Por suerte cada vez me paso menos por las redes sociales. Ha llegado un momento, tanto en mi vida personal como profesional, en el que los tiempos para leer las memeces que algunos, especialmente cuando se agrupan en grupos de Boy Scouts educativos, sueltan acerca de las cosas que, según ellos, no deberían hacerse jamás en educación. Y, sinceramente, o tienen muy poco trabajo o, simplemente, actúan para pedir cosas que jamás han hecho en sus centros (pudiendo hacerlas), o cosas que no tienen nada que ver con el trabajo al que han llegado.
Hoy, día lluvioso y festivo que me he cogido, para ir a la par con mis compañeros de aula, me apetece enumerar aquellas barbaridades pedagógicas que algunos llevan soltando, de forma más o menos barriobajera, en las redes sociales.
En primer lugar, como ya sabéis, lo del boli rojo. Hay algunos que se han empecinado en cuestionar el uso del boli rojo. Debe ser algún trauma infantil mal curado o, simplemente, que son incapaces de ahondar en las necesidades reales del alumnado. Alumnado que, en muchos casos, jamás han conocido. Por cierto, he visto algún examen de esos detractores del boli rojo corregido en, oh sorpresa, boli rojo. Lo sé. Haz lo que yo diga mientras yo haré lo que me dé la gana.
También hay una lucha a muerte contra la meritocracia. Para algunos, que curiosamente han conseguido su plaza en la Universidad o en determinadas empresas privadas, aprobando exámenes, superando a sus compañeros y haciendo méritos para conseguir estar en determinados puestos, lo de la meritocracia es algo a eliminar. Y lo aderezan diciendo que la situación de partida ya impide que la meritocracia o la cultura del esfuerzo sirva de nada. Claro. Lo mejor es que el alumnado de familias vulnerables no pueda jamás llegar a nada. Eso sí, lo revisten de una progresía maravillosa.
Podemos hablar también de los deberes. Los deberes no sirven salvo los que mandan en ese centro educativo al que envían a sus hijos. Insisto en esto porque es muy importante… mirad qué hacen con sus hijos y contrastadlo con sus discursos en las redes sociales. Tampoco olvidemos que son los primeros que restringen la compra de los móviles a sus hijos y están en contra de la prohibición de los mismos en los centros educativos. Eso sí, después aderezan lo anterior con la necesidad de que sean los docentes los que les enseñen a usarlos correctamente. Salvo, insisto, a sus hijos que no tienen esos dispositivos porque, para sus hijos, sí que son nocivos.
Están también en contra de los centros de educación especial y de la atención individualizada al alumnado con necesidades educativas especiales. Los quieren a todos en el aula porque eso es muy inclusivo. Todo siempre que no sea el aula en la que dan clase (si pueden elegir, huyen de esas aulas de alta diversidad) o en el centro en el que estudie su hijo. Entonces sí que quieren un aula o un centro muy exclusivo.
Tampoco quieren exámenes. Salvo, como bien sabemos, esos exámenes que ellos piden para poder entrar a Magisterio. Ya no solo eso, he leído a alguno de esos que van en contra de los exámenes, pedir la necesaria existencia de uno muy complejo al acabar el máster del profesorado de Secundaria para prestigiarlo. Sí, a veces se les escapan incongruencias de tamaño considerable.
No quieren una reducción de ratios. Quieren codocencia. Y se quejan de los que prefieren tener quince alumnos por aula porque ellos prefieren que haya setenta alumnos con tres docentes. Algo que ha sido un fiasco en todos los centros en los que se ha implantado, pero que mola muchísimo. Aulas huevera las denominó alguien en su tierna juventud antes de empezar a dar ponencias evangelizadoras como si no hubiera un mañana.
Quieren que los docentes sean expertos en todo menos en su asignatura. Dicen que antes de saber qué enseñar, deben saber cómo enseñar. Esto parece que vaya de huevos y gallinas.
Y siempre, como es lógico, una medida educativa solo va a ser positiva si la hacen los suyos. Ideología frente a criterios técnicos. Unos criterios técnicos y datos, amén de múltiples investigaciones que dicen lo contrario que lo que defienden ellos, que detestan.
Nada. Ya me he desahogado.
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