En primer lugar, antes de empezar el artículo de hoy (domingo de paella de pollo y conejo, comme il faut) me gustaría dar las gracias a todos aquellos que en educación, desde sus lugares de trabajo, como alumnado o como familias, han dado lo mejor de ellos y también, como es lógico, desear mucha suerte a todos los opositores que se están examinando estos días para conseguir una plaza docente. Creo que es de recibo, en días como hoy, con un curso más finiquitado (o pendiente de papeles), hacer lo que hago cada año por estas fechas: felicitar y dar muchos ánimos a los que están y a los que van a estar.

Me había planteado, como hago cada año a estas alturas, hacer una parada técnica del blog. Pero, sabéis que, no quiero obligarme a parar y, tal y como he repetido en numerosas ocasiones, escribir me va bien para plasmar mis ideas y relajarme. Sí, a mí escribir y leer me relaja. Por eso y al margen de los que os sigáis pasando por aquí estas fechas, en las que muchos tenéis que descansar, desconectar y coger fuerzas para próximos envites, yo seguiré escribiendo a mi ritmo. Sin presión. Bueno, he de reconocer que no he tenido nunca ningún tipo de presión para escribir más o menos o, simplemente, para hablar de lo que me apetece en cualquier momento. Así pues, hoy me apetece hablar del «silencio». Y de lo importante que es para el aula, para cualquier profesional de la educación que esté diseñando y montando materiales o, simplemente, para poder pensar.

He estado leyendo estos últimos días el artículo del Doctor Nathaniel Swain, titulado «What does learning sound like?» en el que se habla del ruido en las aulas. Un artículo en el que se cuestionan determinadas medidas educativas u opiniones que yo tenía acerca de la necesidad de hacer ciertas cosas en el aula. Además, en ese artículo se enlaza una investigación que habla de lo perjudicial que es el ruido en el aula (incorporada en la bibliografía) y de la necesidad de que exista silencio y pocas distracciones para que el alumnado mejore su aprendizaje. Especialmente, en el caso del alumnado más vulnerable. Y recomienda que una de las medidas que deben tomarse es cerrar la puerta de las aulas. Sí, lo sé. Es algo que va en contra de lo que he defendido siempre pero creo que es algo que deberíamos darle una vuelta.

Debemos dar una vuelta a los espacios y a lo que os he comentado antes de no cerrar la puerta del aula. Cerrar físicamente la puerta del aula no implica que ese aula esté cerrada al resto de compañeros. Es, simplemente, una estrategia a usar para poder tener al alumnado más concentrado. Una concentración que, a día de hoy, especialmente «gracias» a los dispositivos móviles y a las redes sociales, está en horas muy bajas.

Hablando de los espacios, supongo que habréis visto que muchos centros educativos están tirando tabiques para montar «aulas abiertas». Aulas en las que se prioriza la movilidad del alumnado en las mismas y el ruido, mediante dinámicas de trabajo por proyectos colaborativos, en los que el ruido dentro del aula es superior a un aula «tradicional».

Fuente: https://h2020.fje.edu/

Pues bien, resulta que este modelo de aulas no funciona (enlace). Son aulas que no mejoran el aprendizaje, aumentan la distracción y son, especialmente nocivas, para aquel alumnado más vulnerable y con problemas de distracción. Ya no entro en las dificultades de concentración que suponen para aquel alumnado con determinados tipos de necesidades educativas especiales o trastornos por déficit de atención.

Por mucho que en ocasiones argumentemos para defender algo que «es una escuela del siglo XXI», «es un modelo educativo del siglo XXI», etc. lo importante es saber qué efectos tiene lo que estamos haciendo. Y siempre teniendo en cuenta de qué etapa educativa estamos hablando porque, al final, no es lo mismo un espacio en Infantil, que un espacio en la ESO o la Universidad. Tampoco, como es lógico, es lo mismo un espacio para la asignatura de Tecnología o la parte más práctica de la Formación Profesional, que espacios para introducir y mejorar la comprensión lectora, la mejora en la escritura o los rudimentos matemáticos que, posteriormente, van a permitir abordar nuevos aprendizajes.

Yo no sé a vosotros pero, al menos a mí me cunde mucho más trabajar sin distracciones y con poco ruido que hacerlo en un ambiente, con muchos distractores y mucho ruido de fondo. A lo mejor es que soy raro y no sé valorar esos distractores o ese ruido. Será eso.

Disculpad la incoherencia del post de hoy y disfrutad, como digo siempre, del día. Estrujadlo al máximo. La vida es lo que ocurre a cada momento. Vale la pena vivirla. Y mucho.

Os dejo con Simon and Garfunkel. Siempre vale la pena escucharlos.

Bibliografía

Massonnié J. et al. (2019). Is Classroom Noise Always Bad for Children? The Contribution of Age and Selective Attention to Creative Performance in Noise. Frontiers in Psychology, vol. 10. Recuperado de https://www.frontiersin.org/journals/psychology/articles/10.3389/fpsyg.2019.00381 el 22 de junio de 2024.

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