribir y pensar críticamente. Se produce un silencio incómodo. Alguien lo acusa de rancio, otro le dice facha y finalmente, el profesor de sociología, le lanza un diccionario, de esos que están en la parte de museo, al suelo como acto de protesta simbólica contra la opresión epistemológica.
Nuestro alienígena, completamente sobrepasado por tanta innovación sin resultados visibles, decide escapar. Antes de partir, deja una nota en la sala de profesores. He visitado 142 planetas. En todos había escuelas que enseñaban algo. Aquí aún están debatiendo si enseñar es ético. Me vuelvo al planeta Raticulín, donde al menos la contradicción se asume como parte del currículo oficial.
Este artículo es de humor, sátira y sarcasmo. Si alguien se ofende, que se revise, porque tiene un problema que no se arregla con metodologías activas ni con abrazos pedagógicos. Sed buenos conmigo. Es mi primer día de vacaciones y, por desgracia, he vuelto al insomnio.
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Me encanta Torrezno
Muchas gracias por compartir esas historias, muy entretenidas y comparto que la educación debe ser crítica, analítica, participativa.
Creo que TORREZNO 3PO se va a quedar un largo tiempo por aquí. 😉