Ayer, seguramente a más de uno, os sorprendió que dejara que una inteligencia artificial (IA) escribiera el artículo cuasi diario por mí. Ese artículo (enlace) tenía una doble vertiente: la primera satisfacer la necesidad de escribir alguna cosa por aquí (algo que a mí me encanta hacer) y la segunda, después de llevar un poco de tiempo analizando qué está sucediendo con la IA como simple usuario de su parte más generativa, ver cómo ha ido evolucionando a todos los niveles pudiendo reflexionar acerca de su irrupción en educación.

En seis meses desde que escribí mis primeras reflexiones sobre esa irrupción (enlace) han cambiado muchas cosas. Ha aumentado la velocidad de respuesta, se ha «humanizado» la herramienta y, lo que es más importante, cada vez se hace más fácil que comprenda qué le estás queriendo pedir. Y ello ha hecho que la reflexión, a día de hoy, haya cambiado en gran parte, pasando del escepticismo inicial a la necesidad de lidiar con algo que existe y está al alcance, entre otros, del alumnado. No podemos mirar a otro lado y, al igual que se ha tenido que tomar medidas con el uso de los móviles dentro de los centros educativos, hay prácticas que debemos modificar debido a algo que, aunque en un principio nos pareciera un poco difícil que calara, se ha demostrado que estábamos equivocados. O quizás a lo mejor estoy equivocado ahora. Quién sabe. El tiempo y las cosas cambian muy rápido.

Por tanto, cada vez es más imprescindible que las administraciones educativas tomen cartas en el asunto. Que se creen comisiones mixtas de trabajo entre verdaderos expertos (no tipos que, como yo, usan herramientas con mayor o menor fortuna) y docentes de a pie. Que se empiecen a publicar guías de uso y que se empiece a hacer normativa sobre el tema. Es imprescindible regular la IA también en el ámbito educativo. Algo que obliga a replantear quizás también las prácticas que, en ocasiones, se están llevando a cabo por parte de determinados docentes, restringiendo al máximo la realización de trabajos para casa que, en un pispás, con mayor o menor picardía, acaba haciendo esa IA en la inmensa mayoría de ocasiones. Bueno, antes los hacían los padres. Ahora ya no hace falta ni molestarlos.

No es malo establecer regulaciones en los centros educativos. Estamos trabajando con personas en formación. Y la formación debe incluir cualquier cosa que pueda afectar al desarrollo académico y personal del alumnado. Por tanto, es imprescindible tener guías para afrontar la entrada de la IA y su normalización. Hablando, claro está, también de los principios críticos en su uso y tomando decisiones complejas, quizás poco entendibles para algunos o, simplemente, que no quedan tan maravillosamente bien como los brindis al sol que algunos dan acerca del uso de ciertas cosas. Y sí, en ocasiones regular el uso implica tener que ejercer, tal y como he repetido anteriormente con el ejemplo de los móviles en los centros educativos, diferentes grados de prohibición en su uso. Prohibiciones que, como siempre he defendido, deben ir de la mano de otras cosas.

Todo esto de la IA está yendo demasiado rápido para todo el mundo. No se trata aquí de hacer una apología de su uso o de su «no uso». Se trata de reflexionar acerca de cómo podemos lidiar, al igual que se lidió en su momento con la calculadora o los bolis, en el ámbito educativo. Y hacerlo bien. Contando, como os he dicho antes, con expertos de verdad y docentes. Con unas guías claras de uso. Con la modificación de prácticas educativas. Con una mayor necesidad de controlar qué sabe el alumnado por él y no por lo que sabe la herramienta de IA que está usando para hacer ciertas cosas. Algo que obliga a replantear muchas cosas. Replanteos que, como siempre sucede, irán mucho más tarde que el desarrollo de la IA. Eso sí, también tenemos que entender que, al final, es cuando surge el problema (o la oportunidad), cuando se pueden tomar decisiones y hacer un trabajo previo antes de tomarlas.

No sé si me he explicado pero, a mí que haya una IA que permita escribir artículos, libros o sacarse cualquiera de esas carreras universitarias que solo son online, me preocupa. No se trata de poner puertas al campo. Se trata de abordar el problema. Un problema que, cuanto más tarde en abordarse, más problema será y menos soluciones podremos darle al mismo.

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