Estoy convencido, por culpa de ser un malpensado y tener demasiados prejuicios, que veo cosas muy raras en el ámbito educativo. Sí, no puedo evitar ver cosas muy raras en la mediatización de los ámbitos y la codocencia. Más aún ver cómo se hacen publirreportajes sobre ambos temas, un día sí y al otro también. Medidas que, por cierto, solo afectan a la educación pública. Debe ser casualidad que no afecte a los centros educativos donde los que gestionan la educación de nuestro país llevan a sus hijos. Es que soy, como ya sabéis, una persona que ve fantasmas donde no los hay. ¿Os habéis dado cuenta que a la par que publicitan los ámbitos y la codocencia se aumentan las ratios y se reduce la distancia interpersonal del alumnado para el curso que viene? Seguramente algunos no. Es que yo establezco relaciones muy raras entre ciertas cosas.
También me sorprende ver la crítica tan atroz al modelo de oposiciones docentes, sin ver a nadie que proponga una alternativa, más allá de un MIR docente o la eliminación de la necesidad de cursar un grado para, mediante una carrera docente, impulsada por determinados púlpitos de ciertos pedagogos y sociólogos, que se realizaría por personas que jamás han dado clase en esas etapas y defienden el aprendizaje por ciencia infusa, por magia o por consulta a internet (todo está en Google), que permitiría a uno ser maestro de Secundaria. La infantilización bajo criterios de empatía y emociones. Desmontando el aprendizaje para reducirlo a un simple efecto de falsa igualdad social. Y repito, resulta curioso que esa brecha social aumente con ciertas propuestas. O se intuya que vaya a aumentar para cualquiera con dos dedos de frente.
También toca atacar la libertad de cátedra. Que todos los docentes deben enseñar igual es el sueño húmedo de algunos. Curiosamente con métodos y teorías pseudocientíficas nunca demostradas ni demostrables que obligan a los docentes a multiplicar su horario por infinito. Ya si lo relacionamos con el boom de la digitalización educativa, sin diseño ni pilotaje en la mayoría de ocasiones, ya tenemos otras cosas bastante raras a tener en cuenta. A ver, que seguramente todos esos docentes que trabajan hasta el infinito haciendo proyectos que, al final, solo sirven para venderlos en las redes sociales, se sienten muy satisfechos de ellos mismos. Los derechos laborales cuestionados de forma permanente. El docente que quiere cumplir su horario tildado de mal profesional. Todo realmente muy kafkiano. Qué se puede esperar de una sociedad que se alegra de que los demás tengan cada vez peores condiciones laborales. Y además, el repetir que los docentes tienen trece meses de vacaciones y se tocan las partes a dos manos, es un discurso que, con el apoyo de varios voceros dentro del colectivo, cala. Si otros tienen menos derechos laborales y viven peor que yo, mucho mejor. Da igual que yo tenga un sueldo de mierda y unas condiciones laborales infumables. O que yo no tenga trabajo.
Sorprende el blanqueamiento de la nueva Ministra de Educación. La desaparición de Celaá de los medios al poco de haber dejado el Ministerio. Es que esto de cargarse la educación y después vivir de ello resulta curioso. Si al poco de que la exConsejera de Educación de Murcia, que firmó cuando estaba al cargo convenio con Google para ceder datos de alumnado, profesorado y familias, fichara por Google ya nadie ha hablado más de ello. ¿Realmente nadie cuestiona que una tecnológica certifique a docentes o se creen premios al mejor profesor que da una entidad bancaria? ¿Nadie ve nada raro en que haya determinadas Fundaciones que controlen la política educativa? ¿Nadie ve nada raro en el fenómeno César Bona o en la promoción de Mar Romera, César Coll o ciertos vendedores de educosas?
Es que es ver como en lugar de eliminar la religión católica de las aulas, aumenta la oferta con otras religiones y plantearte cuál es el motivo real de lo anterior. También deberíamos plantearnos para qué sirven las pruebas PISA, por qué tiene tanto poder la OCDE (que no deja de ser una asociación económica), por qué aparecen las noticias de educación en las páginas económicas de los medios o, simplemente, quién tiene interés en una determinada autonomía de centro. Hay mucho director con ganas de mandar y seleccionar al personal. Le da igual que la educación esté hecha unos zorros. El poder que se daba a los judíos encargados de controlar a sus compañeros de los campos de concentración les hacía unos aliados muy fieles.
Hay docentes que viven muy bien abandonando el aula y reconvirtiéndose, por ejemplo, en asesores de formación o en asesores de algún servicio educativo que no sabes para qué sirve. Se les paga un complemento, se les deja rascarse la espalda y, mientras sean afectos al régimen, ningún problema. No hay una política educativa de izquierdas ni de derechas. Hay una política educativa que tiene diferente forma para el mismo fondo. Se ha de ser bastante estúpido para no verlo.
Ayer hablé con uno que trabajaba en una industria de mi pueblo que jubilaron forzosamente hace nada. Y él me dijo que, curiosamente, en su empresa aplaudían una subida de tres euros cuando realmente les tocaba diez. Un comité de empresa vendido al mejor postor que, en lugar de defender a los trabajadores, defendía a los empresarios. ¿A qué me suena lo anterior cuando veo determinadas declaraciones de algunos responsables de sindicatos educativos o lo que firman?
Seguro que no, eh… y esto son imaginaciones mías.
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Ojalá estàs reflexiones lleguen y cuajen en buena parte del professorado. Son necesarias, pero me temo que todavía no hemos tocado fondo y que quien no podrá salir a flote será desgraciadamente gran parte de nuestro alumnado.
No, por desgracia no hemos tocado fondo.