Tras su incursión en el curso para educadores innovadores, más parecido a un retiro espiritual que a una formación docente, TORREZNO 3PO creyó haber alcanzado cierto entendimiento del funcionamiento pedagógico terrestre. Iluso. No sospechaba lo que se avecinaba: una estancia de observación en un centro educativo real.

El lugar elegido fue un instituto de secundaria autodenominado «eco-consciente, inclusivo, emocionalmente sostenible y disruptivo». TORREZNO 3PO apenas entendió el significado de esos términos, pero asumió que sería un espacio avanzado en términos de lógica y eficiencia. Pobre criatura.

Nada más entrar en el centro, fue recibido por un cartel pintado a mano con purpurina: “Aquí no enseñamos materias, enseñamos emociones». El alienígena, que aún no había logrado comprender del todo la diferencia entre sentimientos y descarga eléctrica, sospechó que aquello no iba a ser sencillo.

La tutora que lo guiaría en su experiencia se presentó con una sonrisa amplia y una taza de cerámica que decía Profe Zen. Le explicó que en ese instituto no existían las aulas al uso, sino “espacios de aprendizaje resonante”. Cada espacio tenía puffs, cojines y una iluminación tenue, más propia de un local de aromaterapia que de una clase de trigonometría.

TORREZNO 3PO preguntó tímidamente si los alumnos aprendían matemáticas. La tutora, ofendida, le explicó que eso era una imposición heteropatriarcal de la lógica racional y que allí preferían que cada alumno construyera su propio concepto de número. Algunos sienten que el cinco es opresivo. Les damos espacio para deconstruirlo.

Durante la observación de una clase de “Expresión libre multisensorial”, un estudiante lanzó un palo al aire y dijo que representaba su ansiedad intergeneracional. El profesor aplaudió con lágrimas en los ojos. TORREZNO 3PO intentó replicar el ejercicio expresando su desconcierto con un pitido largo, pero el grupo lo interpretó como una metáfora del silencio de las voces silenciadas en la historia curricular. Fue ovacionado.

Más tarde, en la hora de evaluación, presenció una sesión de “autovaloración emocional divergente”. Los alumnos no recibían calificaciones, sino que compartían cómo se habían sentido durante el trimestre. Uno dijo que se sentía como un cactus en primavera. Otro que había conectado con su yo del futuro a través de la asignatura de Historia. TORREZNO 3PO preguntó si alguien había aprendido algo concreto. Silencio. Una profesora le dijo que esa pregunta “era muy colonial”.

Al acabar la jornada, TORREZNO 3PO se reunió con el equipo directivo, quienes le agradecieron su presencia y le ofrecieron coordinar el proyecto piloto “Códigos binarios con perspectiva ecofeminista”. El alien, prudentemente, activó su protocolo de escape.

Ya en su nave, TORREZNO 3PO dictó sus conclusiones: “La pedagogía terrestre ha alcanzado niveles de sofisticación que escapan incluso al entendimiento de una inteligencia artificial avanzada. Recomiendo evitar replicar estos modelos en sistemas educativos galácticos si el objetivo sigue siendo el aprendizaje.”

Encendió el motor de curvatura y desapareció entre las estrellas. Con suerte, no volvería a aterrizar cerca de una Facultad de Educación ni en ningún sitio en el que el pedagogismo hubiera metido las zarpas, pero no sabía lo que le esperaba…

Podéis leer la primera parte de las aventuras de TORREZNO 3PO aquí. Si os gusta la lectura y os apetece engancharos a la historia, ayer también hubo una segunda parte (enlace). Le estoy cogiendo cariño… y espero que vosotros, también. A ver qué le deparará el futuro a nuestro querido TORREZNO 3PO. Un futuro que, por cierto, todavía no está escrito.


Descubre más desde XarxaTIC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.